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Sobre María Lara Martínez

María Lara Martínez

Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA. Escritora, Premio Algaba Ver Perfil

María Lara Martínez

Escribiendo la guerra. Corresponsales del frente

Gerda Taro

Hace 80 años se libraba en Guadalajara una batalla de la Guerra Civil que hizo albergar esperanzas de triunfo a los efectivos republicanos. Se trató de la primera derrota internacional del fascismo, a partir de la cual la prensa popularizaría la consigna de que «Guadalajara no es Abisinia», aludiendo la presencia del CTV de Mussolini que tan descontento dejó al ejército nacional.

Por la suma de estos factores, después de 1939, pasaría a ser la batalla olvidada y, ahora, que podemos afrontar el pasado sin filias ni fobias, como un punto de reflexión en la lectura del gran libro de la Historia, para quienes somos de la Alcarria resulta emotivo recordar esta fecha. En el caso de quien escribe estas líneas y de la Profesora Laura Lara, la página del almanaque viaja hasta la mesa del despacho de la mano de nuestro Abuelo Ángel, guerrero de la paz y cronista del vendaval que en 1937 experimentó Guadalajara, habida cuenta del despliegue de tropas y de la tormenta atmosférica que trabó alianza con la República.
Pero además de por las bayonetas y de las trincheras, España suscitó una guerra civil de tinta. El incesante tecleo sobre las máquinas de escribir convirtió el periodismo en una continuación del barrizal y de la metralla.
En la provincia de Recópolis y del Infantado, donde nacieron el Henares y la princesa de Éboli, el periodista Ernest Hemingway filmó imágenes, con el realizador holandés Joris Ivens, para el documental The Spanish Earth (Tierra Española, 1937), del que el estadounidense aficionado a los toros fue guionista y locutor.

En plena lucha en Guadalajara

El 27 de febrero de 1937, Hemingway se había alistado como reportero, para la North American Newspaper Alliance (NANA), embarcándose para Europa con el objetivo de cubrir el conflicto sobre la dolorida Iberia. A continuación, un vuelo desde Toulouse a Valencia, con escala en Barcelona, situó a Hemningway en España el 16 de marzo. El escritor americano vio los últimos estertores de la batalla del Jarama. En el fondo de los escondites conversaba con curtidos veteranos que conocían a la perfección las sórdidas rutinas de la guerra. Y, a los pocos días, llegó a  Guadalajara, para contemplar la auténtica dimensión internacional de la conflagración. En apoyo de las tropas republicanas, los italianos antifascistas del Batallón “Garibaldi” se batían contra las fuerzas del CTV de Mussolini. En Guadalajara Hemingway trabó amistad con el jefe de la XII Brigada Internacional, el general húngaro  “Lucasz”, con el que aparece en algún testimonio gráfico.

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También pasó por Guadalajara la fotógrafa alemana (descendiente de polacos judíos), Gerda Taro, pareja sentimental y profesional de Robert Capa. Las instantáneas de Gerda transmiten una visión diferente del conflicto, menos centrado en el movimiento de los carros y más en la retaguardia. En su objetivo, captó a las mujeres instruyéndose en la playa, a los chavales jugando entre las barricadas, a los campesinos de Aragón, a los huérfanos de los asilos, etc. Pero también dio testimonio Gerda de la victoria de las tropas republicanas en Guadalajara y de la infancia de la Alcarria, como refleja la foto tomada en Brihuega de dos niños, uno de los cuales lleva un sombrero de la CNT. La estampa está hecha en la Plaza del Coso en julio de 1937, durante la visita que realizaron los participantes del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas a Guadalajara.

Entre los artistas españoles que figuraban en la organización constaban Rafael Alberti, Antonio Machado, Jacinto Benavente y Miguel Hernández. También Ramón J. Sender, quien plasmaría los anhelos de su generación en Crónica del alba, con el travieso Pepe que, sin ser aún adolescente, en el pueblo aragonés donde vivía ya se había enamorado de Valentina. Los congresistas recorrieron Port-Bou, Barcelona, Gerona, Madrid y Valencia. Antes de clausurar las jornadas en París el 18 de julio, escogieron como lugar emblemático a visitar el frente de Guadalajara.

