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¿De dónde viene la especie humana?, por Javier Arjona García-Borreguero

Cuenta Platón en su Apología sobre Sócrates, que su compatriota acuñó en el siglo V a.C. la célebre frase: ‘sólo sé que no sé nada’, con la que la filosofía daría un paso al frente definiendo el conocimiento a partir de la duda. Cuando la arqueología y la ciencia no dejan de definir continuas teorías en un campo tan concreto y tan amplio como el de la Paleoantropología, el hombre no puede sino mirar atrás para darse cuenta que establecer el árbol evolutivo de nuestra especie es prácticamente una misión imposible, y que Sócrates tenía razón.

Por poner un ejemplo, los científicos de la Escuela Normal Superior de Lyon, a través de la secuenciación de ADN de la muela de un niño Neanderthal hallado en Scladina (Bélgica) confirmaban en 2006 que esta especie no podía ser antepasada de la nuestra, al no existir similitudes que pudieran derivar en un parentesco. Sin embargo en 2010 la prestigiosa revista Science publicaba la evidencia, a partir de la secuenciación del primer genoma de Neanderthal, de que en algún momento de la prehistoria ambas ramas dieron lugar a una descendencia común a partir de la cual ha evolucionado buena parte de la población del planeta. Dicho de otra forma, la especie humana llevaría por sus venas sangre Neanderthal.

¿Cuál es por tanto la verdad en este brevísimo estadio de la evolución que tuvo lugar en el intervalo de coexistencia entre ambas especies en Europa (entre 40.000 y 28.000 años)?. Si algo tan cercano en el tiempo nos ofrece dudas y desata múltiples teorías, ¿cómo podemos establecer con precisión la filogenia del Antecessor de Atapuerca, con una antigüedad entre los 1,2 millones de años de la Sima del Elefante y los 780.000 de Gran Dolina?

La realidad es que es prácticamente imposible afirmar que Antecessor sea una especie nueva como sostienen Arsuaga y Bermúdez de Castro, o una versión algo más moderna del Ergaster africano como defienden algunos paleoantropólogos norteamericanos. En este mismo año el británico Briton acusaba a los científicos españoles de haber cometido errores de datación en los fósiles de la otra especie de Atapuerca encontrada en la Sima de los Huesos, sosteniendo incluso que la especie allí encontrada es una ‘versión’ antigua de Neanderthal y por tanto no pertenecería a la especie Heidelberguensis definida a partir de la mandíbula de Mauer hallada en Alemania en 1907.

¿Quién tiene por tanto razón en este debate? Descartando quizá algo de envidia foránea por el enorme patrimonio burgalés, la respuesta sigue sin ser del todo clara. Y más oscura se torna cuando retrocedemos en el tiempo hasta hace 2, 3 o 4 millones de años, y nos encontramos con que los restos fósiles hallados casi se pueden contar con los dedos de una mano. La dificultad de encontrar un fósil de Australopithecus Afarensis es remota, por dos simples motivos. En primer lugar porque excavar un punto donde se encuentre un fósil de esta especie es como buscar una aguja en un pajar, y en segundo término porque incluso dando con la aguja, la probabilidad de que los fósiles se hayan descompuesto es superior al 99%.

Hay que imaginar por tanto que los paleoantropólogos tratan de reconstruir una evolución humana de algo más de 4 millones de años como un puzzle de cientos de miles de piezas del que apenas disponemos de una docena. Y digamos 4 millones de años por empezar en Ardipithecus Ramidus, y no entrar en el debate todavía más complejo de los hominoideos o hasta los primates, retrocediendo hasta 65 millones de años atrás para definir los desdobles de los precursores de la especie humana.

La realidad es que dada la enorme dificultad del proyecto, tiene un gran mérito que los científicos consigan definir ciertas teorías a partir de mínimos hallazgos. El problema es que las pruebas casi nunca son concluyentes, y por tanto la filogenia humana no deja de ser un conjunto de cuadros que están en continua revisión. Para poner en contexto la fotografía ‘menos equivocada’ de este complejísimo proceso evolutivo, a continuación resumo las principales teorías e incluso marco alguna pincelada fruto de una investigación personal que completa, sin contradecir, dichas teorías.

