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Sobre María Lara Martínez

María Lara Martínez

Doctora Europea en Filosofía. Profesora de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA. Escritora, Premio Algaba Ver Perfil

María Lara Martínez

El Greco y las proclamaciones regias

En uno de los múltiples recorridos en coche que realizo a diario con la profesora Laura Lara Martínez, ni qué decir tiene, mi compañera, hermana y a la sazón amiga, reflexionábamos sobre las razones casi cabalísticas o mágicas, en tanto que inexplicables, que vinculan los hechos con los números y los personajes.

En esta plática que, ora se torna taller de lectura, ora tertulia de actualidad, venían a nuestra mente los acontecimientos históricos que nos ha deparado esta primavera manierista de siluetas elongadas y besamanos palaciegos: la reciente abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de Felipe VI.

Fueron 36 años de dictadura de Franco (o 39 si tomamos como punto de partida del régimen la sublevación de Melilla), casi 39 de reinado de Juan Carlos I. De un 18 de julio, de justamente vencidos e injustamente vencedores, en palabras de Julián Marías, a otro 18 de junio, de traspaso pacífico del mando con votación en las Cámaras y una postrera ley por medio. Un abismo entre dos jefaturas del Estado en lo relativo a intereses, medios y caracteres: del Movimiento a la Constitución, de la “España, una, grande y libre” al Estado de las autonomías que frente a la diglosia impulsa el bilingüismo, de la censura a la libertad, del golpe al consenso, de la dictadura al pluralismo, del aislamiento a la globalización.

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También, de algún modo, acabó siendo un año Greco el de la proclamación de Alfonso XIII (17 de mayo) pues, en 1902, cuando el gusto musical había cambiado la mojiganga por la zarzuela y de los juegos de cañas se pasaba a los Altos del Hipódromo, fue organizada en el Museo del Prado la primera exposición del cretense, tras casi tres siglos de silencio en los cigarrales del Tajo.

Y eso que la entrada del griego en la corte de los Austrias no pudo ser más desastrosa pues, del panal de rica miel que era El Escorial, se marchó en buena hora ante el gesto adusto de Felipe II, a quien no logró convencer ni con La alegoría de la Santa Liga ni con El martirio de San Mauricio. Una paradoja carente de explicación si no echamos mano del estilo, pues no se le podía reprochar al pintor mediterráneo déficit de patriotismo respecto a la tierra que había elegido como destino.

Para contemplar la muestra de Doménico, en su cuarto centenario, antes de que el 2 de junio se hiciera pública la decisión de don Juan Carlos, se desplazaron a Toledo los príncipes Felipe y Letizia, hoy ya reyes, para celebrar su décimo aniversario. El anillo de compromiso de El Greco nunca se hallará en su taller, ese desván que describió Pacheco, el suegro de Velázquez, como repleto de modelos de yeso y réplicas a menor tamaño.

La alianza no existe… Se adelantó al mundo moderno como soltero y padre en la vida, guardando sin embargo a Jerónima de las Cuevas en el más hidalgo de los recuerdos.

 

María Lara Martínez

Lo que pintan las damas

A finales del mes de marzo, impartíamos Laura Lara Martínez y yo en la Semana de la Igualdad del Centro de Adultos «Clara Campoamor», de Azuqueca de Henares,  la conferencia «Ni dama boba ni perfecta casada». Reflexionábamos sobre los personajes femeninos que, destacando por su contribución a la cultura, se vieron eclipsados en la Edad Moderna precisamente por eso, por ser mujeres.

Sin duda, uno de ellos es Sofonisba Anguissola, pintora renacentista, natural de Cremona, que llegó a los 96 años con su sutil genio y la mente clara para discutir sobre arte, como atestiguó su colega Antonio van Dyck tras su visita de 1624. Lo mismo pintaba escenas costumbristas y divertimentos de niños que estampas oficiales, es ésta una peculiaridad de la pupila de la dama, el transitar de la esfera pública a la intimista sin dejar rastro de velocidad o pausa. No obstante, en el Alcázar de Madrid, en 1686, el retrato que hizo de Felipe II se inventarió a nombre de Juan Pantoja de la Cruz.

