Estimados/as estudiantes:

El profesorado de los Grados de Historia y Humanidades queremos haceros partícipes de una nueva iniciativa. Se trata de que aquéllos de vosotros que queráis publicar artículos o entradas en el blog de Historia la UDIMA, podréis hacerlo, remitiendo vuestra propuesta a alguno de los profesores/as de los Grados citados, quienes los editarán bajo vuestra autoría.

Es una iniciativa que nace en esta semana dedicada al libro para incentivaros a investigar. Iniciamos estas colaboraciones con el artículo «Pelayo, duque de Asturias», de vuestro compañero Javier Arjona, que procedo a publicar.

Ánimo en vuestros estudios y buen curso,

María Lara Martínez.

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Cuando los musulmanes invaden la Hispania visigoda en el año 711, se encontrarán la Península Ibérica dividida administrativamente en ocho ducados que se correspondían con la evolución de las seis antiguas provincias romanas (Lusitania, Bética, Tarraconense, Gallaecia, Cartaginense y Mauritania Tingitana, en el norte de África) además de dos de nuevo cuño creados durante el periodo visigodo, que pudieron ser Asturias y Cantabria. En las actas del XIII Concilio de Toledo, celebrado en el año 681, se encuentran las firman de ocho duces provinciae, lo que ratifica la existencia en ese momento de los ocho ducados. El problema es que el documento no concreta los nombres de las provincias.

La región cántabra pudo empezar a tener entidad territorial a partir de la conquista de Leovigildo de Peña Amaya en el año 574, aunque es más probable que sea bajo el reinado de Ervigio (680 – 687), cuando se cree el Ducado de Cantabria (al menos es cuando tiene lugar el XIII Concilio de Toledo en que ya aparecen referenciados los ocho ducados). Dicho ducado podría haber tenido su capital precisamente en la ciudad de Amaya, hoy perteneciente al norte de la provincia de Burgos.

Algunas fuentes (1) señalan a un tal Favila, señor de Liébana y del territorio que delimitaban los ríos Sella y Deva, el primer dux cántabro elegido entre los jefes guerreros, aunque hay algunas inconsistencias que permiten descartar la vinculación entre este Favila y el Ducado de Cantabria. Este personaje será precisamente el que las Crónicas Sebastianense y Albeldense nombrarán como padre de Pelayo, el futuro primer rey de Asturias. La Albeldense reconoce a Favila como dux, pero sin determinar de qué provincia.

Sobre el ducado asturiano no existe una información clara. El Cosmógrafo de Rávena, anónimo del siglo VII, señala Asturias como una de las ocho provincias de Hispania (2) y la Crónica Rotense menciona a los gobernadores que los árabes situaron al frente de cada provincia visigoda, siendo Munuza el que se hace cargo de Asturias. Valerio del Bierzo escribirá en la segunda mitad del siglo VII, el Ordo Querimonia donde cuenta que era originario de la provincia de Asturias, lugar de espesísimas malezas, ásperas y fragosas.

Cuenta también la Crónica Albeldense que Witiza, hijo del rey Egica, residía en Tuy en la provincia de Gallaecia, y que allí también fue enviado Favila por el monarca visigodo. Entre ambos surgirá el conocido problema a causa de una mujer, que provocará la muerte de Favila a manos de Vitiza, entrando la noble familia asturiana en desgracia según sostiene Claudio Sánchez-Albornoz, quien acepta el hecho de que Favila tiene el título de dux, pero tampoco puede concretar de qué provincia (3). Este hecho le valió a Pelayo el destierro a las tierras del norte cuando viviendo en Toledo sube al trono Witiza a la muerte del rey Egica.

Otras fuentes (4) sostienen la hipótesis, sin atestiguar por fuentes directas, que Favila casi por descarte debe ser dux de la provincia asturiana, que probablemente tendría capital en Astorga. Desde luego no parece que lo fuera de Cantabria ni de Gallaecia, ya que al propio Witiza su padre le había nombrado gobernador (o dux) de Gallaecia al asociarle al trono en el año 698, según narra la Crónica Albeldense.