El largo recorrido a través del proceso de hominización, tendrá como punto de partida la especie que puede considerarse precursora de la nuestra, Ardipithecus Ramidus, y que vivió en África hace 4.4 millones de años. Evolucionada de los monos, Ardipithecus ya quedaba a medio camino entre los chimpancés y esa especie elegida que después se convertiría en un ser humano.

Avanzando a través de la línea del tiempo hasta hace 4.2 millones de años, los caprichos de la genética van a provocar un nuevo salto que acabará por definir un nuevo género de especies más evolucionadas. Aparecerán entonces los denominados monos del sur, los Australopithecus, nombre derivado del latín australis, del sur, y del griego pithekos, mono. El primero de todos ellos, Anamensis, con apenas 120 cm de altura y un cerebro aún similar a los monos actuales, estaba a punto de conseguir una completa adaptación a la sabana. Aún no era completamente bípedo, pero ya alternaba con frecuencia entre los hábitats selváticos y el campo abierto, en las actuales regiones de Kenia y Etiopía.

Los primeros fósiles de Anamensis fueron encontrados en Kenia por el equipo de Meave Leakey en 1995 en la cuenca del Lago Turkana (= ana mensis). Se han datado en 4.2 – 3.9 millones de años y son individuos que ya presentan unas muelas mayores y de esmalte más grueso que su predecesor.

El descubrimiento de los restos fósiles de Lucy, la llamada Eva Negra, por parte del equipo de Donald Johanson en 1974 en Hadar (Etiopía), marcó en la cadena evolutiva del hombre el salto cualitativo para su definitiva adaptación al medio. Afarensis, más evolucionado que Anamensis y surgido hace 3.9 millones de años, era ya una especie bípeda como atestiguan las pisadas registradas en Laetoli (Tanzania) descubiertas en 1976 por Mary Leakey, matriarca de la dinastía de los más afamados paleoantropólogos y suegra de Meave, la descubridora de Anamensis.

Aunque el aspecto de Afarensis era todavía similar al de un simio, ya presentaba además del bipedismo características heredadas hasta nuestros días en la mandíbula y dientes, además de la forma de la pelvis y piernas. Es curioso como la reducción de la pelvis marcará la progresiva disminución del tiempo de gestación en un ser humano hasta los 9 meses actuales, en lugar de los 21 que le corresponderían tal y como sucede con otras especies de mamíferos. Esta es precisamente la causa de la fragilidad de los bebés en los primeros meses tras su nacimiento en comparación con otras crías del reino animal.

Después de Lucy y todavía en el Plioceno (el Cuaternario no empezará hasta hace 1.6 millones de años), la evolución humana entrará en su último estadio con la aparición de los Homo, que comienzan su andadura hace unos 2.3 millones de años con el primitivo Rudolfensis hallado junto al lago Turkana. Sin embargo a partir de Anamensis y fuera de la línea que dará lugar al género Homo, comienza a disgregarse el proceso evolutivo surgiendo numerosas especies que convivirán entre si y que se acabarán extinguiendo en el continente africano.

Será el momento de gloria para otros Australopitecus, como Bahrelghazali y Garhi, ambos procedentes de Anamensis y cuya evolución llegará a un punto muerto hasta su desaparición. La primera especie fue encontrada en la región del Chad en África Central por el equipo de Michael Brunet en 1995, y tiene una antigüedad de 3.5 millones de años, mientras la segunda fue descubierta por Tim White en Etiopía en 1996, y es bastante más moderna que la anterior ya que existió hace 3 – 2 millones de años.

