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María Giovanna Caprara

Doctora en Psicología. Profesora de Evaluación Psicológica, Psicodiagnóstico y Psicogerontología en UDIMA, Universidad a Distancia de Madrid. Ver perfil

María Giovanna Caprara

El cambio demográfico y la necesidad de aprender a envejecer bien

La población mundial en la actualidad está atravesando un período de transformación a largo plazo hacia una estructura de población más longeva. Este proceso ya se ha iniciado y va avanzando a distintas velocidades en los diferentes países, dependiendo, sobre todo, de su estructura socio-económica y del ritmo de disminución de la fecundidad que, tras un descenso sostenido, las proporciones relativas de adultos en edad de trabajar y personas mayores jubiladas se incrementan, sobre todo de las últimas, afectando a la estructura de la pirámide poblacional, que se va invirtiendo poco a poco, generando una población cada vez más envejecida (Gráfico dinámico de la pirámide de población española por sexo y edad 1971-2049).

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Fuente: INE: INEBASE. Padrón Continuo a 1 de enero de 2015. Consulta en enero de 2016 (Abellán y Puyol, 2016)

Más concretamente, en el último informe de la ONU del año 2016 sobre las tendencias demográficas en el mundo, en todas las regiones del mundo, la proporción de personas en edad de trabajar (15 a 64 años), con respecto a la población total era más elevada en 2015 que en 1970. En 2015, una de cada ocho personas en todo el mundo tenía 60 años o más, y se prevé que para 2030 esa proporción ascienda a una de cada seis personas. El envejecimiento de la población es más pronunciado en Europa y en América del Norte, donde en 2015 más de una de cada cinco personas tenía 60 años o más, siendo Japón el país del mundo con la mayor proporción de personas de edad, puesto que el 33% de su población tenía 60 años o más en 2015, seguido por Italia (29%), Alemania (28%) y Finlandia (27%). En 2015, había 901 millones de personas de 60 años o más en el mundo. Se prevé que ese número aumente a 1.400 millones en 2030 y a 2.100 millones en 2050 (ONU, 2016).

Ante esta realidad social actual y, en previsión de un futuro próximo, los diferentes profesionales encargados de planificar e implantar los servicios y programas de atención, de prevención de enfermedades y de promoción de la salud, tendrán un papel destacado para abordar de forma eficiente este fenómeno poblacional.

Para el desarrollo de programas de promoción de un envejecimiento exitoso tenemos que tomar en perspectiva cómo ha evolucionado la visión de la vejez y el envejecimiento en la sociedad, sobre todo en la perspectiva científica enfocada al envejecimiento. Veamos brevemente cómo ha evolucionado socialmente la perspectiva para entender el envejecimiento.

Las definiciones al uso sobre el envejecimiento, por ejemplo la que nos ofrece la RAE sobre el envejecimiento, que lo define como:“la acción o efecto de envejecer”, la vejez se entiende como “la cualidad de viejo, edad senil, senectud”; y por viejo se entiende “dicho de un ser vivo: de edad avanzada”. Generalmente utilizar el adjetivo “viejo” lleva asociado la connotación de debilitado, decaído, decadente; conlleva un significado biológico, es decir, se asocia a una pérdida de eficiencia progresiva de un sistema biológico hasta llegar a la muerte. Esta visión sobre la vejez ha prevalecido de forma explícita e implícita en la cultura social, incluyendo a los profesionales de la salud, hasta mediados del siglo XX. Una de las teorías dominantes de esta época, la teoría de la desvinculación de Cummings y Henry, (1961), ofrecía una perspectiva nihilista sobre el envejecimiento, que planteaba que la mejor forma de envejecer era desvinculándose, poco a poco, de la sociedad, pues a cierta edad, las persona han cumplido su compromiso con la sociedad y se han ganado el derecho a esperar, de forma sosegada y tranquila, la muerte.

Ante esta perspectiva paternalista y pasiva, aparecieron nuevas teorías psicosociales que planteaban una visión más positiva del envejecimiento. Teorías como la teoría de la actividad de Havighurst, (1961, 1963) o la teoría de la continuidad de Atchley, (1989), y autores como Carol Ryff (1982), que ofrecieron una visión científica con estudios empíricos que sirvieron para conceptualizar y ofrecer una guía de desarrollo de un nuevo modelo de envejecimiento. Estos son los ejemplos más destacados de esta nueva visión más positiva del envejecimiento, ofreciendo un compromiso personal de las personas mayores con la sociedad y promulgando la participación social de forma activa mientras seguían envejeciendo. Esta nueva perspectiva dio un giro de 180º en la visión del proceso de envejecer de las personas.

