Archivos de Autor: Luis Miguel Belda

La malentendida autonomía del periodista

Me decía un joven periodista: “En la Facultad me enseñaron que sobre los periodistas tenía que prevalecer la autonomía en su trabajo, pero creo que falté a clase el día en el que explicaron que ser autónomo es otra cosa”. Y así es hoy el periodismo, un juego de palabras entre ser autónomo y ser autónomo.

En el ejercicio del periodismo, ser autónomo es un plus, pero parece que no siempre se asocia ello a la seguridad laboral del periodista.

Según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM, aunque los medios digitales se van consolidando poco a poco como entornos laborales habituales tanto para los periodistas contratados como para los autónomos, el peso de los medios convencionales es indudable.

Así, de los periodistas contratados el 80% lo hace en digitales (diarios, redes sociales y radio o audio digital), por el 61% que lo hace en convencionales (televisión, radio y diarios en papel); una diferencia que aún se acentúa más en el caso de los autónomos.

La figura del periodista autónomo ha entrado con fuerza en el mundo de la comunicación. Un periodista que debe hacerse cargo de su propia seguridad social, etcétera. Un periodista freelance, llamado, a veces, a la precariedad, sin la seguridad de una nómina fija al mes. Y, en todo caso, siempre peor pagado que el periodista contratado.

Las cifras nos dan una idea interesante del panorama actual. De los encuestados en el informe citado, en Periodismo 361 son contratados frente a 116 que son autónomos, pero en Comunicación (corporativa) 262 son contratados y 72 autónomos, lo que pone de relieve que en el periodismo convencional el periodista está algo más desasistido que en el de comunicación.

Hasta el salario los autónomos lo llevan peor. Los porcentajes de profesionales autónomos que ingresan menos son mucho mayores: la mitad de los periodistas freelances y el 38% de los comunicadores ingresan menos de 1.500 euros mensuales. Ese es otro techo de cristal, además del de género, que debería revisar la autoridad competente, sea cual sea.  

Con todo, porque no sean todas malas noticias, uno de los aspectos más positivos que revela la última encuesta profesional es el importante descenso de los falsos autónomos en periodismo, es decir, aquellos periodistas dados de alta como autónomos y que trabajaban integrados en la estructura de un medio informativo, cumpliendo horarios y en muchos casos con lugar de trabajo propio, pero sin estar dados de alta.

En los últimos cinco años, y en gran medida como consecuencia de la ofensiva de la Administración contra esta figura laboral fraudulenta, los falsos autónomos en periodismo pasaron del 20 al 6%. Junto con ellos, el porcentaje de autónomos que colaboran en más de una empresa también creció significativamente en el último lustro.

En cuanto a la elección de la condición de autónomo, y al igual que se señalaba en el Informe del año pasado, se aprecia un incremento en el de autónomos que lo son por elección propia (del 25 al 35%, entre 2018 y 2022), aunque siguen siendo muchos más quienes se vieron forzados por las circunstancias. Sí puede señalarse que entre los autónomos “por vocación” abundan los autónomos menores de 29 y entre 30 y 44 años.

En línea con lo anterior, debe destacarse que la principal ventaja del trabajo autónomo consiste en “organizarme yo mi propio trabajo”, que cita el 79%, por delante de “no estar supeditado a las imposiciones organizativas de otros”.

La mayoría de periodistas, a favor de más formación en comunicación empresarial

Es un sinvivir cada año. Periodista versus periodistas. En un contexto, el de la comunicación, en el que a un lado del océano hay periodistas al uso, los que informan a diario de las noticias de actualidad, y los periodistas en creciente uso que hacen lo mismo, pero de las empresas en las que trabajan como miembros de su departamento de Comunicación, en lo que sí se pone de acuerdo el 86% de los encuestados es que es más necesario que nunca formar en comunicación empresarial.

En esencia porque el periodista ya se sitúa, casi en igualdad de condiciones, en un periódico, radio o televisión como en un gabinete de prensa. Cada vez se diluye más la distancia que separa las labores en origen de un redactor jefe en un medio convencional de la de un director de comunicación o jefe de prensa.

