Archivos de Autor: Luis Miguel Belda

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RTVE convoca plazas para periodistas sin necesidad de ser periodistas

El titular tiene algo de trampa, pero solo en forma de licencia literaria. O no. Casi una generación completa ha transcurrido desde la última convocatoria de plazas públicas para optar a una plaza como periodista en el ente público de RTVE. Y el anuncio de una nueva convocatoria vuelve con polémica.

Las bases de la misma solo exigen a los candidatos “una titulación universitaria de grado o licenciatura oficialmente reconocida u homologada por el Ministerio de Educación y Formación Profesional”, sin especificar en ningún momento la titulación en Periodismo, algo que tanto la APM y la FAPE ven intolerable, aún más tratándose de un medio de comunicación público.

La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) y la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), las principales asociaciones que representan a los periodistas en España, han anunciado que impugnarán la convocatoria de RTVE por no exigir la titulación en Periodismo para las plazas de periodistas. El Servicio Jurídico de ambas organizaciones se encuentra ya trabajando en el escrito de impugnación para exigir la titulación en Periodismo.

La no exigencia de una titulación propia de periodismo es el caballo de batalla desde hace décadas y debate que sigue sin poder ser cerrado, no solo en esta convocatoria pública, sino a la hora de que cualquier medio proceda a la contratación de un profesional para este menester.

Periodistas licenciados no son Carlos Herrera (licenciado en medicina), y nadie duda de su capacidad de comunicación, ni tampoco lo fue el mítico Luis del Olmo, que estudió ingeniería. ¿Les invalida esa circunstancia para ser reconocidos como paradigmas del periodismo español? La respuesta es fácil: en absoluto. Pero, ciertamente, la segunda pregunta que surge es ¿para qué sirven, pues, las Facultades de Periodismo, sino para acreditar que quien trabaje como periodista lo haga en las mismas condiciones de preparación que lo haría un médico, un abogado o un ingeniero, disciplinas profesionales a las que sí se exige una titulación universitaria específica para poder ejercer.

No pocos piensan, y no les falta parte de razón, que un licenciado en Derecho, quien demostró durante toda su vida ciertas dotes de comunicación y capacidad fiable de escribir bien, y que completó sus estudios con un, por ejemplo, posgrado vinculado al periodismo podría ejercer el oficio como periodista de tribunales -dados sus más amplios conocimientos jurídicos- mejor que un periodista al uso, que trató materias jurídicas por medio de dos o tres asignaturas -puede que alguna optativa- durante su grado o licenciatura. Ocurriría lo mismo con el periodismo económico o cualquier otro especializado que se nos podría ocurrir.

Pero también es cierto que un licenciado en medicina no está necesariamente capacitado para intervenir en un quirófano o atender traumas por el solo hecho de ser médico, pues habrá tenido que especializarse a lo largo de su carrera.

¿Debemos, pues, dejar al periodista espacio para especializarse? Y cuando digo al periodista me refiero a quien ha estudiado la carrera de Periodismo y no otra.

Ni siquiera en la profesión hay acuerdo al respecto. En algunas comunidades autónomas se exige una colegialización para poder ejercer y, con carácter general, en los medios de comunicación de toda España prevalece la exigencia del título de periodista para ser contratado. Sin embargo, ¿qué prefiere un medio? ¿Un pésimo periodista titulado en lo suyo o un buen periodista titulado en otra carrera, pero con aptitudes para ejercer el oficio?

¿Acaso todos los licenciados en Derecho son o serán buenos en lo suyo por el solo hecho de haber estudiado la carrera correspondiente?

Podemos debatir sobre poner ciertos límites al intrusismo desaforado, pero resulta muy difícil, y sobre todo al empresario que siempre buscará al mejor de entre los mejores, obligarle a contratar a un periodista que ni siquiera es vocacional (porque si hay una profesión vocacional desde luego esta lo es), por más que tenga su título, y descartar a un ingeniero informático que escribe y pregunta como los ángeles para dirigir el suplemento de Tecnología de mi medio.