A su vez algunos Afarensis también evolucionarán hacia otras formas de Australophitecus, además de dar lugar al género Homo, precursor de la especie humana. En este sentido Africanus, descubierto por Raymond Dart en 1924 en Sudáfrica, y con una antigüedad de 3 millones de años aún conserva los rasgos de Afarensis como puede comprobarse en el cráneo del llamado ‘niño de Taung’.

Nuevos cambios genéticos en los Australopithecus todavía darán lugar, de forma paralela a los Homo, a un nuevo género denominada Paranthropus, que supondrá un callejón sin salida en la línea evolutiva hasta su extinción. Aethiopicus es el más antiguo, entre 2.6 – 2,4 millones de años y dio lugar a dos especies más, como eslabón perdido con el Australopithecus Afarensis.

Boisei fue hallado por Louis y Mary Leakey en Olduvai (Tanzania) y presenta una antigüedad de 2.3 millones de años, mientras Robustus se desarrolló en paralelo con el anterior hace 1.8 millones de años. Este último recibió su denominación porque sus huesos tenían un aspecto muy grueso, y a las características comunes a otros Paranthropus se añadió un torus occipital y una cresta sagital en los machos, además de reseñar un prognatismo muy acentuado.

Pero será el mayor tamaño de cerebro del género Homo, que alcanzará los 775 cm3 frente a un máximo de 500 cm3 de sus predecesores, el que haga que Habilis además de caminar a la perfección, tenga la capacidad de fabricar los primeros utensilios de piedra siguiendo el llamado Modo 1 (Olduvayense), hace 1.9 – 1.6 millones de años. Serán primitivos cantos trabajados, los ‘choppers’ y ‘chopping tools’, obtenidos a partir del simple golpeo entre si de núcleos de cuarzo o sílex.

El cerebro del Habilis aumentó como consecuencia de varios factores, pero el detonante fue la necesidad de caminar erguido por la sabana, para poder mirar por encima de la vegetación mientras cargaba con sus crías y sus útiles líticos. Además la necesidad de conseguir el alimento disponible en el nuevo hábitat, unido al hecho de empezar a consumir carne por primera vez, hará aumentar su masa cerebral y con ello acelerará el proceso evolutivo entrando en un círculo donde las causas y los efectos se entremezclarán cuidadosamente.

Esta evolución precisamente convertiría a algunos grupos de Habilis en Ergaster hace 1,8 millones de años, según atestiguan los restos fósiles hallados en Kenia. La nueva especie fue capaz de mejorar la producción de utensilios de piedra desarrollando el Modo 2 (Achelense), creando los primeros bifaces o hachas de mano. Estos homínidos tenían ya una estatura similar al hombre actual con 160-170 cm y una mayor capacidad craneal que Habilis llegando hasta los 900 cm3, y dejando entrever una cara más plana con una nariz pronunciada, alejándose lentamente del prognatismo característico de sus antecesores.

Desde este momento se produciría un hecho clave en la historia humana, que marcará un punto de inflexión en la evolución del hombre. Probablemente empujados por una creciente población que competía por los recursos naturales con grupos de su misma especie, y también con otros de especies que evolucionaron en paralelo para acabar extinguiéndose, como Robustus o Boisei, además de los últimos Habilis que no llegaron a dar el salto evolutivo, varias comunidades de Ergaster se decidieron a abandonar África por vez primera para colonizar los continentes asiático y europeo.

De esta forma se iniciaría un periplo fuera de África que ha permitido a partir de numerosos yacimientos ir completando el complejo puzzle de la evolución humana hasta nuestros días. El Ergaster africano evolucionó a Erectus en Asia poblando el continente en el periodo comprendido entre 1.7 – 0.3 millones de años y a Antecessor en Europa (1.2 – 0.7 millones de años), a la vez que continuó el proceso de cambios en los grupos de Ergaster que en aquel momento permanecieron en África, y que serían protagonistas de nuevas migraciones unos cientos de miles de años después.

