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‘Generación de la pandemia’ y brechas educativas: evidenciando (e incrementando) una desigualdad previa

Con relativa frecuencia encontramos en los medios de comunicación nuevas etiquetas que vendrían a describir generaciones emergentes, que habrían de mostrar algún rasgo característico (y diferencial) con respecto a otras generaciones previas. Muchos se aventuran en la búsqueda de estos “tipos humanos”, presentados después como si del descubrimiento de una nueva especie animal se tratara. Por ej.: la generación de las ‘brechas educativas’.

Así, periódicamente brotan calificativos más o menos ingeniosos que tratan de hacer camino en el competitivo mundo de la atención mediática (y, más aún, en el vocabulario colectivo), asociados a determinados grupos de edad que, de modo siempre exagerado, señalarían la existencia de una brecha con respecto a sus predecesores en cuanto a sus modos de vida, visiones del mundo, mentalidades, etc. Por supuesto, quienes nos dedicamos a la sociología recelamos de este tipo de ejercicios, que abusan de una de esas nociones que, para nosotros/as, llevan colgado un cartelito de “manejar con precaución”: la noción de ‘generación‘.

De entrada, en sociología, una generación no se define por la mera pertenencia a un grupo de edad (por haber nacido el mismo año, como si de un horóscopo se tratase), por cuanto es un exceso de simplificación (nada inocente, por lo demás) homogeneizar bajo una misma etiqueta al joven obrero que trabaja en una fábrica y al hijo del dueño de la fábrica, por más que en sus carnés de identidad aparezca la misma fecha de nacimiento. Ya lo exponía Enrique Martín Criado en su Producir la juventud, obra de cabecera de muchos de quienes nos hemos dedicado al análisis de la cuestión juvenil.

Generación del confinamiento

Para nosotros, desde la obra clásica de Karl Mannheim, el surgimiento de una generación está siempre asociado a un hito histórico ciertamente crítico, en el sentido de marcar una época y quedar como huella en los individuos que, en ese momento histórico concreto, se encuentran en proceso de desarrollo vital. En ese sentido, esta vez sí, seguramente podamos entender que la pandemia que hemos vivido en los últimos años reúne las condiciones para incidir suficientemente en la sociedad y en sus miembros como para que se pueda hablar con propiedad de una ‘generación de la pandemia’ (que cada quien imagine el nombre que quiera darle).

Una vez discutida la pertinencia de considerar el impacto de la pandemia de COVID-19 como “hito suficientemente traumático” a nivel social, quedaría precisar el segundo término de la ecuación propuesta por Mannheim. El relativo al momento de “desarrollo vital” de quienes se verían más afectados por la crisis que supondría el germen de la generación naciente. Así, como en la crisis de 2008 podíamos fijar nuestra atención en los jóvenes universitarios, en el actual contexto social seguramente deberíamos mirar hacia los niños que se encuentran en edad escolar, que han experimentado en los últimos años una especie de “paréntesis” en su formación en una edad fundamental para su desarrollo posterior.

Sin entrar a valorar los efectos emocionales y de relación social que ha tenido el confinamiento y las posteriores medidas de vuelta progresiva a una pretendida normalidad, parece evidente que el mero hecho de haber visto interrumpida la presencialidad escolar durante un largo período de tiempo puede haber tenido impactos en el conjunto de su trayectoria formativa que solo con el tiempo podremos calibrar de un modo afinado, aunque desde el comienzo se vienen planteando estudios que apuntan esa tendencia.

¿Nuevas brechas educativas?

Desde hace décadas, son muchos los sociólogos que vienen denunciando el carácter reproductivo del sistema educativo, el cual, por obra u omisión, acaba contribuyendo a mantener en el tiempo (a reproducir) las desigualdades sociales de partida: el origen social pesa más que las aptitudes (y actitudes) personales a la hora de alcanzar un determinado rendimiento escolar y, con ello, una posición más o menos ventajosa en la estructura ocupacional de nuestra sociedad. Las diferencias materiales entre centros escolares eran ya muy evidentes antes de la pandemia, pero quedaron de manifiesto de un modo descarnado tras (y durante) ella.

Las crónicas periodísticas de aquellos momentos están llenas de referencias a las dificultades que algunas familias tenían para lograr que sus hijos siguieran el curso en el nuevo contexto online. Al tiempo que otras familias, en mejor posición social (y asistiendo a centros mejor dotados), apenas encontraban obstáculos en ese sentido. No se trata tan solo de carencias materiales (tener o no una tablet, un portátil… conexión a internet), sino que las propias competencias digitales de estudiantes y familias (el habitus de Bourdieu, podríamos decir) contribuyen a explicar esta brecha educativa entre estudiantes.