La Crónica Rotense indica sin embargo que Pelayo era espatario de los reyes Witiza y Rodrigo, y la Sebastianense, no enfrentada a la anterior, alude a la huida hacia el norte de los supervivientes de la batalla de Guadalete en el 711, para encontrar a Pelayo acogido por los astures probablemente debido a sus raíces familiares. Esto hace suponer que es más probable la hipótesis de que su padre fuera duque de Asturias y no de Cantabria. Esta misma Crónica es la que afirma que el comienzo de las hostilidades astures contra los invasores musulmanes, que marcará el inicio de la Reconquista, vendrá tras casarse Munuza con la hermana de Pelayo, en contra de la voluntad de éste último. Según explica la Rotense, para el gobernador bereber sería una forma de emparentar con la estirpe legítima de la provincia, reforzando más aún la hipótesis del Ducado de Asturias.

Es mas que probable que Pelayo fuera el dux asturiano heredero por sangre y Munuza el gobernador impuesto por Damasco para controlar la región tras la ocupación del 711. En la región cántabra, que permanecerá independiente tras la llegada musulmana, no habría por tanto esta bicefalia dinástico-administrativa. Años después, la Crónica Albeldense entroncará Asturias y Cantabria al narrar la llegada de Alfonso I, hijo del duque Pedro de Cantabria a tierras astures para emparentar con Pelayo, casándose con su hija Emersinda. Otro argumento a favor de Favila como dux de Asturias y no de Cantabria, ya que de otro modo siendo por lo general dinastías hereditarias, Pedro de Cantabria y Pelayo podrían haber sido incluso hermanos, lo que descartaría la necesidad de un vínculo posterior de sus hijos.

Sea como fuere, las fuentes existentes no nos permiten sino tratar de componer este puzzle histórico a partir de las hipótesis citadas no carentes de fundamento. Lo que es indudable es que la génesis y evolución de los citados ducados marca el devenir de ambas regiones en los primeros años de Reconquista como cuna del primer reino cristiano tras el 711: el reino de Asturias.

REFERENCIAS

(1) Juan Antonio Llorente. Noticias históricas de las tres provincias vascongadas en que se procura investigar el Estado Civil Antiguo de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, y el origen de sus fueros, vol. 5. Imprenta Real, 1808.

(2) El Cosmógrafo de Ravena es un extracto de mapamundi compuesto en el siglo VII, del que el autor dice que se sirvió del mapa de Castorius -siglo IV- para confeccionar sus datos

(3) Claudio Sánchez-Albornoz. El Reino de Asturias. Orígenes de la nación española, Biblioteca de la Historia, Editorial Sarpe, Madrid, 1985

(4) Arcadio del Castillo – Julia Montenegro Valentín. Don Pelayo y los orígenes de la Reconquista, en Revista Española de Historia, vol. 52, Nº 180, 1992

BIBLIOGRAFÍA

Crónica Albeldense: http://humanidades.cchs.csic.es/ih/paginas/fmh/albeldensia.htm (Link extraído el 26/07/2011)

XIII Concilio de Toledo: ‘Concilios visigóticos e hispano-romanos’, edición preparada por José Vives, con la colaboración de Tomás Marín Martínez y Gonzalo Martínez Díez, CSIC

Crónica Rotense: http://humanidades.cchs.csic.es/ih/paginas/fmh/rotensis.htm (Link extraído el 26/07/2011)

José Ignacio Gracia Noriega. Don Pelayo, el rey de las montañas. La Esfera de los libros. Madrid, 2007

Juan Antonio Cebrián. La aventura de los godos. La esfera de los libros. Madrid, 2006 Vicente Ángel Álvarez Palenzuela (coord.).

Historia de España de la Edad Media. Ariel Historia. Barcelona, 2002.

Javier Arjona.