Recientemente fueron hallados en 2002 en la región del Cáucaso restos fósiles de un homínido de características similares al Ergaster africano, aunque ya fuera de África. Con una antigüedad de 1.7 millones de años, Georgicus quizá se trate de uno de los primeros grupos que abandonaron África para convertirse en el continente asiático en Erectus unos miles de años después. Fue precisamente en el otro extremo de Asia, donde Eugene Dubois descubrió en Java en el año 1891 los primeros restos fósiles de Erectus, datados hace 450.000 años y a los que inicialmente dio el nombre de Pithecanthropus Erectus.

Este es el momento en el que Atapuerca entra en la escena evolutiva, ya que se trata del único asentamiento europeo conocido de los nuevos inmigrantes africanos. Los Ergaster evolucionados llegarán hasta la sierra burgalesa al yacimiento de Sima del Elefante hace 1.2 millones de años y allí seguirán hasta hace 780.000 años según atestiguan los restos fósiles de Gran Dolina.

No obstante lo anterior los controvertidos fósiles hallados en la región de Murcia y Granada, en los yacimientos de Cueva Victoria, Venta Micena y Orce, permiten establecer que quizá algún grupo de primitivos Ergaster pudo llegar antes al continente europeo a través del Estrecho de Gibraltar. El problema del famoso hombre de Orce está en que los escasos restos hallados con una antigüedad entre 1.7 – 1.4 millones de años, no han permitido aún establecer de manera oficial su pertenencia a la especie Ergaster.

En África la evolución humana había continuado paralelamente a Erectus y Antecessor, y hace 700.000 años, otros grupos evolucionados del Ergaster africano, darán lugar a una especie más moderna que de nuevo emprenderá el viaje con destino al continente europeo. A partir de los fósiles hallados en Heidelberg (Alemania) y datados hace más de 500.000 años, al nuevo pionero de gran corpulencia física, con una estatura cercana a los 180 cm y un peso de 100 kg, se le denominará Heidelbergensis. El más importante yacimiento mundial de Heidelbergensis es, como ya se ha explicado, es el de la Sima de los Huesos de Atapuerca.

Con el transcurso de miles de años, las características genéticas de la nueva especie emigrada a Europa serán paulatinamente alteradas para adaptarse a las frías condiciones del Pleistoceno glaciar europeo, y así dará lugar hace 300.000 años a Neanderthal, una especie terminal que ya no evolucionará hasta su extinción.

Neanderthal será a todas luces una especie humana, que bien podría seguir conviviendo con el hombre actual de no haberse extinguido hace unos 20.000 años. Bien adaptado al frío de la glaciación Würm, que cubrió de hielo el norte de Europa, Neanderthal inventará el Modo 3 (Musteriense) para la fabricación de útiles de piedra, que fue sistematizado y clasificado por el prehistoriador francés Francois Bordes. Su gran capacidad craneal de hasta 1500 cm3 le convierte en un individuo inteligente, de complexión fuerte y pesada musculatura, con una estatura en torno a los 165 cm.

Desde el norte de Alemania hasta Gibraltar, y desde el litoral atlántico hasta Oriente Próximo, Neanderthal ocupará la totalidad de Europa dejando constantes vestigios fósiles a lo largo del continente. Son bien conocidos los restos hallados en el suroeste de Francia, en Le Moustier y La Ferrassie, además de los de la Chapelle-aux-Saints.

Los últimos Neanderthal se extinguirán hace 28.000 años en el sur de la Península Ibérica, cuando estaban establecidos en la cueva Gorham sobre el peñón de Gibraltar, que entonces estaba situado a unos 5 kilómetros de la línea de costa. Probablemente los inventores del musteriense acabaran en este extremo suroccidental del continente, empujados por una nueva especie que todavía llegaría de África hasta Europa hace 40.000 años.

África por tanto aún guardará una última carta en la carrera evolutiva. Algunos grupos de Ergaster que permanecieron en el continente negro mientras sus familiares daban paso a Erectus y Antecessor fuera de África, todavía modificarían su ADN para dar lugar a nuestra especie actual, Sapiens Sapiens, hace 200.000 pasando por un estadio intermedio, Rodhesiensis, que completa el proceso desde el Erectus hace 600.000 años.

