La necesidad de obtener, almacenar y usar energía limpia y económica que mueva nuestro día a día, ha promovido la creación de diferentes formas de gestionarla. Ahí entra en juego nuestro protagonista: las comunidades energéticas favorecen un futuro de gestión eléctrica sostenible.

La estructura más popular para el aprovechamiento de las energías renovables es el autoconsumo fotovoltaico, tanto doméstico como industrial. Sin embargo, no todas las personas disponen de un espacio suficientemente grande como para disponer de su propia instalación fotovoltaica.

La configuración de nuestras ciudades, con edificios de viviendas en las que apenas hay espacio en el tejado para instalar unos pocos paneles solares, hace que los vecinos no puedan tener su propia e individual instalación de captadores fotovoltaicos. Es entonces cuando surgen dos conceptos que se confunden habitualmente: el autoconsumo compartido y las comunidades energéticas.

Autoproducción eléctrica

Para que dejemos de confundir ambas formas de gestión de la energía que necesitamos cada día, debemos entender que es o cómo funciona cada una de ellas.

El autoconsumo compartido surge cuando varias personas, que generalmente viven en el mismo edificio o en edificios contiguos, quieren autoproducir su propia electricidad. Sin embargo, en los edificios de viviendas no hay mucho espacio para instalar paneles solares. Por ello se unen y comparten los tejados que disponen los edificios implicados, para instalar colectores solares comunes.

De esa forma participan en partes proporcionales en la inversión inicial. Se instalan contadores para saber cuánto consume cada uno y así compensar el exceso o defecto en el que cada miembro del autoconsumo compartido ha incurrido. Además, sirve para establecer las cuotas que cada miembro debe abonar para el mantenimiento anual.

En cambio, una comunidad energética puede estar formada por personas que viven separadas, pero de alguna forma quieren invertir en un modelo energético sostenible. Para ello se unen y forma una “empresa” que puede generar, gestionar, almacenar y usar electricidad generada de forma ecológica.

¿Qué son las comunidades energéticas?

Las comunidades energéticas se definen como entidades con personalidad jurídica propia. Son formadas por ciudadanos particulares, administraciones o pequeñas empresas. Su función es generar, gestionar, almacenar o consumir energía, persiguiendo un doble fin: la eficiencia energética y el ahorro de energía. En definitiva, las comunidades energéticas favorecen un futuro de gestión eléctrica sostenible.

Un ejemplo de actividades en las que se pueden basar una comunidad energética son el autoconsumo o la generación distribuida. Este tipo de comunidades ya se han implantado en nuestro país en pequeños pueblos que han aprovechado alguna infraestructura local para la instalación de paneles fotovoltaicos. De esta manera, se genera la electricidad donde se va a utilizar, simplemente se distribuye entre los vecinos del mismo pueblo.

Con ello se consiguen dos grandes ventajas. Se reducen las pérdidas por el transporte, ya que la electricidad se consume en las cercanías. Y se asegura un precio más estable y económico de esa electricidad.

Además, los beneficios ambientales también son importantes, con un aumento de energía renovable distribuida o una reducción de los combustibles fósiles empleados. Así mismo, hay mejoras sociales, con el empoderamiento ciudadano, el fomento del empleo local, o la creación de un tejido comunitario. En definitiva, una mayor participación de los ciudadanos que garantiza el derecho de acceso a una energía asequible.

¿Qué actividades desarrollan?

Según la definición de una comunidad energética, ya entrevemos las principales actividades que desarrolla en su funcionamiento cotidiano. Sin embargo, vamos a detallarlas y clarificarlas una a una:

  • Generación de energía de fuentes renovables. Es la actividad más clara y extendida en las comunidades energéticas que ya existen. Se aprovecha un espacio para la instalación de un huerto solar o un salto de agua para montar una turbina, por ejemplo. De modo que se usan plantas de generación eléctrica colectivas, y se aprovecha la energía bajo el paraguas de un autoconsumo compartido.
  • Distribución, gestión, suministro, agregación y almacenamiento de energía. Sed puede crear una comunidad energética para gestión la electricidad generada por otras entidades, de forma que los miembros de la comunidad se beneficien de esa gestión, por su precio u otra ventaja. Aunque. Lo general es realizar la gestión de la electricidad que se ha producido en una planta propia de la comunidad energética.
  • Intercambio de energía. Este ejemplo de comunidad energética se puede dar entre diferentes miembros que son autoconsumidores, pero las horas de uso o de generación entre ellos no coinciden. Por ello deciden unirse para compartir la energía generada por cada uno, de modo que configuran una pequeña red de generación, distribución y consumo. Como una batería virtual entre los miembros de la comunidad energética.
  • Servicios de eficiencia energética. La comunidad sirve para asesorar a los miembros, vecinos, comercios y empresas locales. De manera que puedan reducir sus consumos y su factura energética.
  • Movilidad eléctrica. Son comunidades que se dedican al fomento, instalación y gestión de puntos de recarga para vehículos eléctricos u otros dispositivos.
Comunidades energéticas locales con fotovoltaica

Limitaciones

La principal limitación que se encuentran las comunidades energéticas es la ausencia de un marco regulatorio adaptado a la legislación española. Esto es debido a que la Directiva (UE) 2018/2001 del parlamento Europeo y del Consejo, relativa al fomento del uno de la energía procedente de fuentes renovables, aún no se ha transpuesto en su totalidad a la legislación española.

Por ello, se está tomando como límite geográfico para las comunidades un radio de 500 metros desde la generación hasta los puntos de consumo. Esta limitación viene impuesta para las instalaciones de autoconsumo compartido, y no deberían afectar a las comunidades energéticas. Sin embargo, al no tener un marco regulatorio propio, se utilizan algunos criterios de aquellas.

Está previsto que esto se modifique y se amplíe el radio de acción a 2 o incluso a 20 km. Esto ayudaría a definir la amplitud que pueden alcanzar las comunidades energéticas. De forma que en pequeñas poblaciones puedan unirse diferentes interesados, aunque no estén físicamente juntos, para formar una comunidad energética que mejore sus recursos energéticos.