Sofonisba Anguissola: Tres niños con perro.

También tuvo que abonar el peaje de ser mujer en un tiempo aprisionado por los señores de media melena y barba Marietta Robusti, alias «La Tintoretta». Resulta portentosa la belleza del encuentro de Cristo, vestido de hortelano, y María Magdalena, aparición que la veneciana recreó con la pluralidad de tonos cálidos, la cual hace partícipe al espectador de la alegría de la Resurrección. Se cuenta que  seguía a su progenitor vestida de muchacho, era grande el afecto mutuo pero también resultaba cierto que, con su dedicación de aprendiz, contribuyó a hacer grande el taller paterno.

Marietta Robusti: Noli me tangere.

«Guarda corderos, zagala, zagala, no guardes fe; que quien te hizo pastora no te excusó de mujer» repetía Luis de Góngora en 1621. Todavía resuenan hoy en los collados las palabras que la pastora Marcela lanzó en El Quijote dos siglos antes del nacimiento de la primera sufragista. Cuando los amigos de Grisóstomo, que se había enamorado de ella, la responsabilizaban del suicidio, levantó la voz para defender su inocencia, proclamando el derecho de toda persona a vivir en soltería más allá de los usos sociales: «El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato?».

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Sofonisba Anguissola: Tres hermanas jugando al ajedrez.

Si la mujer hubiera sido el sexo débil, para sobresalir habría tenido que apropiarse a lo largo de estos milenios de los logros de otros, mas basta consultar el listado de escritoras, pintoras, escultoras y músicas hasta el período contemporáneo para evidenciar que se ha registrado el proceso inverso.

Menos mal que hoy, hombres y mujeres pensamos en clave de igualdad de oportunidades y tratamos de construir entre todos una sociedad más justa, donde cada uno pueda  cosechar los frutos de su esfuerzo.

María Lara Martínez

La princesa Polixena y la devoción histórica al Santo Niño

Cuando viajamos por Europa y, aún más, por otros continentes distintos a nuestro epicentro, estamos habituados a ver en los templos la extendida devoción al Santo Niño, venerado bajo la advocación de Praga, de Cebú, de Atocha, etc., con el globo terráqueo en la mano izquierda y la bendición solemne en la diestra. Sin embargo, con esta mentalidad de la importación que impregna buena parte de la cultura española tendemos a imaginar que a nuestra calle llegó esta advocación de allende los mares y, a menudo, surge la sorpresa, al descubrir que el sentido de la flecha es el contrario y que la tradición partió a Centroeuropa desde nuestra misma vereda.

Tras la conquista de Granada en 1492, un elevado número de mudéjares se quedaron cultivando las tierras del señorío de Alarcón, reconquistado en tiempos de Alfonso VIII, la noche de San Andrés de 1184. En el último tercio del siglo XVI, de la guerra de las Alpujarras llegarían a Valverde de Júcar (Cuenca) 88 moriscos y, en tal coyuntura, fue adquiriendo arraigo la declamación de los Dichos, 254 estrofas que cada 8 de enero reúnen en torno al Santo Niño a las Compañías de Moros y Cristianos en una fiesta etnográfica de enorme altura. Los cristianos viejos verían en la conversión del musulmán el triunfo de su fe en el Hijo de María, los conversos se adherirían como devotos al Santo Niño que les traía el recuerdo de sus zambras agarenas y, en este contexto, es en el que nos encontramos con el Niño Jesús de Praga.

María Manrique de Lara y su hija Polixena, por el pintor Pantoja de la Cruz

Se cree que la imagen pasaba de padres a hijos varones en la familia de los Condes de Treviño y Duques de Nájera (Manrique de Lara) que eran embajadores perpetuos de la monarquía hispana en Praga, aunque también se apunta que la emperatriz Isabel de Portugal podía llevarla en su equipaje cuando contrajo matrimonio con Carlos V y luego decidiría regalarla a su camarera María Maximiliana Manrique de Lara. Ésta había contraído matrimonio católico en España con el noble checo Wratislao Perstyn, barón libre de Perstyn, adicto servidor del emperador.