Con la llegada de la Democracia se produjo lo evidente (y salvífico propio de toda democracia), una explosión de la libertad a través de la creación de cientos, de miles de medios de comunicación.

En los 80 apenas había periodistas titulados: la escuela de periodismo en Madrid, la facultad de Navarra… ¿Cuántos podían permitirse el lujo de costearse estudios y estancias durante cinco años a cientos de kilómetros de su localidad natal? Y, sin embargo, cualquier pequeña ciudad llegaba a contar con hasta tres medios: la radio municipal, el periódico de izquierdas y el de derechas. Ahí aterrizaron decenas de miles de periodistas no titulados. El mercado pedía periodistas y el propio mercado escogió a los vocacionales y con mayores aptitudes. Y así se hizo una España mediática que hoy permite a todos gozar de una libertad como nunca antes.

Pero también hoy, como nunca antes, jamás hubo tantas facultades para estudiar la carrera de Periodismo, empezando por poder hacerlo online, como ofrece esta universidad, la UDIMA. Hoy sí que creo firmemente en la necesidad de contar con una formación específica en periodismo; ahora bien, sin dejar de pensar en que un titulado ingeniero agrónomo pudo darse cuenta al cabo de tres años que aquello no era lo suyo y tras realizar un máster en comunicación descubrió lo que en realidad era su vocación desde siempre, la de periodista. Porque, y eso sí que no requiere de titulación oficial alguna, si quien decide dedicarse a esto no tiene una vocación capaz de soportar lo insoportable en muchos aspectos, mejor seguir por otro camino: palabrita de periodista.

El jubileo forzoso del periodista que no siempre es sinónimo de felicidad

Cada vez son más los periodistas jubilados o prejubilados que siguen desarrollando alguna actividad profesional, según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM.

Este año, un 12% de quienes contestaron la encuesta profesional se encontraban en esta situación. Entre ellos abundan quienes realizan colaboraciones periodísticas y algo menos los que hacen trabajos de comunicación corporativa.

En cualquier caso, las tres cuartas partes le dedican menos de quince horas semanales y, aproximadamente, la mitad perciben por el trabajo una retribución económica. Del mismo modo, el grupo de los que han perdido su empleo y tratan de retomar su vida laboral es numeroso (un 7% de quienes contestaron la encuesta).

Se trata en su gran mayoría de profesionales que han trabajado en empresas periodísticas (70%), seguidos a distancia por antiguos empleados en gabinetes de prensa o departamentos de comunicación (39%).

Más de la mitad (66%) piensan que les será muy difícil o imposible volver a encontrar trabajo de periodistas y ello es debido, sobre todo, a la edad (como dice el 31%), la escasez objetiva de puestos de trabajo y las malas condiciones del mercado laboral y los bajos salarios. Mientras tanto, los profesionales sin empleo se dedican mayoritariamente (70%) a formarse y realizar cursos de formación o idiomas.

Periodismo es aún palabra masculina

La RAE siempre nos juega malas pasadas. Es capaz de aceptar almóndiga y cocreta, por sus arrestos, o por falta de ellos, y, por otra parte, juega con la sensibilidad de la profesión periodística llamando masculinamente periodismo al ejercicio del oficio y usando el femenino a la hora de definir a su actuante, periodista, que no periodista. Es una broma claro, pero lo que no lo es que los ‘periodistos’ sigue a la cabeza del periodismo. El techo de cristal sigue ahí, indemne.  

Según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM, donde apenas se perciben cambios es en el reparto de los periodistas en las escalas laborales, que siguen caracterizándose por ese dicho techo de cristal.

Cuando se observa la situación en la categoría profesional más abundante, que son los redactores, la tropa y marinería de una redacción, en medios impresos, digitales y audiovisuales, se comprueba una mayor presencia de mujeres que de hombres o, al menos, un equilibrio, como sucede en los audiovisuales.