Henry Sigerist, médico de origen francés, fue uno de los pioneros de la promoción de la salud en el siglo XX. En una de sus publicaciones de principios de los años cuarenta, fue el primero en hablar de la prevención de la enfermedad, la restauración del enfermo, y la rehabilitación (Sigerist, 1941). Entre las principales novedades producidas por el cambio de perspectiva a la hora de entender y estudiar el proceso de envejecimiento, nos encontramos con las diferencias individuales y la plasticidad cognitiva, que inciden particularmente en este proceso. Hoy sabemos que factores de riesgo físicos, sumado a factores de personalidad, como un “patrón cerrado ante la vida” (antisocial, pasivo, derrotista, asténico, etc.), puede precipitar el proceso de envejecimiento patológico. Sin embargo, conductas o factores protectores como la adopción de hábitos saludables y factores psicosociales, como una personalidad “abierta ante la vida”, sumado a factores relacionados con el entorno social de la persona, son fundamentales para fomentar el éxito a la hora de envejecer.

Con esta y otras iniciativas posteriores sobre la promoción de la salud, en la Primera Conferencia Internacional de Promoción de la Salud, celebrada en Ginebra (OMS, 1986) y, posteriormente, en la Cuarta Conferencia sobre Promoción de la Salud, celebrada en Yakarta en 1997, se constituyó el futuro de la educación para la salud del siglo XXI. Desde entonces se estableció, como una de las principales evidencias que: “aprender acerca de la salud fomenta la participación. El acceso a la información y educación es esencial para lograr la participación efectiva y el empoderamiento de las personas y la comunidad”. Por tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), implantó como una de sus prioridades “promover la responsabilidad social para la salud”. Para ello había que tener en cuenta los efectos nocivos de diferentes hábitos poco saludables relacionados con la salud: hábitos como el de fumar, una alimentación inadecuada, no realización de ejercicio físico, el estrés, etc. Para eliminar estos hábitos nada saludables, se desarrollaron programas para promover comportamientos saludables a través de modelos socioculturales favorables, facilitando la adquisición de nuevos hábitos más saludables sencillos de poner en práctica (OMS, 1997).

Ya desde la perspectiva de la psicología del envejecimiento, se proponen unos factores implicados a la hora de desarrollar una perspectiva de envejecimiento óptimo y saludable: estos factores se dividen en conductuales, como el desarrollo de hábitos saludables, y psicosociales (Aldwin, Spiro y Park, 2006).

Si comenzamos a analizar los factores conductuales, son muchos los hábitos y conductas que incrementan el riesgo de padecer enfermedades en general y, cardiovasculares en particular (factores de riesgo), durante la mediana edad y, especialmente, durante la vejez. Se sabe, que a lo largo del ciclo vital decrecen hábitos poco saludables, como fumar y el consumo de alcohol, sin embargo otras conductas relacionadas con la salud integral de la persona, como las que se asocian al sobrepeso y a la obesidad se incrementan. Además, la práctica regular de actividad física, tan importante a cualquier edad para mantener una buena salud, también se ve reducida con la edad.

Para favorecer y establecer nuevos hábitos más saludables (factores protectores), sobre todo los que suelen decrecer con la edad, como una alimentación inadecuada y la poca actividad física y social, es importante desarrollar nuevos programas adaptados que promuevan nuevas conductas que fortalezcan el proceso de envejecer saludablemente desde edades tempranas.

Los beneficios que posee para la salud la práctica de actividad física está ampliamente documentados, por lo que todo programa comunitario dirigido a incrementar la actividad física de forma regular en las personas mayores, está más que justificado y fundamentado científicamente, como una de las estrategias más importantes para mejorar y mantener la salud integral durante el proceso de envejecimiento (Der Ananian y Prohaska, 2007).