De este matrimonio nació Polixena de Perstyn y Manrique de Lara, que se casó primero con Guillermo Ursino de Rosemberg, barón de Krumlau y soberano burgrave de Bohemia, y en segundas nupcias con el príncipe Zdenek de Lobkovic, gran canciller del reino de Bohemia. Como regalo de la primera boda, María donó a su hija el Niño Jesús modelado en cera que tanto le ayudaría en su futuro político-religioso. Polixena poseía un talento poco común y una belleza fascinadora. Su segundo esposo, con el que se desposó en 1603, vivió embelesado por la grandeza española, mas fue ella la que ganó con sus dotes de estadista, junto al conde de Oñate la batalla de Montaña Blanca para la causa de Madrid. La princesa fomentó la vuelta al catolicismo de Moravia y su esposo influyó para que el emperador Matías fuera sucedido por el archiduque Fernando en 1617, convirtiéndose ambos en el instrumento del emperador para acabar con el luteranismo en sus estados.

La familia Perstyn guardaba una estrecha amistad con los pintores de cámara de la época, como Juan Pantoja de la Cruz, Alonso Sánchez Coello y la hija de este último, Isabel, también artista. Los salones de Polixena eran el centro de la vida cultural de Bohemia. Cuando en 1642 falleció, los romances la lloraron por las magnas obras de caridad efectuadas en Praga. Se apunta incluso que Shakespeare se inspiró en ella para la Dark Lady, la Dama Oscura que aparece recurrentemente en sus sonetos. Pudo conocerla en alguna de sus estancias como espía de Isabel I Tudor, la Reina Virgen, en Praga. El apelativo era dado a Polixena, al igual que a sus damas de compañía, debido a que la sangre española le proporcionaba una tez más morena.

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La princesa Polixena

A pesar de que Vratislav y María tuvieron 21 hijos, la familia acabó extinguiéndose en 1648, al morir Frebonia Eusebia de Perstyn, fundadora de una de las primeras escuelas de los escolapios en Bohemia, concretamente en la localidad de Litomysl.

Los religiosos de la orden carmelita habían sido particularmente favorecidos por la asistencia de Polixena y, cuando en 1628 estalló la guerra en Praga y el monasterio fue reducido al extremo de la pobreza, Polixena se había presentado a la puerta del cenobio con su estatua:

“Aquí les traigo el objeto de mi mayor aprecio en este mundo. Honrad y respetad al Niño Jesús y nunca os faltará lo necesario”.

La iglesia de Santa María de la Victoria había sido mandada construir por Fernando II en memoria de los sucesos de Montaña Blanca de 1620, en plena Guerra de los Treinta Años. La hermosa estatua fue colocada en el oratorio del convento con la túnica y el manto arreglados por la princesa. Muy pronto sus palabras resultaron proféticas. Mientras los religiosos mantuvieron la devoción al Divino Infante, gozaron de la prosperidad, pero en 1631 el ejército de Sajonia entró en Praga y los frailes se trasladaron a Munich sin llevarse la imagen, que terminó arrojada a los escombros por los invasores.

En el año 1635 regresaron los carmelitas a su convento, pero las condiciones de vida eran muy malas. Fue entonces cuando el Padre Cirilo quiso restaurar la devoción. Él había recibido anteriormente gran ayuda espiritual del Santo Niño. Con mucha diligencia comenzó a buscar la estatua milagrosa y, finalmente, la encontró entre los escombros, detrás del altar. Extasiado de alegría, el Padre Cirilo volvió a colocar al Santo Niño en el oratorio. Pronto se levantó el sitio impuesto por los enemigos y todos gozaron felizmente de la paz, pero un día, mientras que el Padre Cirilo rezaba devotamente ante la imagen, oyó una voz que le decía:

«Ten piedad de mí y yo tendré piedad de vosotros. Devolvedme mis manos y yo os daré la paz. Cuánto mas me honren, tanto mas os bendeciré.»

