A poco más de una hora de Madrid y aún más cerca de Ávila, Segovia, Salamanca o Valladolid, se encuentran unidas dos comarcas únicas por su paisaje, patrimonio cultural, su agricultura y su ganadería. Supone no sólo una excursión, sino una oportunidad para pernoctar dos o tres días fuera de casa.

La Moraña, más cercana a Madrid, ya era conocida en tiempos de Lope de Vega, y así lo cantaba en sus textos: «Hoy segadores de España vení a ver a la Moraña, trigo blanco y sin argaña, que de verlo es bendició. Ésta sí que es siega de vida, ésta sí que es siega de flor.» Y es que Moraña es trigo y su paisaje pasa del tonalidades verdes dignas de un salvapantallas, a tonos tan amarillos al final de la primavera que parece una playa de espigas antes de ser segadas. Es por ello que no es de extrañar que durante todo el trayecto por la comarca, parte del paisaje sean los inmensos depósitos de trigo de las harineras más importantes del país.

La Moraña, lugar donde residieron los moros – y de ahí la Morería – está compuesto por 63 municipios, en dónde por popularidad podríamos destacar Arévalo, Adanero o Madrigal de las Altas Torres, lugar natal de Isabel la católica. En Arévalo el viajero podrá disfrutar de su castillo, de la muralla, de la iglesia de Santo Domingo de Silos, San Juan Bautista, San Nicolás de Bari, Santa María la mayor y un largo etcétera…. Pero lo mejor es que, en apenas 15 minutos, llegará a Madrigal de las Altas Torres, donde la lista del patrimonio cultural de la zona sigue aumentando. No irse sin probar un buen cocido morañego o un cochinillo, típico de la gastronomía local.

Lindando con ésta última localidad, se entra en Tierras de Medina, inicio de la ruta del vino de la denominación de origen Rueda y en donde hay una ciudad de obligada visita: Medina del Campo. Pero sin olvidar que en la gran mayoría de los otros 22 concejos el visitante encontrará edificaciones religiosas que bien merece la pena una foto. Como lo iglesia de Lomoviejo, una pequeña población de apenas 140 habitantes con un templo de culto perfectamente restaurado.

En Medina del Campo, las edificaciones como el Castillo de la Mota, las Reales carnicerías, la Colegiata de San Antolín, el Palacio de las Dueñas, la Plaza Mayor o el Palacio Real Testamentario, son de obligada visita. En todo el recorrido se pueden encontrar alojamientos rurales de calidad, que le harán preguntarse cómo a apenas una hora y media de Madrid se puede desconectar de la gran ciudad y tener una grandísima y desconocida parte del patrimonio cultural de nuestro país.