La pandemia no ha hecho más que evidenciarla y exacerbarla, pero siempre ha estado ahí y no es más que una representación de una brecha social más amplia, que encuentra en el ámbito educativo (desde las clases particulares hasta las posibilidades de cursar un máster) uno de sus principales campos de manifestación.

Todas las personas que en aquel momento se encontraban dentro del sistema educativo pasaron por la situación derivada de la pandemia, pero es bastante evidente que dicha situación no paso a través de ellos de la misma manera. El confinamiento (y todo lo que siguió después) vino a evidenciar las diferencias materiales y culturales entre las familias. Vino, asimismo, a mostrar la importancia que tiene el sistema educativo y sus profesionales (con sus medios y con sus lógicas de funcionamiento) en la consecución de una sociedad más igualitaria y en la reducción de las brechas de todo tipo. Pero tal vez suceda que dicho fin no sea el que verdaderamente persigue el sistema educativo actual.

diversidad educación inclusiva

Educación inclusiva: cinco posibles diálogos

Es posible dialogar sobre educación inclusiva situando la conversación en diferentes planos. Cada uno de esos planos permite mostrar una imagen parcial de todo lo que significa o puede significar la educación inclusiva en la actualidad. En las líneas que siguen proponemos cinco posibles conversaciones sobre educación inclusiva.

1. Podemos dialogar sobre educación inclusiva retomando directrices internacionales del más alto nivel…

La educación inclusiva es un derecho humano reconocido de todos los niños y niñas de nuestra sociedad (Naciones Unidas, 2006). Cuando decimos todos los niños y niñas enfatizamos que no solo hablamos de aquellos considerados con discapacidad; hablamos de todos y todas con independencia de su género, origen social, diversidad sexual, capacidad o cualquier otra forma de diversidad. Además, forma parte de la Agenda 2030 de la UNESCO (2015), siendo el Objetivo de desarrollo Sostenible número 4.

Centrar nuestro diálogo en este punto puede permitirnos tomar conciencia del valor que tiene la educación inclusiva dentro del marco social normativo. No estamos hablando de algo que podemos hacer o no hacer (según consideremos), tampoco estamos hablando de un asunto marginal o de más de lo mismo… Más bien estamos hablando de un derecho fundamental que, como señala la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet (2019), contribuye al cumplimento de otros derechos, como la inclusión en la sociedad.

2. También es posible bajar nuestra conversación a lo más íntimo de la vida de las personas…

Este diálogo nos permite pensar en la experiencia educativa y de vida de todos los niños y niñas de nuestra sociedad. La mirada inclusiva permite interrogarnos sobre aspectos fundamentales de la educación y que afectan a cada niño y cada niña: ¿aprende y participa junto a sus iguales con independencia de su género, capacidad, origen cultural, social u otra situación?, ¿o es segregado en base a algún criterio de diversidad? ¿Se siente querido, reconocido, valorado y su voz es escuchada? ¿O, por el contrario, se siente infravalorado o menospreciado? ¿Aprende el máximo de sus posibilidades o fracasa escolarmente?

También podríamos pensar en cada una de las familias de esos niños y niñas. Si algo también está claro en materia de inclusión y nos muestran las experiencias internacionales (Echeita y Simón, 2020) es que la educación inclusiva no puede construirse al margen de las familias: ¿se escucha la voz de las familias en la construcción de la escuela inclusiva?, ¿se les otorga un papel de actores en ella? Así, esta conversación daría cuenta de aquello que puede significar la educación inclusiva en la experiencia vital de las personas.

3. Podríamos además hablar de las limitaciones y contradicciones de la puesta en acción de la educación inclusiva…

Aunque sea un derecho humano reconocido encontramos niños y niñas que viven segregación, marginación y fracaso escolar en nuestros sistemas educativos (UNESCO, 2020). De hecho, para algunos, estamos en claro riesgo de entender la educación inclusiva como obra maestra de la retórica porque representa una ética ideal sólida y firme, fácil de aceptar y difícil de rechazar, pero con menos representación en las acciones (Norwich, 2014).