Asombrado de oír estas palabras, examinó la estatua minuciosamente. Retirando el manto que cubría al Divino Niño, descubrió que ambas manos estaban quebradas. El Superior se negó a restaurarlas alegando la extrema pobreza en que aún vivía el convento. En estas circunstancias, el Padre Cirilo fue llamado a auxiliar un moribundo llamado Benito Maskoning y recibió de él 100 florines. Los llevó al superior con la esperanza de que se usaran para reparar la estatua, pero éste juzgó que sería mejor comprar otra. El mismo día que se colocó la nueva imagen, un candelabro de la pared se desprendió y la redujo a pedazos. Por esas fechas, el Superior cayó enfermo y no pudo terminar su mandato.

Se procedió a elegir un nuevo abad, el Padre Cirilo le suplicó que ordenara reparar la estatua pero no consiguió nada. Un día mientras oraba a la Virgen lo llamaron a la iglesia, donde una señora le entregó una cuantiosa limosna antes de desaparecer. Lleno de gozo, el Padre Cirilo entregó el dinero al superior pero éste lo utilizó para otro fin.

Vinieron nuevas calamidades y la pobreza se cebó con el convento. Ante estas penurias todos acudieron al Niño. Consciente de su error, el superior se humilló y prometió celebrar 10 misas ante la estatua y propagar su culto. La situación mejoró notablemente, pero no se arreglaba la imagen. Un día el Padre Cirilo escuchó que el Niño le expresaba:

“Colócame a la entrada de la sacristía, y encontrarás quien se compadezca de mí”.

Se presentó un desconocido, el cual, notando que el hermoso Infante no tenía manos, se ofreció espontáneamente a repararlas. Poco después este personaje ganó un juicio en el que recuperó una fortuna y los devotos recibieron innumerables beneficios. Los carmelitas decidieron edificarle una capilla pública, teniendo en cuenta que el emplazamiento donde debían levantarla había sido ya indicado por la Virgen al Padre Cirilo, pero no había dinero y los conflictos con los calvinistas desaconsejaban la edificación de nuevas iglesias católicas.

Finalmente, en 1642, la princesa Lobkovitz financió un santuario que se inauguró dos años después, el día de la fiesta del Santo Nombre de Jesús. Acudían fieles de todas partes y de toda condición. En 1655, el Conde Martinitz, Gran Marqués de Bohemia, regaló una preciosa corona de oro esmaltada con perlas y diamantes y el reverendo José de Corte se la colocó al Niño Jesús en una solemne ceremonia de coronación. Al Divino Niño lo llamaban el «Pequeño Grande» y su reputación milagrosa se difundió por todas las naciones, especialmente entre la familia carmelita

No es arriesgado decir que desde Valverde de Júcar el Santo Niño llegó al mundo. En todas las cosas de la vida existe un principio y, en este caso, el origen está en tierras conquenses. El linaje Lara entroncó con el de Ruiz de Alarcón a finales del XVI y, en vez de regreso, hubo expansión, porque la devoción cruzó fronteras y todavía hoy, cuando el suelo tiembla por las descargas de pólvora, el Infante sonríe con su bicornio de cristiano o su turbante de moro en esta especial Epifanía, un cumpleaños que inunda de puñados generosos las hoces del Júcar desde el alba hasta la media luna.

 

http://www.rstop2.com/html/moros_cristianos/nino_portada.jpg María Lara Martínez.

Hitos del Temple

En el estudio de los templarios se fusionan la ciencia histórica y la leyenda. La Orden del Temple, que nació en 1119-1120 con el objetivo de salvaguardar a los peregrinos que viajaban a los Santos Lugares, estuvo muy ligada a las sociedades peninsulares desde todas las vertientes. Por el Camino de Santiago se puede seguir la huella al estandarte blanco pues, de su paso por nuestras tierras, ha quedado constancia en los documentos, en la arquitectura y en las tradiciones orales que mantienen la memoria de la cruz y de la espada. Así lo atestiguan de norte a sur Eunate, Sepúlveda y la Vera Cruz segoviana, Torija, Yuncos, Lepe…

Hablar de los templarios supone acercarse al misterio y a la mística. El mito estaba gestado cuando, en pleno apogeo, el gran maestre Jacques de Molay sucumbió en la hoguera parisina mirando a Notre Dame. Así, frente a la extenuación provocada por una decisión arbitraria, el Romanticismo los exaltó y el ocultismo inyectó al devenir de estos guerreros nuevas notas enigmáticas, haciéndolos protagonistas de hazañas de ficción. Actualmente su fuerza simbólica es tal, que casi pudiéramos hablar de una identidad recíproca entre el Temple y la Edad Media.