Según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM, por lo que respecta a la consideración de la comunicación corporativa como una actividad periodística, hay pocas variaciones respecto a encuestas anteriores, y así mientras que el 54% de todos los encuestados considera que no lo es, el 46% restante sí lo cree.

La opinión se polariza si la pregunta se le hace a los periodistas y comunicadores por separado. Los argumentos que esgrimen unos y otros son asimismo conocidos, y si el 84% de quienes no la consideran dicen que es porque “no trata de informar sobre la actualidad, sino en función de los objetivos de la empresa”, los que sí lo hacen en un 76% se decantan porque consiste en “comunicar unos contenidos a terceros”.

Ahora bien, y posiblemente como consecuencia de su importancia desde un punto de vista laboral, de forma muy mayoritaria -el 86% de los encuestados- piensa que en los planes de formación de los periodistas debería darse más importancia a la comunicación empresarial. Pues habrá que verlo.

La móvil (ización) del periodismo

“El público ya contesta a cuatro de las uves dobles del periodismo con el móvil y al periodista solo le queda responder el por qué y el cómo”. Lo explica con palabras sencillas para que todos lo entendamos Urbano García, director de Innovación y Digital de RTVE y uno de los ‘padres’ del llamado periodismo MOJO, el periodismo móvil, en España; sí, el periodismo que hace del teléfono inteligente o smartphone su razón de ser y herramienta fundamental.

La comunicación (es) móvil. Generación de contenidos en la era digital’ es como tituló su ponencia este periodista, adalid del periodismo móvil en España, y generador también, como él mismo admitió, de enemigos dentro de la propia profesión durante el camino que lleva andado para poner en valor el MOJO, que dicho así recuerda a una salsa.

Pero el MOJO (Mobile Journalisme) es más que eso. Sus defensores afirman que es la última revolución que ha venido para quedarse en el periodismo, pues ¿qué cabe esperar que sustituya al smartphone en el medio plazo?

García fue invitado a las Jornadas de Trabajo y Formación APAU, que se celebraron en Santiago de Compostela, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de su universidad (USC), convocadas por la Comisión de Comunicación de las Universidades Españolas (CdCUE), de la CRUE, en las que estuve presente como dircom y profesor de Periodismo en la Universidad UDIMA.

Allí no pocos periodistas y profesionales audiovisuales tomaron nota a rabiar del modus operandi y herramientas puestas al servicio de esta modalidad de periodismo, que no es sino el periodismo de toda la vida, pero con instrumentos menos pesados, por decir algo. Ideal para un corresponsal de guerra. Un smartphone, que no necesariamente debe ser caro, presenta, a día de hoy, calidades de imagen y una versión pro que no todos conocen ni reconocen.

El MOJO no es nuevo. Tanto es así que existe un universo de útiles y softwares, tanto para Android como para iOS, a disposición del periodista y del técnico. Desde autocue gratuitos, o editores como Flexclip, el Cinamaker para convertir el móvil en una multicámara, el DALL-e, del OPEN AI, el Narakeet o el Synthesia, que es la inteligencia artificial al servicio del periodista o técnico.

Y, para empezar, nada mejor que tener entre las manos una guía que adentre al periodista en el MOJO ¿Por qué no empezar con esta: https://matiasamigo.com/?

El día que vi a los padres de Miguel Ángel Blanco camino del hospital

Ermua es una localidad encajonada entre montañas arboladas. No es distinta de cualquier población del País Vasco, muy propia de la orografía que caracteriza esta comunidad. Mondragón le sigue a la zaga. Ambas localidades están relacionadas por dos de los sucesos más macabros de la historia reciente española: el secuestro en Mondragón durante casi dos años de un funcionario de prisiones bajo tierra, José Ortega Lara, y el asesinato a sangre fría con fecha de caducidad de un joven concejal del PP, Miguel Ángel Blanco, en las inmediaciones de Ermua.

Julio de 1997, que parece tan lejano, hace ya 25 años, le parecen a este periodista que fue ayer. Entonces acababa de cumplir 33 años y cubría para una agencia de noticias el área de Interior. Un año antes, en 1996 enfrentaba el asesinato de Francisco Tomás y Valiente. Con el tiempo llegué a conocer a su hijo, incluso le entrevisté en nuestra universidad.