Mientras la joven miraba el mundo desde el otro lado de la cámara, las campanas estaban a punto de doblar por Gerda. Nadie percibió su sonido entre el choque de las armas y el feroz ruido de las fauces mecanógrafas. Con 27 años, en la ofensiva de Brunete, perdió la vida el 26 de julio de 1937, al caer del estribo del coche en el que viajaba cuando un avión enemigo se aproximó a baja altura. Su cuerpo fue trasladado a la capital francesa y, en 1938, una marca de chicles de Filadelfia incluyó, en una colección sobre Historias verdaderas de la guerra moderna, un dibujo coloreado que representaba el fatal accidente.

El pueblo suele equivocarse poco: la gente de a pie se consumía en el desconcierto y, teniendo noticia de sus hijos muertos o viendo su casa destruida, conocía el remedio; sin embargo, los mandos se enfervorizaban en “ganar”, como si para ganar no hubiera antes que perder… Costaba y cuesta entender aquello de que el hombre forma parte de un «ser colectivo» constituido por todas las personas de manera que, inexorablemente, cuando algo de la existencia desaparece, se desmorona el «ser único» que emana del conjunto como una rúbrica social. Foto Gerda, Plaza del Coso, Brihuega

Pero, por si alguien lo escuchaba, en 1940, acabada la Guerra, Hemingway intentó remarcar este alegato de la paz con la novela protagonizada por un profesor de español, oriundo de Montana y metido, en España, a dinamitero: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

Hablando de Madrid en tiempos de Carlos III

Con motivo de este mes de marzo dedicado a la mujer, la Profesora Laura Lara Martínez y quien escribe estas líneas tuvimos el honor de ser invitadas por la Asociación de Mujeres del Distrito de Retiro para analizar las decisiones políticas de quien fue apodado «el mejor alcalde de Madrid».

En un auditorio repleto por socias y usuarios de los clubes de lectura, analizamos con detenimiento los años 1759-1760, el único período en que María Amalia de Sajonia, esposa del rey, estuvo en Madrid. Y explicamos la personalidad de Carlos III al hilo de las principales medidas que este artífice del Despotismo ilustrado adoptó para Madrid y la monarquía hispánica, con episodios trascendentales como el motín de Esquilache o la dramática expulsión de los jesuitas, hace justo ahora 250 años.

La conferencia tuvo lugar el 15 de marzo de 2017, a las 18:30 h, en la Biblioteca Pública de la Comunidad de Madrid «Elena Fortún», situada en Dr. Esquerdo 189.

Las Doctoras Laura y María Lara durante la conferencia.

Las Doctoras Laura y María Lara durante la conferencia.

Decálogo para Psiconautas

fullsizerender-2Hace unos días, el 10 de enero, en vísperas de la gala de los Premios Goya, la Profesora Laura Lara y yo acudíamos a la Academia del Cine para participar como historiadoras en el pase especial de «Psiconautas, los niños olvidados», película escrita y dirigida por Alberto Vázquez y Pedro Rivero, y coproducida por la productora gallega Zircozine y la bilbaína Basque Films. Con los productores, Carlos Juárez y Luis Tosar (actor que Los últimos de Filipinas, ahora en cines, encarna al Teniente Martín Cerezo) dialogamos ampliamente en la sede de la calle Zurbano.

​Psiconautas está nominada a los Premios Goya, que se entregarán el 4 de febrero, en la categoría de mejor película de Animación y su estreno en salas comerciales está previsto tras la celebración de dicha gala. La producción se ha exhibido internacionalmente con gran acogida y ha ganado una docena de premios, entre ellos en festivales de San Sebastián, Stuttgart, Sofía, Monterrey, Buenos Aires, Turín, Poznan, Montreal y Ciudad de México.