Desde este diálogo podríamos evidenciar lo retador que supone desarrollar la educación inclusiva en los contextos particulares (Powell, et al 2015): supone movilizar el conocimiento teórico al práctico, concretar los presupuestos internacionales en acciones específicas en las aulas, implica abordar dilemas cuya resolución no siempre deja contento a todas las partes…

No se puede abordar el desarrollo de una educación inclusiva desde acciones preestablecidas e iguales para todos los contextos. Cada lugar debe concretar con los agentes sociales implicados: políticos, familias, profesorado, alumnado, etc. cómo proceder. Supone un importante reto social que afecta a múltiples contextos y agentes sociales.

4. Podríamos pararnos a conversar específicamente acerca de uno de los contextos protagonistas: las escuelas.

Una escuela inclusiva no es aquella que tiene un alto número de alumnado considerado con necesidades educativas especiales. Más bien es una escuela abierta a la diversidad humana y comprometida con un proceso de mejora escolar que persigue reducir toda forma de exclusión. Desarrollar una educación inclusiva implica pensar, dentro de las propias escuela, sobre (Booth y Ainscow, 2015):

  • La presencia del alumnado: ¿se permite estar al alumnado con independencia de su diversidad en la escuela y en su aula junto a sus iguales?
  • La participación: ¿se escucha la voz del alumnado?, ¿se contribuye a que se sienta parte de la comunidad educativa y reconocido y valorado por sus iguales y su profesorado?
  • El aprendizaje: ¿se permite al alumnado que desarrolle el máximo de sus competencias?

Todo esto implica reducir o eliminar todas las barreras físicas o mentales (en forma de prejuicios o actitudes negativas) y centrarnos en potenciar los facilitadores o apoyos que tienen las comunidades educativas para construir culturas, políticas y prácticas más inclusivas.

5. El último de los posibles diálogos sitúa la reflexión hacia la acción: ¿la educación inclusiva para cuándo?

Llevamos mucho tiempo hablando e investigando sobre educación inclusiva y ahora toca hacer. Lo indica, incluso, Naciones Unidas (Observación General n.4, 2016). Tenemos experiencias de éxito que pueden inspirarnos, como es el caso de Portugal, Canadá, Reino Unido o Italia (Echeita y Simón, 2020), y también tenemos mucho saber escondido en las propias escuelas (Korgaard, et al, 2018) que podemos poner en valor y usarlo para aprender.

Terminamos la reflexión retomando la visión inspiradora sobre el ser humano de Freire (2009): somos seres de creación, seres de posibilidad, no de determinismo. Por tanto, en nuestras manos está la posibilidad de construir una escuela distinta que permita responder a toda la diversidad y que contribuya a la construcción de una sociedad más equitativa y con mayores niveles de justicia social.

microlearning Telegram UDIMA

‘Microlearning’ vía Telegram, estudio online dinámico y flexible

La Universidad UDIMA, en la segunda convocatoria de ayudas a proyectos de innovación educativa, aprobó recientemente el proyecto de investigación Microlearning vía Telegram en docencia universitaria online. Una iniciativa desarrollada por tres profesores de la Universidad que busca «impulsar la renovación metodológica, la mejora educativa y la integración de tecnologías emergentes en el sistema de enseñanza online», defienden.

Un enfoque «didáctico e innovador» que esperan aporte «aire fresco» al estudio de las asignaturas, explica Aitana González. La docente respalda la necesidad del proyecto en la creciente demanda social por personalizar la educación de los conocimientos Universitarios, así como potenciar la innovación tecnológico-pedagógica y la motivación del estudiante. La estructura de las asignaturas se mantiene: actividades, controles y aula virtual.

«Lo nuevo es el diseño», continúa González, apoyado en el microlearning o microaprendizaje. Un sistema que fragmenta el contenido teórico-práctico en «pequeñas píldoras de conocimiento» para explicar conceptos y herramientas, desgrana la profesora del área de ciencias del trabajo de la UDIMA.

El segundo aspecto innovador es el medio que utiliza la UDIMA para realizar parte de las actividades de evaluación continua (AEC). Los estudiantes participarán a través de un grupo en la aplicación de mensajería Telegram, apunta el profesor Luis Manuel Fernández. Sólo tienen que crearse un alias o usuario, y nadie accederá a sus números personales, tranquiliza el profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades.

Telegram: participación «flexible y dinámica»

La iniciativa incluye dos cuestionarios, uno al inicio y otro al final del proyecto. El primero verifica los conocimientos previos de las asignaturas en que se aplicará esta metodología. El segundo se recogen datos sociodemográficos. Durante las cuatro semanas estipuladas para realizar y entregar las AEC programadas, los alumnos reciben material audiovisual y publicaciones, que deben comentar entre ellos en el grupo creado.

