Cuentan los autores de ‘Periodismo de guerra’ (Editorial Síntesis), Pizarroso, González y Sapag que “la propaganda entendida como comunicación persuasiva de masas es una técnica tan indispensable en tiempos de paz como en tiempos de guerra”, y en particular en estos últimos la propaganda adquiere, por desgracia, un rol preponderante.

En la guerra que ha propiciado unilateralmente el presidente de Rusia, con el obvio apoyo de la mayoría de los ciudadanos de su país que la están digiriendo sin mayores problemas -en una suerte de corresponsabilidad compartida- la propaganda ha jugado un papel esencial, en particular en su fase de pre-propaganda.

Buena parte de los medios de comunicación de este país han respaldado las tesis falsas de Vladimir Putin para justificar la invasión que está masacrando un país europeo en el corazón de una Europa que aún no sabe en realidad lo que está pasando, pues de otro modo habría tomado iniciativas más coercitivas para impedir este holocausto civil por episodios, como las series que la mayoría vemos en las plataformas digitales.

El periodismo ha sido una víctima más. El riesgo de ingresar en la cárcel nada menos que 15 años por no contar desde Rusia nada que no fuera lo que el régimen dictatorial desea es demasiado elevado, y los grandes medios occidentales han tenido que echar marcha atrás y abandonar el país, incluidos medios españoles. Es fácil de entender.

En los que pienso es en los periodistas desplazados, no ya a la frontera de países que están recibiendo refugiados ucranios, sino en aquellos que están en igualdad de condiciones que los asustados civiles del ese país, bajo el riesgo de morir gratuitamente por los bombardeos indiscriminados del ejército que fue enemigo de Occidente durante década, y que gracias a otro dictador, lo vuelve a ser, y parece ser que por algunas décadas más -salvo que alguien desde dentro se subleve y ponga fin a la matanza.

Pienso en los freelancers que cobran por pieza, periodistas que se han desplazado para hacernos llegar a los demás lo poco que se puede conocer en una guerra. De ellos esperamos que, no tanto nos cuenten cómo están yendo los combates, como que nos ayuden a reflexionar y a tomar decisiones al otro lado del espanto.

Son los periodistas freelancers unos héroes de guerra a la altura de los que están demorando el irremediable e infeliz final de Kiev. Lo fueron en Siria, en Bosnia, en Irak, en Afganistán. Y en ellos pienso, desde el cinismo del periodista que de joven soñó con ser corresponsal de guerra, pero sin la madurez, preparación y valentía suficiente como para serlo.

Estos días, la FAPE y Reporteros Sin Fronteras España han pedido a los medios de comunicación que garanticen la seguridad de los periodistas españoles con los que colaboran en Ucrania. Las dos organizaciones han solicitado al Ministerio de Defensa español su respaldo con la cesión de equipos de protección, y a las empresas y a la sociedad civil colaboración para poder ofrecer chalecos antibalas y cascos que garanticen la seguridad de los periodistas en terreno.

Porque, se dice pronto, más de 70 profesionales españoles de la información cubren la guerra en Ucrania y países limítrofes.

Nos cuentan estas dos organizaciones que desde el comienzo de la invasión rusa, hace más de dos semanas, varios equipos de prensa extranjera han sido atacados y cuatro reporteros han resultado heridos de bala en Ucrania. La emergencia informativa ha provocado el desplazamiento de decenas de periodistas españoles a zona de guerra, algunos de ellos sin los adecuados equipos que garanticen su seguridad (chalecos antibalas, cascos y seguros).

“Los medios de comunicación de nuestro país están haciendo una intensa cobertura del conflicto y están obligados, éticamente, a garantizar la protección de los informadores, incluso cuando no formen parte de su plantilla o sean meros colaboradores eventuales”, dicen la FAPE y Reporteros sin Frontera.

“Por el momento, hemos contabilizado más de 70 reporteros gráficos y periodistas españoles sobre el terreno, entre los que se encuentran muchos freelancers que no cuentan con empresas periodísticas que les respalden”, subraya el comunicado conjunto.

Los autores de ‘Periodismo de guerra’ recuerdan que “toda precaución es poca” para cubrir informativamente una guerra, además de que se enfrentan a “poderosos aparatos de censura y propaganda que de manera técnica y sistemática intentan controlar la información”. Contra eso, la “mejor formación posible” adquirida previamente a visitar el país en conflicto.

Del resto, solo Dios sabe lo que le espera a cada uno, incluido al culpable de todo. Habrá que esperar al 11 de noviembre.

En el centro de la imagen, el autor de este artículo, en Mostar (Bosnia), junto a un grupo de colegas.