Desarrollar hábitos como mantener una actividad física de intensidad media-alta de unos veinte minutos diarios (por ejemplo caminar a un ritmo alto, sin llegar a tener fatiga), y consumir una dieta rica en verduras y cereales integrales, sin olvidar incluir fruta, aceite de oliva, legumbres, frutos secos crudos, pescado, carne de ave y lácteos desnatados, evitando los azúcares refinados y la grasa saturada e hidrogenada, serían más que suficientes para prevenir los problemas de salud (Der Ananian y Prohaska, 2007; Rolls y Drewnowski, 2007).

En resumen, las políticas y programas para promocionar el envejecimiento plantean numerosos retos para afrontar en la sociedad actual y en sus proyecciones de sociedad para un futuro próximo. Para culminar con éxito todos estos retos, son los políticos y organismos públicos, los primeros implicados en eliminar todas las potenciales barreras y potenciar políticas y recursos comunitarios que promocionen la salud con programas educativos que fomenten hábitos saludables que favorezcan el envejecimiento exitoso. Si comenzamos a promocionar activamente las conductas más implicadas en nuestra salud, eliminando conductas de riesgo y fomentando patrones de hábitos más saludables, ya tenemos un primer paso dado hacia un envejecimiento con éxito.

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Ed Whitlock, de 85 años, es un nuevo récord mundial después de que el canadiense de origen inglés terminó la maratón de Toronto Waterfront en menos de cuatro horas.

Bibliografía:

– Abellán, A. y Puyol, R. (2016). Un perfil de las personas mayores en España, 2016. Indicadores estadísticos básicos. Madrid, Informes Envejecimiento en red nº 14. [Fecha de publicación: 22/01/2016]. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-indicadoresbasicos16.pdf

Aldwin, C.M., Spiro, A. y Park, C. L. (2006) Health., Behavior, and Optimal Aging: A Life Span Developmental Perspective. En James E. Birren y K. Warner Schaie (Eds.) Handbook of The Psychology of Aging (6ª Ed.). Elsevier Academic Press.

– Atchley, R.C. (1989). A continuity theory of normal aging. The Gerontologist, 29, 183-190.

– Cumming, E., y Henry, W.E. (1961). Growing old: the process of disengagement. Nueva York: Basic Books.

– Der Ananian, C., y Prohaska, T. R. (2010). Exercise and physical activity. En James E. Birren (Ed.) Encyclopedia of Gerontology (2ª Ed.). Elsevier Academic Press.

– Havighurst, R. J. (1961). Successful aging. The Gerontologist, 1, 8−13.

Havighurst, R. (1963). Successful aging. En R.H. Williams, C. Tibbitts y W. Donahue (eds.): Processes of aging. Vol. 1, (pp. 299–320). New York: Atherton.

Rolls, B.J. y Drewnowski, A. (2007). Diet and Nutrition. En James E. Birren (Ed.) Encyclopedia of Gerontology (2ª Ed.). Elsevier Academic Press.

– Ryff, C.D. (1982). Successful Aging: A Developmental Approach. The Gerontologist Vol. 22, Nº 2.

Sigerist, H. (1941). Health. En: Sigerist, H. E. “Medicine and Human Welfare”. Yale University Press. Reproducido en: Journal of Public Hcalth Policy. Vol. 17, No. 2, 1996.

– United Nations (2016). World demographic trends: report of the Secretary-General. UN Document Symbol: E/CN.9/2016/6. New York.

World Health Organization (1986). Carta de Otawa para la Promoción de la Salud. Primera Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud: Hacia un nuevo concepto de la Salud Pública. Canadá, Asociación Canadiense de Salud Pública.

– World Health Organization (1997). Declaración de Yakarta sobre Promoción de la Salud en el siglo XXI. Cuarta Conferencia Internacional sobre Promoción de la Salud: Nueva era, nuevos actores: Adaptar la Promoción de la Salud al siglo XXI. Organización Mundial de la Salud, Yakarta, República de Indonesia.

– World Health Organization (2001). Health and ageing. A discussion paper. Geneva: World Health Organization

– World Health Organization (2002). Active Aging. A Policy Framework. Geneva: World Health Organization.

– World Health Organization (2015). World report on ageing and health. Luxembourg: World Health Organization.