Sapiens Sapiens con una capacidad craneal similar a Neanderthal, sin embargo más estilizado que éste, con estaturas medias de 180 cm, será el último emigrante desde África y Próximo Oriente para colonizar todos los rincones del planeta desde hace 60.000 años. El diseñador del innovador Modo 4 (Auriñaciense) para la manufacturación de herramientas líticas, llegará hasta los confines de Asia para ocupar desde allí América a través del entonces istmo de Bering, y de Australia atravesando de islote en islote el mermado océano índico con casi 100 metros menos de profundidad debido a la glaciación Würm.

En esta etapa final de la evolución humana, Europa será testigo tras la llegada de Sapiens Sapiens de la coincidencia espacio-temporal de las dos últimas especies que han habitado el planeta. Neanderthal y Sapiens Sapiens coincidirán y competirán por los recursos naturales desde hace 60.000 hasta hace 28.000 años, en que los últimos grupos neandertales se acabarán extinguiendo.

La llegada de los primeros Sapiens Sapiens a Europa está registrada hace unos 40.000 años en varias cuevas del sur continental, desde Bacho Kiro en Bulgaria hasta El Castillo en la provincia de Santander. La subespecie llegada a la región es la que se denominará Cro-Magnon por el esqueleto hallado en la región del Perigord, en el suroeste frances. En similares fechas la cueva de Niah en la isla de Borneo es testigo de la llegada de grupos Sapiens Sapiens al sudeste asiático, mientras en América el yacimiento de Bluefish en Canadá, el más antiguo con fechas seguras, marcará el paso del hombre actual hace 15.000 años.

Para concluir esta larga carrera evolutiva, hay que reseñar el hallazgo en la isla de Flores en Indonesia de los restos fósiles de un homínido, Floresiensis, con una edad de tan sólo 18.000 años. La comunidad científica está analizando si se trata de una evolución del Erectus asiático ‘enanizada’ por el aislamiento en la propia isla, o podría ser un Sapiens Sapiens con cierta microcefalia congénita. Sea como fuere, éste y los nuevos hallazgos que estén por venir ayudarán a ir componiendo de una forma ‘menos imprecisa’, el complejo y extenso árbol de la evolución humana.

BIBLIOGRAFIA

Arsuaga, J.L., Martínez, I. (1998). La especie elegida. Madrid: Temas de hoy

Cervera J., Arsuaga J.L., Bermúdez de Castro, J.M,. Carbonell, E. (1998). Atapuerca. Un millón de años de historia. Madrid: Editorial Complutense

Fernández Martínez, Victor M. (2007). Prehistoria. Madrid: Alianza Editorial

Gibert, J. (2004). El hombre de Orce. Madrid: almuzara

Pelayo, duque de Asturias

Estimados/as estudiantes:

El profesorado de los Grados de Historia y Humanidades queremos haceros partícipes de una nueva iniciativa. Se trata de que aquéllos de vosotros que queráis publicar artículos o entradas en el blog de Historia la UDIMA, podréis hacerlo, remitiendo vuestra propuesta a alguno de los profesores/as de los Grados citados, quienes los editarán bajo vuestra autoría.

Es una iniciativa que nace en esta semana dedicada al libro para incentivaros a investigar. Iniciamos estas colaboraciones con el artículo «Pelayo, duque de Asturias», de vuestro compañero Javier Arjona, que procedo a publicar.

Ánimo en vuestros estudios y buen curso,

María Lara Martínez.

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Cuando los musulmanes invaden la Hispania visigoda en el año 711, se encontrarán la Península Ibérica dividida administrativamente en ocho ducados que se correspondían con la evolución de las seis antiguas provincias romanas (Lusitania, Bética, Tarraconense, Gallaecia, Cartaginense y Mauritania Tingitana, en el norte de África) además de dos de nuevo cuño creados durante el periodo visigodo, que pudieron ser Asturias y Cantabria. En las actas del XIII Concilio de Toledo, celebrado en el año 681, se encuentran las firman de ocho duces provinciae, lo que ratifica la existencia en ese momento de los ocho ducados. El problema es que el documento no concreta los nombres de las provincias.