Los profesores de la UDIMA durante la presentación del proyecto educativo a los alumnos.

Como detalla la profesora Arina Gruia de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UDIMA, también se plantearán cuestionarios y y trabajos breves en el aula virtual. La valoración final de las AEC dependerá del «grado de participación» en el grupo de Telegram, así como de las respuestas ofrecidas en el aula virtual, abunda.

«Los dispositivos móviles se han convertido, para bien y para mal, en objetos casi omnipresentes en nuestras vidas, por lo que la interacción a través de Telegram hará que tengamos más ‘a mano’ la posibilidad de participar y mantener el ritmo de los estudios, flexibilizando el cuándo lo hacemos», resume González. Así se fomenta la interacción y el estudio de manera «dinámica» y adaptada a las «necesidades e intereses» de cada alumno.

educación música

¿Por qué es necesaria la asignatura de música?

Cada curso académico me encuentro con alguna persona, incluso compañeros docentes, que cuestiona por qué se imparte o para que sirve la música en las enseñanzas de régimen general y en concreto en educación infantil, primaria o secundaria. Es evidente que la enseñanza musical en estas etapas no persigue crear artistas o músicos, aunque puede despertar su interés y se pueden detectar talentos. El objetivo de esta asignatura es educar con la música, agudizar los sentidos y estimular valores culturales.

La música contribuye al desarrollo de la personalidad y de la inteligencia. Diversas investigaciones confirman que las clases de música desde la edad infantil desarrollan capacidades de los escolares: ayuda al perfeccionamiento auditivo, contribuye al desarrollo psicomotriz, mejora el desarrollo de la memoria, favorece la capacidad de expresión, fomenta el desarrollo del análisis del juicio crítico e integra el saber cultural y el gusto estético.

A lo largo de la historia, la música ha formado parte de nuestras vidas desempeñando diversas funciones, en su mayoría sociales o religiosas. Pero es en la Grecia clásica cuando se la empieza a dar un valor educativo para la formación de los futuros ciudadanos. Diferentes filósofos y pedagogos entre los que podemos nombrar a Platón, Lutero, Comenio, Rousseau, o Pestalozzi destacan su contribución a la educación moral y cívica, y recomendaron y lucharon por la implantación de la música como materia de estudio en sus sistemas educativos.

Música en la Escuela Nueva

Durante el primer tercio del siglo XX los planteamientos de la Escuela Nueva dejaron sentir su influencia en la educación musical. Propone una educación activa y subraya el valor educativo de las distintas artes entre las que se encuentra la música, y promueve su introducción en los programas escolares en un lugar destacado.

Una de sus representantes más conocidas es María Montessori que muestra su interés por la música como valor formativo y explica de qué manera se establece el contacto entre el niño y la música y cómo ésta puede ser utilizada en la enseñanza de los pequeños. A raíz de esto surgen nuevas concepciones y metodologías activas fundamentadas en la implantación de todas las aptitudes y capacidades musicales del niño. Las propuestas más significativas partieron de pedagogos musicales como son Dalcroze, Martenot, Kodaly, Willems u Orff.

La dimensión que adquiere la educación musical, gracias a las nuevas propuestas metodológicas de estos compositores y pedagogos musicales, consigue que la enseñanza musical en las escuelas adquiera su más alto sentido formativo. Los diferentes enfoques didácticos derivados de las propuestas mencionadas, alcanzan una amplia dimensión en el marco de la educación integral y distinguen entre enseñanza de la música y la música en la enseñanza, estando a su vez correlacionadas.

Considerar la educación musical desde una perspectiva multicultural y global hace de la música el vehículo fundamental y necesario para poder expresarnos como seres humanos pudiendo mejorar nuestra calidad de vida.

Gabrielistas FP UDIMA - Aranda

FP: acceso «ágil» al empleo para asentar el talento joven en el medio rural

«Sólo con buena formación los jóvenes seremos libres» y la Formación Profesional (FP) es una formación «real, pegada al terreno». Y además, ligada a sectores «de referencia» como el vinícola. Algo que en Aranda de Duero (Burgos), conocen bien. Desde allí la presidenta de las Nuevas Generaciones del Partido Popular, Beatriz Fanjul, abría este viernes la jornada de reflexión sobre este camino formativo tan necesario. Una sesión online de debate organizada por el Colegio San Gabriel en la región, en colaboración con la Universidad UDIMA.