Pero en cuanto se va ascendiendo por la escala profesional (redactores jefes, subdirectores, directores de informativos…), el equilibrio se desvanece y esos puestos son ocupados mayoritariamente por hombres

Al margen de la Encuesta Profesional APM 2022, en una recopilación de datos realizada para este Informe se encuentra otra perspectiva de ese techo de cristal. Cuando se consideran los 100 medios más relevantes del país en términos de audiencia, se ve que solo 23 de ellos están dirigidos por mujeres. Y debe reseñarse que 13 son los servicios informativos de radio y televisión, principalmente públicos.

Precisamente, el pasado mes de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la APM emitió un comunicado reivindicando “la igualdad para las mujeres periodistas, quienes siguen registrando niveles de paro más altos que los hombres, una injustificada brecha salarial y dificultades para acceder a puestos directivos tanto en los medios como en las agencias de comunicación”.

La malentendida autonomía del periodista

Me decía un joven periodista: “En la Facultad me enseñaron que sobre los periodistas tenía que prevalecer la autonomía en su trabajo, pero creo que falté a clase el día en el que explicaron que ser autónomo es otra cosa”. Y así es hoy el periodismo, un juego de palabras entre ser autónomo y ser autónomo.

En el ejercicio del periodismo, ser autónomo es un plus, pero parece que no siempre se asocia ello a la seguridad laboral del periodista.

Según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM, aunque los medios digitales se van consolidando poco a poco como entornos laborales habituales tanto para los periodistas contratados como para los autónomos, el peso de los medios convencionales es indudable.

Así, de los periodistas contratados el 80% lo hace en digitales (diarios, redes sociales y radio o audio digital), por el 61% que lo hace en convencionales (televisión, radio y diarios en papel); una diferencia que aún se acentúa más en el caso de los autónomos.

La figura del periodista autónomo ha entrado con fuerza en el mundo de la comunicación. Un periodista que debe hacerse cargo de su propia seguridad social, etcétera. Un periodista freelance, llamado, a veces, a la precariedad, sin la seguridad de una nómina fija al mes. Y, en todo caso, siempre peor pagado que el periodista contratado.

Las cifras nos dan una idea interesante del panorama actual. De los encuestados en el informe citado, en Periodismo 361 son contratados frente a 116 que son autónomos, pero en Comunicación (corporativa) 262 son contratados y 72 autónomos, lo que pone de relieve que en el periodismo convencional el periodista está algo más desasistido que en el de comunicación.

Hasta el salario los autónomos lo llevan peor. Los porcentajes de profesionales autónomos que ingresan menos son mucho mayores: la mitad de los periodistas freelances y el 38% de los comunicadores ingresan menos de 1.500 euros mensuales. Ese es otro techo de cristal, además del de género, que debería revisar la autoridad competente, sea cual sea.  

Con todo, porque no sean todas malas noticias, uno de los aspectos más positivos que revela la última encuesta profesional es el importante descenso de los falsos autónomos en periodismo, es decir, aquellos periodistas dados de alta como autónomos y que trabajaban integrados en la estructura de un medio informativo, cumpliendo horarios y en muchos casos con lugar de trabajo propio, pero sin estar dados de alta.

En los últimos cinco años, y en gran medida como consecuencia de la ofensiva de la Administración contra esta figura laboral fraudulenta, los falsos autónomos en periodismo pasaron del 20 al 6%. Junto con ellos, el porcentaje de autónomos que colaboran en más de una empresa también creció significativamente en el último lustro.

En cuanto a la elección de la condición de autónomo, y al igual que se señalaba en el Informe del año pasado, se aprecia un incremento en el de autónomos que lo son por elección propia (del 25 al 35%, entre 2018 y 2022), aunque siguen siendo muchos más quienes se vieron forzados por las circunstancias. Sí puede señalarse que entre los autónomos “por vocación” abundan los autónomos menores de 29 y entre 30 y 44 años.

En línea con lo anterior, debe destacarse que la principal ventaja del trabajo autónomo consiste en “organizarme yo mi propio trabajo”, que cita el 79%, por delante de “no estar supeditado a las imposiciones organizativas de otros”.