La región cántabra pudo empezar a tener entidad territorial a partir de la conquista de Leovigildo de Peña Amaya en el año 574, aunque es más probable que sea bajo el reinado de Ervigio (680 – 687), cuando se cree el Ducado de Cantabria (al menos es cuando tiene lugar el XIII Concilio de Toledo en que ya aparecen referenciados los ocho ducados). Dicho ducado podría haber tenido su capital precisamente en la ciudad de Amaya, hoy perteneciente al norte de la provincia de Burgos.

Algunas fuentes (1) señalan a un tal Favila, señor de Liébana y del territorio que delimitaban los ríos Sella y Deva, el primer dux cántabro elegido entre los jefes guerreros, aunque hay algunas inconsistencias que permiten descartar la vinculación entre este Favila y el Ducado de Cantabria. Este personaje será precisamente el que las Crónicas Sebastianense y Albeldense nombrarán como padre de Pelayo, el futuro primer rey de Asturias. La Albeldense reconoce a Favila como dux, pero sin determinar de qué provincia.

Sobre el ducado asturiano no existe una información clara. El Cosmógrafo de Rávena, anónimo del siglo VII, señala Asturias como una de las ocho provincias de Hispania (2) y la Crónica Rotense menciona a los gobernadores que los árabes situaron al frente de cada provincia visigoda, siendo Munuza el que se hace cargo de Asturias. Valerio del Bierzo escribirá en la segunda mitad del siglo VII, el Ordo Querimonia donde cuenta que era originario de la provincia de Asturias, lugar de espesísimas malezas, ásperas y fragosas.

Cuenta también la Crónica Albeldense que Witiza, hijo del rey Egica, residía en Tuy en la provincia de Gallaecia, y que allí también fue enviado Favila por el monarca visigodo. Entre ambos surgirá el conocido problema a causa de una mujer, que provocará la muerte de Favila a manos de Vitiza, entrando la noble familia asturiana en desgracia según sostiene Claudio Sánchez-Albornoz, quien acepta el hecho de que Favila tiene el título de dux, pero tampoco puede concretar de qué provincia (3). Este hecho le valió a Pelayo el destierro a las tierras del norte cuando viviendo en Toledo sube al trono Witiza a la muerte del rey Egica.

Otras fuentes (4) sostienen la hipótesis, sin atestiguar por fuentes directas, que Favila casi por descarte debe ser dux de la provincia asturiana, que probablemente tendría capital en Astorga. Desde luego no parece que lo fuera de Cantabria ni de Gallaecia, ya que al propio Witiza su padre le había nombrado gobernador (o dux) de Gallaecia al asociarle al trono en el año 698, según narra la Crónica Albeldense.

La Crónica Rotense indica sin embargo que Pelayo era espatario de los reyes Witiza y Rodrigo, y la Sebastianense, no enfrentada a la anterior, alude a la huida hacia el norte de los supervivientes de la batalla de Guadalete en el 711, para encontrar a Pelayo acogido por los astures probablemente debido a sus raíces familiares. Esto hace suponer que es más probable la hipótesis de que su padre fuera duque de Asturias y no de Cantabria. Esta misma Crónica es la que afirma que el comienzo de las hostilidades astures contra los invasores musulmanes, que marcará el inicio de la Reconquista, vendrá tras casarse Munuza con la hermana de Pelayo, en contra de la voluntad de éste último. Según explica la Rotense, para el gobernador bereber sería una forma de emparentar con la estirpe legítima de la provincia, reforzando más aún la hipótesis del Ducado de Asturias.

