Leo la noticia de que las nuevas aplicaciones para teléfono móviles llegan también al cine. Algo inevitable: aplicaciones que aportan información extra sobre el filme o aplicaciones que directamente llevan el filme al móvil o la tableta; así ha ocurrido con Aficionados, del director Arturo Dueñas, convertida en la primera película europea en versión App que se puede descargar para su consumo en dispositivos diversos.

Es una gran noticia porque las nueva tecnologías amplían, sin duda, las posibilidades de distribución. Sin embargo, la cara negativa del avance asoma en los cines de siempre, los de toda la vida; porque parece que ver una película en una gran sala, a oscuras, con palomitas o sin ellas, está  cada vez menos de moda.

Recientemente, hemos conocido también el cese de Altafilms, una de las principales distribuidoras españolas de cine independiente; de su mano viene el peligro para las salas, el posible cierre de algunas de ellas. En diversas ciudades españolas ya ha sucedido: como no triunfa el cine de autor ni la versión original, baja el telón para siempre.

Esperemos que el peligro no llegue a alguna de la salas míticas de la capital, los Renoir, los Princesa, que no se escapan del todo de la amenaza. Sin ellos, la Plaza de lo Cubos de Madrid no sería nunca la misma.