El título de entrada ya llama la atención: porque todos somos navegantes de nuestra propia mente y porque el estado de conciencia es quizás la dimensión más vulnerable que el ser humano posee: ¡que se lo pregunten a las hechiceras que, en mi nuevo libro, «Pasaporte de bruja» (Alderabán, 2016), realizan giras por los Pirineos sin salir de Zugarramurdi o de su aldea castellana!

Mas los episodios inquisitoriales siguen produciéndose hoy a golpe de prejuicio. En Psiconautas, impactan los escenarios, impactan los personajes, impactan las sentencias que, mezcladas con el discurso cotidiano de un ambiente sórdido, pronuncian los adolescentes con esencia zoológica y actitud humana. No esperan estos dibujos animados que, al oír su frase, el espectador vaya a sentirse interpelado. Pero la ratoncita Dinky y el pájaro Birdboy lo logran, consiguen eso: que en las neuronas del público se despierten preguntas sobre su propia historia, el peso que le dan a los rumores y el límite que otorgan a sus emociones más sinceras.

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He aquí algunas de estas instantáneas verbales, enunciadas a modo de decálogo o compendio satírico que invite a la reflexión y a la crítica, antes y después de ver la película, en aras de la salud pública y de la convivencia social, pues como se advierte en otro pasaje «‘la lluvia dificulta el vuelo, pero es un buen ejercicio»:

1. No todo lo que tiene un cuerpo está vivo.

2. No te rindas nunca, no hagas caso de lo que digan los demás.

3. Dejé los estudios y ahora tengo un arma.

4. – ¡Bravo, lo ha matado!
– Lo dudo, éste no es el primer disparo que recibe.

5. A mí lo que me da miedo es quedarme en esta isla para siempre.

6. La basura tiene vida: nace de nosotros, crece y se reproduce.

7. Tú puedes guiarnos, siempre has sabido volar.

8. Deberías ser el dueño de tu vida.

9. La vida baraja las cartas, pero somos nosotros quienes las jugamos.

10. Hoy puede ser un gran día. Sería una pena desaprovecharlo.

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Por esta potencialidad pedagógica de crear alarmas ante realidades cotidianas que ocultan injusticias de raíz, la Doctora Laura Lara y yo recomendamos vivamente la película. Una trama que ya advertimos contiene un guion trágico debido a la incomprensión que inunda las trayectorias de los habitantes de una isla que ha sufrido un cataclismo industrial. Pero que también alberga como sorpresa claves para huir de la gente tóxica (que siempre ha habido, en todos los siglos) con el ánimo de que el sujeto (hombre o mujer, mayor o joven) tome el timón de este barco particular y lleve las riendas de ese banco afectivo que para cada uno constituye su vida.

Y es que ya lo decía el artista aragonés cuyo busto preside la Academia…

Francisco de Goya, el pintor de cámara, que fue patriota de primera fila en 1808 y que, sin embargo, sufrió el ser tildado de afrancesado, nuevamente nos recuerda hoy, con la alegría desbordante de los tapices y el sarcasmo de las pinturas negras pobladas de aquelarres, que es bueno darse cuenta, también en el siglo XXI, de las fisuras de ese burlesco lenguaje de las apariencias porque para muchos sólo «el sueño de la razón produce monstruos».