Al acto acudió también la alcaldesa de la localidad burgalesa, Raquel González, quien ya avanzó la buena aceptación que tiene la FP en la región y el municipio. Concretamente, algunos de los 29 ciclos formativos tienen una inserción laboral de entre el «84% y el 100%» para sus alumnos. Fanjul también se acordó de los alumnos de la UDIMA, a quienes recordó que sólo ellos son «dueños de su futuro» y que sólo lo lograrán con «esfuerzo y mérito».

El debate planteó algunas de las claves de la Formación Profesional y su aplicación en los territorios rurales. Cómo incentivarlo en los jóvenes desde la Administración, cómo puede ayudar a la despoblación rural o las ventajas del nuevo modelo y la FP Dual, entre otros. En ello se centraron José Antonio Antón (director provincial de Educación), José Enrique García (director gerente de Gabrielistas Aranda) y Ángel Ibáñez (consejero de presidencia de la Junta de Castilla y León).

Opción «ágil» y de futuro

Lo principal es que las nuevas generaciones del entorno rural vean esta opción formativa como la «primera opción». Para ello hay que asegurarse de que todos los implicados conozcan bien la oferta global que hay en la región en materia de FP, defendían Antón e Ibáñez. Hacer que sea «una oportunidad más que una exigencia» y convencer a las familias del cambio de paradigma: es una vía adaptada a las necesidades del sistema productivo.

Si se hace así, está demostrado que «genera más oportunidades», la «seguridad» de conseguir un empleo, y desarrollar un proyecto personal vinculado al mismo, abundaba Ibáñez. Y si tenemos en cuenta que muchos de los empleos de los jóvenes estudiantes de hoy, todavía no existen, la capacidad de adaptación de la FP es muy útil. Además, apunta García, «es más fácil montar un grado superior en ciudades intermedias que uno universitario».

La nueva ley es «mucho más flexible», y establecer los certificados se ha vuelto más sencillo y ágil. Ahí es donde se debe avanzar, según Antón. Y tampoco obviar los centros privados, con los que la Administración debe plantear conciertos educativos especializados, para que los jóvenes puedan acceder de forma rápida al empleo. «Y con muy buenas condiciones y salario además», apostilló. La FP es «fundamental» contra la despoblación.

Si no se ha visto así siempre, es por «falta de liderazgo político», arguyó García, quien acusaba el exceso de protagonismo de la tecnocracia, que aplicó una estrategia errónea: «¿Ahora quién se atreve a cuestionar la rentabilidad de una escuela con tres alumnos?», defendió. Además de asegurar inserción laboral total, la FP generará un talento que servirá no sólo para no deslocalizar empresas, sino para atraer «nuevas iniciativas».

Nuevos modelos; FP Dual

«Las cifras son contundentes», recapituló Ibáñez: el 85% de alumnos de FP tiene trabajo asegurado en su provincia. Y 9 de cada 10 en su comunidad. El consejero de Castilla y León abogó por «dar un paso adelante» y potenciar una política fiscal favorable para empresarios y autónomos. Se trata de crear «un ecosistema de impuestos más bajos y mejor formación, vinculado al valor del medio rural, frente a los parámetros de técnicos».

Además, el nuevo modelo de cinco grados ascendentes hace este sistema formativo más «flexible, más inmediato» para satisfacer las necesidades del tejido empresarial, comentó Antón. La idea es que la FP, una vez se tiene clara la «vocación», sea una alternativa real a grado universitario. O ni siquiera una alternativa, sino un «complemento». Así lo ven García e Ibáñez, recordando que se puede hacer FP para luego pasar a la universidad.

Eso, sin olvidar que la Formación Profesional, y en especial la FP Dual, tiene una bondad especialmente reseñable: su nivel de conocimientos prácticos. Habilidades «transversales» que se adquieren tanto en el centro formativo como en las empresas, y que van desde el trabajo en equipo a la toma de decisiones, jerarquías…

El nuevo modelo flexibiliza aspectos como las condiciones para establecer centros formativos (donde García ve un «guiño» al medio rural). Aunque también habrá que ver qué capacidad tienen estos territorios para adaptarse a esa refundición, advirtió Ibáñez. Sobre todo allí donde más impacta la despoblación. Hay que «fomentar la vocación», subrayó, pues la inserción laboral ya no garantiza el lleno del curso.

Pero claro, en muchos casos los alumnos «prefieren más la bata que el buzo de trabajo» y no ven que un profesional de fontanería o un albañil pueden tener mejor calidad de vida e ingresos que en muchos otros casos… Pero es muy importante lograr buenos formadores y buenos profesionales, «porque sino los tendremos que importar».