Es mas que probable que Pelayo fuera el dux asturiano heredero por sangre y Munuza el gobernador impuesto por Damasco para controlar la región tras la ocupación del 711. En la región cántabra, que permanecerá independiente tras la llegada musulmana, no habría por tanto esta bicefalia dinástico-administrativa. Años después, la Crónica Albeldense entroncará Asturias y Cantabria al narrar la llegada de Alfonso I, hijo del duque Pedro de Cantabria a tierras astures para emparentar con Pelayo, casándose con su hija Emersinda. Otro argumento a favor de Favila como dux de Asturias y no de Cantabria, ya que de otro modo siendo por lo general dinastías hereditarias, Pedro de Cantabria y Pelayo podrían haber sido incluso hermanos, lo que descartaría la necesidad de un vínculo posterior de sus hijos.

Sea como fuere, las fuentes existentes no nos permiten sino tratar de componer este puzzle histórico a partir de las hipótesis citadas no carentes de fundamento. Lo que es indudable es que la génesis y evolución de los citados ducados marca el devenir de ambas regiones en los primeros años de Reconquista como cuna del primer reino cristiano tras el 711: el reino de Asturias.

REFERENCIAS

(1) Juan Antonio Llorente. Noticias históricas de las tres provincias vascongadas en que se procura investigar el Estado Civil Antiguo de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, y el origen de sus fueros, vol. 5. Imprenta Real, 1808.

(2) El Cosmógrafo de Ravena es un extracto de mapamundi compuesto en el siglo VII, del que el autor dice que se sirvió del mapa de Castorius -siglo IV- para confeccionar sus datos

(3) Claudio Sánchez-Albornoz. El Reino de Asturias. Orígenes de la nación española, Biblioteca de la Historia, Editorial Sarpe, Madrid, 1985

(4) Arcadio del Castillo – Julia Montenegro Valentín. Don Pelayo y los orígenes de la Reconquista, en Revista Española de Historia, vol. 52, Nº 180, 1992

BIBLIOGRAFÍA

Crónica Albeldense: http://humanidades.cchs.csic.es/ih/paginas/fmh/albeldensia.htm (Link extraído el 26/07/2011)

XIII Concilio de Toledo: ‘Concilios visigóticos e hispano-romanos’, edición preparada por José Vives, con la colaboración de Tomás Marín Martínez y Gonzalo Martínez Díez, CSIC

Crónica Rotense: http://humanidades.cchs.csic.es/ih/paginas/fmh/rotensis.htm (Link extraído el 26/07/2011)

José Ignacio Gracia Noriega. Don Pelayo, el rey de las montañas. La Esfera de los libros. Madrid, 2007

Juan Antonio Cebrián. La aventura de los godos. La esfera de los libros. Madrid, 2006 Vicente Ángel Álvarez Palenzuela (coord.).

Historia de España de la Edad Media. Ariel Historia. Barcelona, 2002.

Javier Arjona.

Tesoros del Museo Arqueológico Nacional

Al tiempo que se desarrollan las obras de remodelación del Museo Arqueológico Nacional, situado en el número 13 de la calle Serrano de Madrid, desde el 19 de octubre de 2010 está abierta al público la exposición Tesoros del Museo Arqueológico Nacional, que permite contemplar más de 300 piezas conservadas en dicha institución.

La muestra es una ocasión única para realizar un recorrido por hallazgos arqueológicos de diferentes civilizaciones y períodos de la evolución humana, ya que reúne en una misma planta del edificio piezas de distintas culturas que pueden ser observadas en una visita.

Estela de Solana de Cabañas

La exposición se inicia con los hallazgos de los tiempos prehistóricos. Por citar sólo algún ejemplo de vestigios de cada período, de la Prehistoria cabe mencionar el bifaz paleolítico hallado en el cerro de San Isidro, con una antigüedad de 200.000 años, y de la Protohistoria la estela de Solana de Cabañas (1000-800 a.C.), típica del Suroeste de la Península Ibérica en el Bronce Final, en la que podemos contemplar de forma esquemática al guerrero, con sus armas y con elementos simbólicos como un espejo.