En mi nuevo libro, Enclaves templarios, ofrezco un viaje por más de 500 monumentos españoles que fueron regentados por los caballeros pobres. Os dejo el booktrailer.

María Lara Martínez

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Fuentes, las XII Jornadas de la Lana y el solsticio del Medievo

Hay una aspiración utópica que todo ser humano siente alguna vez en su vida. Es la de viajar en el tiempo y situarse por instantes en la época de sus personajes favoritos. Por muchos adelantos técnicos que haya, este deseo, casi inconfesable a causa de sus altas miras, nunca podrá verse consumado en otro ruedo escénico más que en el de la imaginación porque conseguirlo sería estar convencido de que los mundos paralelos conviven con la atmósfera presente sin que nosotros nos percatemos de ello. Y tampoco es cuestión ni de empeñarse en inventar las calendas griegas ni de forzar a las ranas a criar pelo.

Pero de sueños también se vive…, y si la meta es realmente ambiciosa el caminante no puede desfallecer, no debe permitir que el calor de la senda le arrebate la ilusión, antes bien el tesón y la astucia han de ir asidos a su cayado, andando siempre de frente y  con la vista fija en el anhelo de atisbar luz entre el vellón del tiempo. Es en este orden de cosas en el que me atrevo a asegurar que, en el siglo XXI, las experiencias del recreacionismo histórico nos ofrecen un pasaporte franco de regreso  a los años pretéritos.

Sin ir más lejos este fin de semana he tenido ocasión de comprobarlo en las XII Jornadas de la Lana, organizadas por el Excmo. Ayuntamiento de Fuentes. Con la presencia de D. Benjamín Prieto, Presidente de la Diputación de Cuenca, y de D. Abel Mellado, Alcalde, en nuestra conferencia inaugural “La trashumancia como forma de vida” la Profesora Laura Lara y yo ahondamos en la trascendencia de nobles oficios que, como el del tratante, el del mayoral, el del pastor o el del esquilador, han dinamizado social, económica y culturalmente las regiones mediante la compraventa de caballerías y el desplazamiento de los rebaños por cordeles y veredas.

Al magnífico enclave serrano acudieron desde Madrid, Albacete y Alicante las mesnadas y los pastores del Medievo, capitaneados por el Grupo Recreacionista Conca. Pronto instalaron el campamento y desfilaron luciendo sus vistosas cotas de malla, eso sí protegiendo del sol las cabezas unos con yelmos, otros con crespinas y ellas con turbantes y velos. A espada lucharon en tierra llana los caballeros mientras que, en la tienda del botiquín, los hermanos hospitalarios maceraban los ungüentos.

Luego tuvo lugar la cena medieval, que encontró su prolongación en el desfile de antorchas y en la ceremonia del fuego, pues con la purificación de la hoguera y  el ritual de la queimada se dio la bienvenida al solsticio veraniego. Las jornadas etnográficas se cerraron con el nombramiento de pastores de honor y el recuerdo de los encantamientos en la Noche de San Juan. Fue un placer presentar mi libro Brujas, magos e incrédulos en la España del Siglo de Oro al atardecer del 23 de junio, por lo que desde estas líneas agradezco al Consistorio, la convocatoria, y a los numerosos lectores que acudieron a la cita, su presencia.

Un retorno al pasado que se actualiza precisamente en estas madrugadas en las que las vacas y los toros procedentes de Andalucía transitan con sus caporales y rabadanes por las cañadas conquenses en busca de los frescos pastos de la Serranía.

En vez de pedirle al tiempo que vuelva, empapémonos de los tónicos de los siglos- por supuesto de los aciertos-, para contemplar con optimismo los muchos avatares del nuestro.

María Lara Martínez