Avanzando hacia un nuevo modelo de atención integral a nuestros mayores

Hasta hace unos años, el modelo socio-sanitario de atención a las personas mayores era un modelo que se centraba en la prestación de servicios integrales dirigidos a la persona mayor para atender sus necesidades básicas. Este modelo, aún en la práctica mayoritariamente, ha ido avanzando hacia un modelo más centrado en la persona, valorando no sólo los déficits en las personas mayores, sino que también y, por encima de todo, sus potencialidades y sus gustos. Este nuevo modelo emergente es el denominado Modelo de Atención Centrado en la Persona (ACP).

Los anteriores modelos de atención más tradicionales conllevaban procedimientos más generales y un objetivo de clasificación para la posterior ubicación de las personas atendiendo a sus necesidades derivadas de patologías, déficits y necesidades al que se asociaba un determinado grado de dependencia. Por el contrario, este nuevo modelo es más singular, ya que se basa, sobre todo, en el reconocimiento del valor de las capacidades presentes en las personas y que fomenta la autodeterminación de éstas en todo momento.

Este modelo se sustenta en un alto grado de profesionalización de las personas encargadas de la atención-relación con la persona mayor, buscando fundamentalmente fomentar las capacidades personales, sobre todo a la hora de utilizar una comunicación directa y personalizada que facilite el auto-control y el desenvolvimiento de las personas en su día a día, para así, poder desarrollar un envejecimiento más saludable que optimice al máximo las individualidades y los deseos de la persona mayor.

La nueva perspectiva a desarrollar por los diferentes profesionales gerontólogos, tiene también como objetivo ofrecer, fundamentalmente, un apoyo a la persona mayor en su entorno cotidiano, poniendo en práctica intervenciones y actividades que sean significativas para la persona, fomentando las relaciones personales y familiares, la cercanía a la comunidad y, sobre todo, poniendo en la práctica una flexibilidad que atienda las singularidades de la persona en la organización de su atención, aspecto que resulta bastante contradictorio en estos tiempos tan impersonales que vivimos.

Un modelo Integral Centrado en la Persona se sustenta en los siguientes valores:

1. Promoción de la autonomía. Apoyo para tomar decisiones y tener un control en su vida diaria

2. Protección y seguridad

3. Cuidados Sanitarios

4. Cuidados personalizados

5. Fomento de la independencia

6. Trato respetuoso (intimidad, identidad personal, proyecto vital propio, creencias, etc.)

7. Oportunidades de contacto e integración social

8. Estímulo a la realización personal

9. Participación en actividades gratificantes

10. Orientación y acompañamiento a cuidadores y familiares

En definitiva, este modelo fomenta una visión integral de la persona, desde un punto de vista bio-psico-social, además de facilitar la interacción de las personas mayores con el entorno medioambiental en el que se desenvuelve (en el domicilio, en el barrio, en centros de atención sociosanitaria, en centros socioculturales de asesoramiento y de participación en actividades de ocio y tiempo libre y, sobre todo, en el fomento de sus relaciones sociales). Se trata de atender pero estableciendo a la persona como el eje central del modelo, reconociendo su identidad, sus derechos y preferencias. Si la persona necesita una atención personalizada, debido a su fragilidad, discapacidad o dependencia, siempre dispondrá de los apoyos necesarios que desarrollen al máximo su autonomía personal respetando su dignidad, sus deseos y planes de vida.

Fomentar este nuevo modelo de atención a la persona mayor no es tarea fácil, se necesitan, sobre todo, profesionales gerontólogos altamente cualificados y motivados en su trabajo. Además sería necesario un verdadero compromiso socio-político de los responsables nacionales, comunitarios y locales, ya tengan éstos un carácter público, como pertenecientes a entidades privadas, para evaluar las diferentes necesidades territoriales y así poder diseñar nuevas políticas de atención que puedan poner en práctica y fomentar este nuevo sistema de atención emergente, más humano y ecológico, que busca fomentar y mejorar, en definitiva, la calidad de vida de las personas mayores.

Webs recomendadas:

http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/GobiernoVasco-Matia-cuaderno1-06-2015.pdf

http://www.matiainstituto.net/es/publicaciones81st wedding anniversary for America's longest married couple

El rol del gerontólogo ante una España que envejece

Los cambios y las mejoras a nivel sanitario, social y económico en una población son el sustrato fundamental que subyace al descenso en la mortalidad y el incremento en la esperanza de vida de un país. Este incremento de la esperanza de vida, añadido a la disminución de la natalidad lleva consigo emparejado un envejecimiento progresivo y veloz de la población a nivel mundial. En los países más desarrollados se ha venido experimentando un crecimiento exponencial de la población de las personas mayores.