Don Juan José de Austria: tensión en el Alcázar

1701-aclamacion-de-felipe-vLlegar tarde suele resultar un drama, ya sea en una meta profesional, en una relación sentimental, o en una anecdótica cita. Don Juan José Austria, el bastardo de Felipe IV, debía de andar prevenido. Tal vez su madre, María Calderón, alias “La Calderona”, como era actriz de teatro, pudo enseñarle que salir a escena cuando de las tablas se ha bajado el personaje que da el pie del libreto causa la risotada de la audiencia hasta en la obra más seria. Pero cuando quienes lleguen tarde son los verdugos, la satisfacción puede resultar enorme en la víctima del duelo.
El reinado de Carlos II (1665-1700) constituyó el ocaso de la dinastía de los Austrias y desencadenó la lucha internacional tratando de dirimir quién quedaría como heredero del todavía inmenso Imperio español. Durante los primeros 10 años, en su minoría de edad, gobernó su progenitora, Mariana de Austria, asesorada por el jesuita Nithard. A continuación, ejercería su influjo en la regente el primer caballerizo, Fernando de Valenzuela, mientras que el hermanastro Juan José, que gozaba del reconocimiento de Gran Prior de la Religión de San Juan en Castilla y que había sido designado en 1647 como máximo responsable de las Armas marítimas, encabezaba la oposición a Mariana.

Juan Carreño de Miranda

La reina viuda Mariana de Austria, por Juan Carreño de Miranda. Museo del Prado.

Después de la caída de Valenzuela en 1676, Juan José dirigió el gobierno. Lo hizo por petición expresa de Carlos II “el Hechizado”, quien observó pasmado la llegada de Juan José en una marcha triunfal, pues cabalgaba rodeado de lo más granado de la nobleza castellana como si viniera a liberar Madrid del poder nocivo de la reina madre. Mientras, lejos de la frivolidad de la moda y de los cosméticos, en un convento benedictino de Guadalajara, en Valfermoso de las Monjas para más señas, quedaba recuerdo de la Calderona, pues del cenobio había sido erigida devota abadesa antes de fenecer, en la lozana juventud, con tan solo 35 años.
La historiografía ha expuesto que don Juan José fue una mala copia de don Juan de Austria. Mas hemos de reconocer que supo aprovechar esos 3 años (aparte de para ajustar cuentas con la mujer de su padre y con Valenzuela, al que desterró a Filipinas) para cerrar con Francia un nuevo tratado, la Paz de Nimega, y también para aligerar el mastodóntico aparato de administración de la corona. De lo que no cabe la menor duda es de que, con espejo o no, como la Venus velazqueña, su enemiga acérrima fue su madrastra.
En medio de esta vorágine, en un intervalo abierto en la trayectoria descrita, cuando el ambicioso “hijo de la tierra” fue enviado a su cuartel general de Consuegra para después ser detenido, un triángulo salta a la luz con el topónimo de Azuqueca inserto en la carta que la otrora regente enviara al marqués de las Salinas con la maniobra policíaca. El desencadenante del confinamiento fue la comunicación, por parte de don Juan a la reina, el 27 de junio de 1668, de que los médicos le habían recomendado no viajar a Flandes a causa de una destilación al pecho que ponía en peligro su vida. Ante esta renuncia, recibió instrucciones de Mariana de recluirse en Consuegra, su residencia oficial.

Don Juan José de Austria, por José de Ribera. Palacio Real de Madrid.

Don Juan José de Austria, por José de Ribera. Palacio Real de Madrid.

