Estimados amigos.

De nuevo me veo obligado a compartir con todos ustedes algún hecho desastroso de nuestra querida Justicia española. Hoy publica el diario ABC, lo ocurrido en el primer día de juicio a Sergio González por la «presunta enajenación mental transitoria» que sufrió, aunque más la sufrió la que fue su pareja, diana de su ira, con la que compartió 81 cuchilladas por todas las partes del cuerpo imaginables. Pues hasta ahí nada nuevo, un abogado haciendo méritos para ganarse la dicha eterna, sosteniendo que si matas en un minuto, apenas se sufre dolor independientemente de la cantidad de cuchilladas que se den. Bien por una profesión sin moral que a estas alturas ya tampoco nos sorprende mucho. El hecho es que la Justicia con su ignorancia dogmática sobre la que ha intentado comprender al ser humano, ha posibilitado que la intención, acción, culpabilidad, sea un juego de interpretación metafísica en la que se puedan debatir absurdos como la base de la defensa que está argumentando el abogado defensor. Les pondré un ejemplo, según el concepto finalista de delito creado por Wezel entre finales de los años 40 y la década de los 60, el tipo de injusto se refiere exclusivamente a la acción dolosa o imprudente, y que la causación del resultado no pertenece al injusto, quedando relegada al papel de mera condición objetiva de punibilidad (Enciclopedia Jurídica Básica, pp. 1989-1995). O sea, a eso es que lo se ha dedicado el Derecho en su existencia, a marear la realidad y a derrumbar la Justicia más básica, a lo que unimos que en España no hay una Criminología capaz de criticar «constructivamente» el mensaje normativo, pues asistimos a espectáculos tan bochornosos como el que se da en un juicio para juzgar a alguien que ha dado 81 puñaladas a otra persona. Qué hay que juzgar, sólo hay que sentenciar.

Por supuesto, no quería irme sin dejar mi granito de arena como experto en Psicología, no existe la enajenación mental transitoria, traducida al lenguaje de la calle «se me han cruzado los cables». Además, señor abogado defensor, cuando alguien se quiere quitar la vida, lo hace, no falla. El resto, son llamadas de atención. Y si alguien harto de la vida que le ha tocado vivir se desquita dándole 81 puñaladas a la persona más cercana que pilla, merece ser apartado de esta sociedad que tanto odia porque ningún tratamiento psicológico o psiquiátrico le va a devolver el entusiasmo de vivir, pues con su acción, justamente lo que está diciendo es que le aparten y cuánto más tiempo mejor,  en aumento exponencial por el número de puñaladas.

Señor abogado defensor y jueces innombrables, ya saben dónde encontrarme para cualquier aclaración.