España, tanto a nivel europeo como a nivel mundial, representa uno de los países más longevos. Según el Padrón Continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE), y con datos del 2014, el porcentaje de la población de personas mayores de sesenta y cinco años representa el 18.1% de la población total. En este sector poblacional, la población de personas que ya han cumplido los ochenta años es la que mayor crecimiento ha experimentado, con un 5.7 % de la población total (Abellán y Pujol, 2015).

Las últimas estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE, 28-10-2014) sobre las proyecciones de la pirámide de población española, nos ofrecen unos cambios drásticos, si llegan a cumplirse sus predicciones. El principal cambio se deberá, fundamentalmente, al extraordinario incremento de la esperanza de vida, pero también, al alto descenso de la fecundidad, aunque también tendrá un peso importante el descenso de la inmigración de personas de edad intermedia, contribuyendo todos estos factores a un aumento relativo del porcentaje total de las personas mayores.

 Figura 1 Pirámide poblacional de España en 2014 (por edad y sexo)

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Fuente: INE: INEBASE. Padrón Continuo a 1 de enero de 2014. Consulta en enero de 2015

Nota: El sombreado corresponde a la posición de la generación del baby-boom (1958-1977)

En la pirámide poblacional del año 2014 (figura 1), se puede observar la fuerte caída de la fecundidad que siguió a los años del «baby-boom». Los grupos centrales corresponden a las cohortes del “baby-boom” y a la fuerte oleada de inmigrantes. Otro aspecto que llama la atención y que puede verse entre las edades 72 y 75 años, es la denominada ”huella de las clases huecas”, es decir, los no nacidos como consecuencia de la guerra civil 1936-1939. El escalonamiento de los estratos superiores corresponde al impacto normal de las tasas de mortalidad que ha modelado esa forma típica de la pirámide. (Puyol y Abellán, 2014).

El aspecto que más destaca en estas proyecciones de la estructura piramidal es el envejecimiento exponencial que se prevé para los próximos 50 años. Para el año 2064 se espera que la población de personas mayores en la población española represente un 38,7%, es decir, un total de 15,8 millones de personas de 65 y más años (en los últimos datos poblacionales del 2014 la población de personas mayores de 65 años representa el 18,1 % del total de la población).

Pero otro dato preocupante de esta estimación es el relacionado con el porcentaje de personas de 85 y más años, dado que se quintuplicará en ese período de cincuenta años, representando el 40% de todos los mayores, dato relevante que habrá que tenerse en cuenta por las repercusiones socioeconómicas y sanitarias que se derivarán de esta potencial estructura poblacional.

A nivel demográfico estos cambios suponen un gran desafío para la sociedad, dado que para lograr que ese incremento en la esperanza de vida en la población puedan vivirse de la manera más satisfactoria, la sociedad debe prever y planificar los servicios y prestaciones necesarias para que las condiciones de vida de los mayores puedan desarrollarse con el mayor bienestar posible.

Por todo ello, los gerontólogos ya estamos en situación de comenzar con una nueva planificación y diseño de los servicios de atención sociosanitarios de un futuro próximo, pues se prevén cambios importantes y, sobre todo, una gran demanda que superará las necesidades actuales. Es competencia de los responsables políticos poner en manos de los diferentes profesionales gerontólogos la investigación y el diseño de un plan de futuro. Este plan tendrá como principal objetivo concienciar y preparar a la sociedad para adaptarse a estos futuros cambios, además de ir adecuando los servicios que se ofrecen a sus ciudadanos de mayor edad.

Los profesionales gerontólogos contamos con las herramientas de investigación y de planificación suficientes para ofrecer nuestros conocimientos y dar cobertura a esta nueva estructura social que nos deparara el futuro, en el que habrá que contar con un gran número de personas mayores, que mayoritariamente tendrán unos hábitos saludables, lo que retrasará en gran medida sus necesidades y prestaciones sanitarias básicas (siempre que las campañas y programas de promoción de la salud y de un envejecimiento con éxito ofrezcan un modelo y un estímulo para los ciudadanos en general).