Las antiguas civilizaciones del Próximo Oriente y de Egipto están representadas por piezas de indudable valor, como la escultura sumeria del orante de Gudea (2550-2520 a.C.) y la caja de ushebtis de la XIX dinastía (1295-1186 a.C.), procedente de Deir El-Medina.

Entre las piezas que nos permiten acercarnos a la Hispania romana, sobresale una pequeña figura de bronce fundido de Venus, datada en el siglo I d.C., realizada en un taller sirio-alejandrino.

Sarcófago paleocristiano de San Justo de la Vega

El sarcófago paleocristiano de San Justo de la Vega, de principios del siglo IV d.C., nos da cuenta de los primeros tiempos del cristianismo en la Península Ibérica. El sepulcro estuvo instalado en la catedral de Astorga, donde sirvió de enterramiento temporal al rey Alfonso III, fallecido en el año 910. En la cara frontal del sarcófago, la única que presenta decoración, se pueden contemplar escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, como Adán y Eva, el sacrificio de Abraham, la multiplicación de los panes y los peces, la resurrección de Lázaro y el arresto de San Pedro.

Tesoro de Recópolis

Uno de los pocos conjuntos monetarios visigodos que ha llegado hasta el presente es el tesoro de Recópolis, integrado por noventa tremises de oro que fueron depositados bajo el pavimento del baptisterio de la basílica durante su construcción en los años 578-579 d.C. La ciudad, que actualmente da origen a un parque arqueológico situado en Zorita de los Canes (Guadalajara), fue mandada edificar por Leovigildo para conmemorar sus victorias y en honor de su hijo, el futuro rey Recaredo.

La Reconquista está representada con variedad de piezas arqueológicas de las dos vertientes del proceso: Al-Andalus y los reinos cristianos.

En los talleres palatinos omeyas de Córdoba se realizó uno de los objetos más lujosos de la época: el bote de Zamora. Se trata de una pieza arquitectónica en miniatura tallada en dos trozos de marfil blanco obtenidos de un colmillo de elefante, en la que apreciamos motivos vegetales que se identifican con los árboles de la vida, entre los que aparecen representados animales. La inscripción que recorre el bote nos revela que se trata de un regalo mandado elaborar por el segundo califa cordobés, Al-Hakam II (915-976), para Subh, la madre del futuro heredero.

Crucifijo de don Fernando y doña Sancha

El crucifijo de don Fernando I y doña Sancha nos acerca a la iconografía del arte Románico del siglo XI. Cristo aparece en actitud serena sobre una cruz de marfil, en cuyo reverso se colocaría una reliquia de la Vera Cruz.

El sepulcro de Constanza de Castilla, nieta del rey Pedro I, es un magnífico ejemplo del arte funerario hispano-flamenco del siglo XV. Está realizado en alabastro labrado, dorado y policromado y, en él, aparece yacente el cuerpo de Constanza, priora del convento de Santo Domingo el Real de Madrid, que porta un devocionario del que fue autora.

Las edades moderna y contemporánea también son objeto de estudio de la arqueología. La silla de mano rococó, los cartones neoclásicos para tapiz, los recipientes de vidrio, cristal y oro, las piezas decorativas de marfil y porcelana y la colección numismática completan la visita por el Museo que es, realmente, un recorrido por la Historia de la humanidad.

Cartones para tapiz. Autores: Juan y Agustín Navarro. Siglo XVIII.

En definitiva, la exposición Tesoros del Museo Arqueológico Nacional permite a conocer las principales obras conservadas en dicha institución, así como ayuda a transmitir la idea de que la arqueología no está reservada únicamente al estudio de la Prehistoria o de la Antigüedad, sino que los objetos materiales de todas las épocas son materia de análisis arqueológico, en tanto que como dijera Michel de Montaigne «el hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento».

Imágenes procedentes de la página web del Museo Arqueológico Nacional: http://man.mcu.es/coleccion/CatalogoTesoros.html