Si bien desde la Mancha, no cesaría el pretendiente de fomentar la oposición al Padre Nithard, a quien responsabilizaba de los desastres de Flandes y la pérdida lusitana. El 13 de octubre el capitán Pedro Pinilla declaró a la soberana que, durante la campaña de Portugal, Bernardo Patiño, hermano del secretario de don Juan, Mateo Patiño, le había propuesto conspirar contra el valido. Así las cosas, a los 6 días, la Junta de Gobierno dictó la detención del vástago más litigante del rey planeta.
El marqués de Salinas, capitán de la Guardia Española, asumió el encargo de reunir 80 capitanes de caballos para la madrugada del 21 de octubre. El pliego con las órdenes secretas sólo podía ser abierto el domingo 21, de madrugada, en Azuqueca, villa de la campiña de Guadalajara que ejercía de cabeza del marquesado de Salinas del Río Pisuerga. No en vano sus titulares habían navegado allende los mares, desde la época de Felipe II, como depositarios de los virreinatos de Perú y Nueva España.
Ante el temor de que en cualquier mesón, entre mesas con jarras de vino y naipes, los espías se camuflaran, Mariana debió de refrendar que Azuqueca fuera la localidad donde se debería destapar la trama. Pero en materia de servicios secretos don Juan José no se quedaba atrás y, por algún resquicio, hubo de enterarse de que los esbirros de Mariana se acercaban, por lo que antes de que se le hiciera tarde para salvar la honra, se embozó y huyó de Consuegra. Cuando el esbirro entró en la fortaleza de las tierras que pertenecieron a la Orden de San Juan, sólo pudo constatar que aquél que tenía que capturar y trasladar al alcázar de Segovia había huido, dejando una carta a Mariana de Austria, una epístola con muchos reproches aunque introducida por el solemne encabezamiento de “Señora”.
A pesar de su éxito en las intrigas, Juan José no pudo prolongar la fuga de la guadaña, ya que fenecería en a los 50 años de unas fiebres tifoideas contraídas en oscura coyuntura. Su fecha de óbito sería el 17 de septiembre de 1679, idénticos día y mes al desenlace de su padre.
Fue entonces cuando Carlos II reveló sus nulos sentimientos hacia don Juan, haciendo gala de la máxima indiferencia. El soberano de tez pálida y larga melena ni siquiera acudió a velar el cadáver, quizás por miedo al contagio… De hecho, los rumores en torno al posible envenenamiento del finado corrieron por toda la Península dado el carácter súbito de la enfermedad y azuzados por la circunstancia que Mariana no tardó ni una semana en regresar a la corte una vez desaparecido su rival.

Pese a ello, don Juan José recibió los honores que a su rango le correspondían: fue enterrado en El Escorial y, cumpliendo con lo estipulado en sus últimas voluntades, su corazón viajó a la capilla del Pilar de Zaragoza.

La razón y los sentimientos de los ilegítimos regios, en la Edad Moderna, andaban a distinto ritmo. El tic tac de la Historia parecía hacer doblar pronto la campana en los «pecados» de los Habsburgo… Caído en 1578 casi en la mesa de operaciones, don Juan de Austria, el querido Jeromín de Carlos V, también recibió sepultura en El Escorial, mientras que su corazón reposa en la catedral de Nemur, soñando gestas por Flandes, con emociones irredentas.

Cervantes en su sitio

Exterior de la Casa de Cervantes en Alcalá de Henares, donde sus dos personajes más célebres, Don Quijote y Sancho Panza, dan la bienvenida al visitante.

«Paréceme, Sancho…» podría ser el lema del Siglo de Oro, edad de realidades a medias y de deseos ciertos, desde la gramática de Nebrija al sueño de Calderón; época de cánones humanos para plasmar lo divino; era de trampantojos donde la piedra barroca aspira a ser plata en manos de un san Eloy modernizado. ¿Qué es vivir?, ¿ser o existir? Quizás se corresponda con el albergar una constante duda por la que aventurar la vida para siempre mantener el ánimo.

«Paréceme Sancho que tienes mucho miedo», «paréceme Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero»,  «paréceme, Sancho, que esa luz que nos mira quiere atrapar nuestros cuerpos», «paréceme, oh, Sancho, que esa fíbula en la solapa nos capta por el habla hasta el entendimiento».

Estas dos últimas sentencias debieron de sobrevolar el cerebro de don Alonso Quijano hace una semana. El 23 de abril todo el mundo celebró el IV Centenario del ocaso vital de Cervantes. Enterrado, quién sabe si en las Trinitarias de Madrid, sin boato alguno, en cambio el tránsito a su dimensión eterna ahora en las bibliotecas, instituciones políticas, restaurantes y calles lo festejamos de lujo. Y justo dos días antes se emitió el especial de La aventura del saber realizado desde su «casa» de Alcalá de Henares. Espacio donde la Dra. Laura Lara Martínez y yo fuimos entrevistadas por el director del programa de La 2 de Televisión Española, Salvador Gómez Valdés.