Pero desde un punto de vista no sólo sociosanitario, habrá que dar cobertura a otras necesidades sociales, como las culturales, las de ocio y tiempo libre y las de fomento de las relaciones intergeneracionales, entre otras, y todo ello representa hoy todo un reto y un estímulo profesional para las personas que nos dedicamos a estudiar y a entender el fenómeno de envejecer.

Mariagiovanna Caprara
Bibliografía:

Abellán, A.; Pujol, R. (2015). “Un perfil de las personas mayores en España, 2015. Indicadores estadísticos básicos”. Madrid, Informes Envejecimiento en red nº 10. [Fecha de publicación: 22/01/2015].

< http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-indicadoresbasicos15.pdf>

– Pujol, R., Abellán, A. y Vilches, J. (2014) Las pirámides de la población española en un click (2ª edición). Madrid, Informes Envejecimiento en red [Fecha de publicación: 30/10/2014].

https://envejecimientoenred.wordpress.com/2014/10/31/las-piramides-de-la-poblacion-espanola-en-un-click-2a-edicion/

 

La obesidad como factor de riesgo para la salud en las personas mayores: La importancia de los hábitos saludables para su prevención

obesidadEl problema de la obesidad es un problema de salud fundamental en las personas a cualquier edad, dado que repercute directamente en enfermedades de tipo cardiovascular y metabólicas, como la hipertensión, la angina de pecho, la insuficiencia cardiaca, los accidentes cerebro vasculares (ACVs) y la diabetes entre otras. Además de todas estas alteraciones cardiacas y del metabolismo, la obesidad también se relaciona con otras enfermedades como el síndrome de apnea del, el reflujo gastroesofágico, la insuficiencia venosa crónica y artrosis de articulaciones sometidas a sobrecarga. También incrementa el riesgo de padecer diferentes tipos de cáncer.

La obesidad, además, incrementa las tasas de mortalidad en todas las edades, especialmente en personas mayores de 50 años. Esta alerta social y sanitaria está tomando matices con un formato casi ya epidémico. En los países desarrollados, la obesidad ya está considerada como un grave problema de salud, casi ya una verdadera pandemia.

Hay que tener en cuenta que la obesidad no es sólo sinónimo de un peso corporal elevado. El concepto de obesidad requiere que dicho exceso de peso se produzca a expensas de tejido graso, y no de otros tejidos corporales como el tejido muscular o el óseo. En términos clínicos la obesidad se define como un índice de masa corporal (IMC, que sería el resultado de dividir el peso, en kilogramos, entre la talla en metros cuadrados), cuando el resultado es igual o superior a 30 kg/m2.

Por otro lado, sabemos que la obesidad no ha significado, hasta ahora, un grave problema en la población de personas mayores, debido, entre otros factores, a la restricción en el consumo calórico conforme se avanza en edad, al cambio en su metabolismo, especialmente en el de los lípidos, y a cambios hormonales que hacen que, en líneas generales, decrezca la masa corporal progresivamente, desde mediados de década de los sesenta años y, progresivamente, conforme se va avanzando en edad.

Existen muchos estudios sobre los efectos de la obesidad y el sobre peso en la salud durante la infancia, la adolescencia y en la edad adulta, pero hay poca evidencia científica de este grave problema de salud en la población de personas mayores, en el que esta patología se vuelve más perjudicial, si cabe, pues en las últimas décadas está surgiendo un nuevo fenómeno social y sanitario en los países más desarrollados, el incremento en la prevalencia de la obesidad en personas mayores, fenómeno que está asociado, fundamentalmente, al exceso consumo calórico y a los hábitos de alimentación derivados de un modelo de alimentación hipercalórico de “comida rápida”, que ha ido asentándose y tomando forma en estos países.

Este nuevo fenómeno incide en que un número cada vez más elevado de personas pertenecientes a las nuevas generaciones de personas mayores acarreen sus malos hábitos de alimentación adquiridos en la edad adulta, hacia las últimas etapas de su vida. Este es un fenómeno que, poco a poco, se va adoptando en países europeos como Inglaterra, Alemania y España, y que en pocos años alcanzarán datos de prevalencia de sobrepeso y obesidad en sus poblaciones similares a los de EE.UU, si no se adoptan medidas urgentes para su prevención.