Con Baltasar Garzón

Yo era por entonces lo que se conoce como un periodista de provincias, aterrizaba de Mallorca, y mi experiencia en este ámbito se limitaba al frustrado intento de asesinato del Rey Juan Carlos por parte de un terrorista de ETA, un caso que instruyó el juez Baltasar Garzón, a quien vi en Palma para la ocasión y, lo que son las cosas, conocí después en Madrid, ya siendo él solo abogado y yo profesor de Periodismo Judicial en la UDIMA.

Como ciudadano, siempre seguí los brutales crímenes de ETA; como periodista, mi bautismo a lo grande se produjo ya en Madrid. Y fue en 1997, en ese mes de julio que ahora conmemora su primer cuarto de siglo, cuando para ese periodista de provincias se produjo un antes y un después. En muy pocos días hube de subir dos veces al País Vasco, primero a Mondragón, donde tuve ocasión de bajar al zulo en el que moría lentamente Ortega Lara, y, unos días más tarde, a Ermua, donde asistí por primera vez a una escena inaudita en aquella comunidad: el asalto (aunque solo fuera a la fachada) de una sede de Herri Batasuna. La indignación por el asesinato pocas horas antes de Miguel Ángel Blanco hizo perder el miedo a unas calles tomadas hasta entonces por los clientes de las herriko tabernas y por el silencio de todos los demás. Lo vemos muy bien en la magistral descripción que hace Fernando Aramburu en ‘Patria’.

(AP Photo/El Mundo, Tono Gallego)

ETA no tardó en vengarse tras la liberación de Ortega Lara. Ya lo avisó entre líneas un dirigente de HB, hoy en la directiva de la coalición que apoya al Gobierno de Pedro Sánchez en su recién anunciada nueva memoria histórica. Una tarde calurosa de Julio intentó sin éxito secuestrarle, pero esa noche, Blanco durmió tranquilo. Al día siguiente sí salió bien la operación y, atado de pies y manos, se mantuvo en el maletero de un vehículo durante las horas previas a su asesinato. ETA daba un plazo para que el Gobierno trasladara a todos los terroristas de ETA al País Vasco. Pedía la luna, la que ya no vería jamás el concejal del PP a quien se homenajea estos días.

El Ayuntamiento de Ermua se convirtió para los periodistas en la sede de trabajo, desde donde enviar las crónicas. Recuerdo bien que la Agencia EFE ya disponía de portátiles por medio de los cuales enviaba directamente sus noticias. Nosotros aún usábamos la clásica llamada telefónica y un compañero nos grababa en la redacción para luego transcribir el texto. ¡Cómo ha cambiado la tecnología nuestro trabajo!

Siendo como era el único corresponsal por mi agencia en el lugar, hube de elegir dónde posicionarme. Todo el mundo esperaba ver qué pasaba cuando concluyera el plazo. Entre el Ayuntamiento de Ermua o frente a la casa de los padres de Miguel Ángel, elegí lo segundo. Jamás olvidaré cómo nos enteramos muchos del fatal desenlace: En la espera vimos salir por la puerta de la vivienda familiar a los padres de Miguel Ángel, que se subieron a un vehículo y se marcharon a la carrera. Alguna emisora de radio ya daba la noticia de que se había encontrado el cuerpo, aún con vida en ese momento, de Miguel Ángel Blanco. Pero los fatales proyectiles cumplían al poco su misión. Al presunto autor o al menos presunto responsable de aquello se le arrestó cuatro años después tomándose un aperitivo en una terraza en Francia. Hoy está en la cárcel, en absoluto arrepentido y esperando su salida de la misma para retomar su vida.

RTVE

A mis alumnos de Periodismo Judicial les sugiero que observen en su trabajo la mayor objetividad posible, pero sin olvidar que lo que les hace realmente humanos es su subjetividad. En el equilibrio entre objetividad y subjetividad está el periodismo más cierto, y mi equilibrio como profesional lo alcancé aquel día que vi a los padres de un moribundo correr para despedirse de su hijo de 29 años, los mismos años que seguramente no cumplirá su asesino en prisión.