A lo largo de las diferentes estancias del inmueble solariego, Laura Lara y yo revivimos la cotidianeidad del Siglo de Oro, aquél en el que Miguel nació y murió (1547-1616), legándonos, con las numerosas experiencias conocidas en primera persona, después versionadas en multitud de personajes, el testimonio más fidedigno y globalizador de un orbe que se acostaba en el Quinientos y amanecía en el Seiscientos.

Presenció el escritor alcalaíno y, por ende, su ingenioso hidalgo, el trasiego de aguas del feudalismo al mercantilismo, «dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron el nombre de dorados…». Era consciente el contumaz viajero de que ya no se defendían los valores de siempre, intangibles e inmemoriales, sino que empezaba a imponer su dominio el vil dinero, por supuesto que necesario para sobrevivir mas inhábil en la pretenciosa justificación, por mucho que el oro maquille los contextos, del deshonor y del avasallamiento.

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Entramos con el dispositivo de la unidad móvil entre las paredes vibrantes de recuerdos causando, a buen seguro, el asombro de los títeres de Maese Pedro, expectantes en la planta primera entre caballos de cartón, coronas doradas, galas de princesa y espadas de los godos o … de Carlomagno. Espiaban nuestros movimientos de «regidores», que no alcaldes de concejo como conocieran, en sus años mozos, el Caballero del Verde Gabán y el de los Espejos. Y permanecían inertes los muñecos echando vaho tras la vitrina en el momento de grabar los primeros planos. Cables, mesa de audio y  pantallas desplegadas en el siglo XXI en un patio castellano con añoranzas de una romana domus.

La botica, la cocina, el refectorio o comedor, el estrado de las damas o la habitación del caballero fueron objeto de nuestra atención en compañía de esa pupila mágica que constituye el objetivo de la cámara de TVE, capaz de transmitir la imagen a millones de miradas. Presencias femeninas por doquier pues hasta los 4 años allí moró Miguel con dos de sus hermanas, su madre, su abuela, su tía y su prima. Más de un cuento de la Berbería escuchó junto al sillón de Rodrigo de Cervantes, el padre, de profesión barbero, sangrador y sacamuelas. Guadamecíes con los que despistar de la ruina familiar a las visitas, cortinas labradas en adobe polícromo pero pétreo como el hambre y ricas vajillas de Manises, de Talavera o de Villafeliche en aras de agasajar a los huéspedes, además de por las viandas, por la elegancia del mismo plato.

En el estrado de las damas.

En el estrado de las damas.

Todas las vidas entrañan dificultad, no fue fácil por ello la del escritor que daría el impulso a la literatura en castellano. Entre 1605 y 1614, maquinando la historia de Don Quijote a partir de los papeles que un trapero dejara olvidados en el alcaná de Toledo, el soldado de Lepanto, camarada del Tercio Viejo de Sicilia, modela al portavoz de la conciencia popular, mas tiene que presentar como trastornado y loco al enjuto jinete, al hombre de la triste figura pues, por hablar claro, el que huye de la mediocridad y anima a volar más alto a menudo es tenido por un peligro.

Sin embargo, hoy el recaudador de impuestos para la Feliz Armada que en vano presentó carta de viaje a América, Cerbantes en definitiva, con b, como él firmaba, sigue vivo y, con su estela queda abierta la puerta a la ilusión factible porque tal vez en los campos de la Mancha ya hubiera gigantes donde todos veían molinos.

Un umbral que podemos cruzar juntos y así, dentro de la «Pasión por Cervantes» (de RTVE), visitar la morada de su abuelo, el letrado don Juan, prolongando con el programa de La aventura del saber los latidos del más Libresco de los Días.

María Lara Martínez