En EE.UU, el último estudio poblacional sobre nutrición y salud (2011-2012), se encontró que más de un tercio de la población mayor de edad (el 34.9 %) era obesa, siendo el grupo de personas mayores el segundo más obeso con un 35.4%, tras el grupo de mediana edad que representa el 39.5% de la población obesa de EEUU.

En el estudio de la Comisión Europea (Eurostat) sobre la salud pública (2008), se comprobó que la media europea de la población de mayores de 18 años obesa se encuentra en 15.8 % (España: 15.7%; Alemania: 15.8%; Francia: 12.2%; Grecia: 17.6%; la más baja en Bulgaria: 11.5%, y la más elevada en Malta: 22.9%).

La principal medida de prevención de la obesidad viene establecida en los hábitos de salud que los individuos adquieren desde la adolescencia, pues este periodo representa una estadio crítico en la configuración del tejido corporal, sobre todo del tejido graso, por lo que la prevención es fundamental ya a estas edades, para evitar sus repercusiones en la edad adulta, pero también podemos instaurar nuevos hábitos saludables en edades más avanzadas, que vayan en concordancia con el proceso de desarrollo y adaptación de la persona.

En personas mayores es importante mantener una actividad física de intensidad media, unos veinte minutos diarios (por ejemplo pasear a un ritmo elevado, sin llegar a tener fatiga). Por otro lado es muy recomendable consumir una dieta rica en verduras y cereales integrales, sin olvidar incluir fruta, aceite de oliva, legumbres, frutos secos crudos, pescado, carne de ave y lácteos desnatados, evitando los azúcares refinados y la grasa saturada e hidrogenada.

 

El nuevo escenario demográfico de una España envejecida

En el año 2008 nacieron en España un total de 519.779 niños (el máximo número de nacimientos en 30 años), pero desde entonces el número de nacimientos se ha reducido en un 18,1%. La tasa bruta de natalidad (número de nacimientos por cada mil habitantes), ha bajado hasta  9,1 desde los 9,7 de 2012 y a la mitad desde el año 1976 que era de 18.7. Esta tendencia en el descenso se mantiene así desde que se inició en el año 2009.

En los primeros seis meses del 2013 nacieron en España 210.778 niños, frente a los 224.782 del primer semestre de 2012 o los 230.568 del mismo periodo de 2011. La causa de este descenso en las tasas de natalidad no sólo se relaciona con la disminución del Indicador Coyuntural de Fecundidad (ICF) o “número de hijos por mujer”, que en el año 2008 fue del 1.44, y ha ido decreciendo hasta el año 2013 que fue del 1.27, sino que también se relaciona con el menor número de mujeres en edad fértil, dato que se ve reflejado en el número de mujeres entre 15 y 49 años que ha ido descendiendo desde 2009 debido, en gran medida, a la llegada de generaciones menos numerosas a esos rangos de edad, es decir, mujeres nacidas durante la crisis de natalidad de los 80 y la primera mitad de los años 90, al menor aporte de la inmigración exterior y al mayor número de emigraciones al exterior durante estos últimos años.

Por otro lado, el incremento de la esperanza de vida, con la reducción del número de fallecimientos, más el creciente éxodo de inmigrantes a sus países de origen, hace que el Crecimiento Vegetativo, es decir, la diferencia entre nacimientos de madres residentes en España y de defunciones de residentes en el país, sea en el año 2013 el más bajo desde el año 2000 (36.181). Más concretamente, en España el incremento de la esperanza de vida en el año 2013, tanto al nacer, como al cumplir los 65 años (82.8 y 86.1 años respectivamente), se ha incrementado notablemente desde el año 2000 (que era de 79.3 y 83.8 años), pero las proyecciones poblacionales y las previsiones del INE indican que en el año 2017 el saldo del crecimiento poblacional será negativo, es decir, habrá más muertes que nacimientos.

Las causas que se apuntan son varias, pero la principal apunta a la crisis económica, que aunque parece que ya ha tocado techo y los índices económicos comienzan a ofrecer datos positivos, se prevé que la recuperación económica tras la crisis sea lenta y parsimoniosa.

