Son dos de las ramas que suelen estar más presentes en el imaginario popular cuando se habla de ser psicólogo: el psicólogo clínico y el psicólogo general sanitario. Para conocer más en detalle las diferencias entre estas dos figuras reguladas, la UDIMA proseguía esta semana con el ciclo de ponencias ‘Y despúes de graduarme en Psicología ¿qué?’. Tanto el psicólogo especialista en Psicología General Sanitaria como el de Psicología Clínica requieren de sus respectivos títulos para trabajar con pacientes; y para acogerse a sus regímenes económicos.

La coordinadora del Máster en Psicología General Sanitaria de la UDIMA, María Rueda, detalló en primer lugar las particularidades que tiene este camino profesional. Y que permite a los psicólogos investigar, intervenir y evaluar sobre «aquellos aspectos del comportamiento y la actividad de las personas que influyen en la promoción y mejora de su estado general de salud, siempre que -principal diferencia con la especialidad clínica- dichas actividades no requieran una atención por parte de otros profesionales sanitarios», explicaba Rueda.

El título de UDIMA, como cualquier otro, es oficial y habilitante, regulado por la Ley de Salud Pública 33/2011 y la Orden ECD/ 1070/2013 que regula los contenidos del máster. Para acceder al máster, que requiere de título universitario (Grado o Licenciatura) en Psicología, se evalúan la calificación media de dicha formación universitaria, así como la experiencia previa que se pueda acreditar en este campo. Rueda describió con detalle la distribución de los 90 créditos ECTS de las dos promociones (febrero y septiembre) del título de la UDIMA.

El título se organiza en tres semestres de 30 ECTS organizados de la siguiente forma: 5 asignaturas en el primero; 2 asignaturas, 1 optativa (neuropsicología, psicofarmacología clínica o programas preventivos y de promoción de la salud) y prácticas externas (1ª parte) en el segundo; y prácticas externas (2ª parte) y TFM en el tercero y último. Las prácticas externas se deben superar en centros sanitarios registrados y de forma presencial, siempre.

PIR, la «visión completa» de la persona

Por su parte, la coordinadora del Grado en Psicología, Irene Caro, desenmarañó los entresijos del camino de la psicología clínica, que comúnmente se conoce como PIR (Psicólogo Interno Residente) en referencia al periodo de formación; la residencia clínica. Es la especialidad que aborda los procesos y fenómenos psicológicos implicados en todos los procesos de salud y enfermedad.

Se encarga de «desarrollar, aplicar, contrastar principios teóricos, metodológicos, procedimentales e instrumentos que sirvan para observar, predecir, explicar, prevenir y tratar trastornos y enfermedades mentales, o problemas emocionales y cognitivos del comportamiento, así como de ajuste a las problemáticas de la vida, incluyendo otras enfermedades físicas que puedan afectar al bienestar de la persona». Una «visión completa de la persona»; «un todo» que va de la salud a la enfermedad, matizaba Caro.

Regulado por el Real Decreto RD 2490/1998 y la Orden SAS 1620/2009, la profesión psicológica clínica permite ejercer en cualquier entorno sanitario y socio-sanitario público y privado, y en cualquier etapa vital. El título lo emite el Ministerio de Sanidad (y no el de Educación como en el caso anterior), y requiere de un título universitario, así como fundamentalmente superar el examen de acceso y la residencia PIR: cuatro años de formación eminentemente práctica (unas 2.000 horas teóricas de 6.000) en un hospital o centro adscrito a este.

Un ‘maletín vital’

El alumno que accede a su plaza (en casi cualquier hospital público de España) acudirá como un trabajador por cuenta ajena más, con su horario, salario y cobertura laboral por contrato con el INSALUD. Un día a la semana recibirá formación teórica, pero el resto irá rotando por los diferentes servicios o áreas sanitarias del hospital (cada ‘x meses’), con unos meses extra de libre elección (para ampliar o elegir otra especialidad).

El residente irá ganando en autonomía y responsabilidad clínica profesional cada año, después de superar un examen que permita evaluar que ha adquirido los conocimientos necesarios para pasar al siguiente año de residencia. Primero acudirá acompañando al profesional en ejercicio en cada área, después comenzará a intervenir bajo la supervisión de este, y progresivamente irá elaborando una «agenda propia» de pacientes y visitas. Eso sí, siempre habrá una tutela o supervisión del profesional al cargo en el área o el tutor de residencia.

Caro destacó especialmente el carácter de «experiencia vital» que tiene esta opción profesional, pues se coincide con muchos perfiles diferentes de personas: alumnos en formación (una «familia de aprendizaje»), otros profesionales en activo que «acompañan y guían», así como los tutores y su función de «maternaje» fundamental. Y por si fuera poco, el periodo de rotación de libre elección permite escoger centro sanitario en cualquier lugar del mundo: tres o cuatro meses con salario en Sídney, Nueva York,, Buenos Aires, Senegal…

«Se trata de una experiencia de crecimiento vital muy grande», proseguía la profesora de la UDIMA. Además de una experiencia profesional que toca con múltiples expertos y materias, «para elaborar nuestro propio maletín de herramientas» como profesionales de la psicología clínica.