Otro de los aspectos a resaltar que explican este bajo crecimiento de la población española, según Teresa Castro, demógrafa del centro de ciencias humanas y sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es debido a la que las tasas de fecundidad en este país son de las más bajas de Europa. España se encuentra en el grupo de Italia, Portugal y del Este de Europa, con unos índices más cercanos a un hijo por mujer, que las tasa del norte de Europa, más cercanas a los dos hijos. Según esta investigadora: “Estos datos reflejan claramente la falta de empleo: los países que van económicamente bien y los que no”.

Es importante tener en cuenta estas previsiones de futuro para intentar por todos los medios y desde todas las instancias (políticas, sociales y económicas), buscar soluciones que amortigüen esta tendencia tan poco alentadora, dado que apuntan, si no se invierten las previsiones, a que España en un futuro no muy lejano sea un país envejecido (en el año 2049 la población mayor de 65 años representará el 32 % del total de la población) y sin el recambio generacional necesario en un país que busque un crecimiento social y económico sostenible. Sin ir más lejos, España en el año 2049 será el séptimo país del mundo más envejecido, por detrás de Japón, Bosnia-Herzegovina, Portugal, Cuba, Corea del Sur e Italia, un futuro, cuanto menos, preocupante.


Webs de consulta:

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/06/24/actualidad/1403604115_858895.html

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/11/22/actualidad/1385116136_834455.html

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/05/03/actualidad/1399128652_124451.html

La UDIMA implicada en la formación sobre el envejecimiento

En Febrero del 2014 dará comienzo en la UDIMA el Máster en Gerontología Psicosocial. Este máster posee un marcado carácter multidisciplinar, dado que ofrece una formación científica y técnica altamente cualificada, dirigida a proporcionar a los alumnos una capacitación de calidad en el ejercicio de sus respectivas actividades profesionales y sus responsabilidades en el trabajo con personas mayores.

El máster busca fomentar en los alumnos las destrezas necesarias para abordar con éxito los diferentes problemas que pueda presentar el ejercicio de sus profesiones en la atención a las personas mayores desde sus diferentes perspectivas, es decir, desde las áreas sanitaria, psicogerontológica, social, jurídica y de gestión de programas y servicios.

Este máster tiene como objetivo principal el desarrollo de una alta cualificación profesional que abarque todas las áreas relacionadas con el envejecimiento, como lo son la clínica y los cuidados a la dependencia, la protección social durante el periodo de envejecimiento de las personas, la promoción de la salud, el diseño y la aplicación de programas y servicios de atención socio-sanitaria, así como la defensa jurídica de los mayores.

La figura profesional del gerontólogo puede enfocarse hacia la investigación del fenómeno del envejecimiento desde un modelo gerontológico clínico, biológico o psicosocial para poder promover los cambios clínicos, físicos, mentales, psicosociales y funcionales de la persona mayor, incidiendo en el mantenimiento de la salud, la autonomía y promoviendo en todo momento el envejecimiento con éxito.

Desde un punto de vista de la defensa de los derechos sociales de la población de personas mayores, está emergiendo una nueva práctica profesional con un creciente interés y una gran demanda institucional basada en la promoción y la defensa de los derechos de las personas mayores, buscando su participación social y fomentando el intercambio intergeneracional para aprovechar los recursos y la riqueza socio-cultural que pueden ofrecer las distintas etapas del ciclo vital.

El Máster en Gerontología Psicosocial ofrece una formación multidisciplinar para trabajar con otros profesionales en un contexto clínico o de investigación, desde una visión integradora e interdisciplinar que ofrece la ciencia gerontológica. En definitiva, una oferta académica que responde a los nuevos retos sociales y profesionales derivados del proceso de envejecimiento de las personas.

También es importante resaltar el carácter pedagógico no presencial de la UDIMA que hace que el modelo de formación de los estudios del máster se fundamente, principalmente, en la utilización de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC), aunque por la necesidad de cumplir con unos créditos presenciales, este máster dispondrá de convenios de prácticas con diferentes centros socio-sanitarios para la realización del practicum académico necesario para la consecución del título.

Para más información sobre el máster y los plazos de la matrícula, podéis consultar la siguiente página web:

http://www.udima.es/es/master-gerontologia-psicosocial.html