La lactancia materna goza de mucha popularidad entre las madres. Los hospitales y los centros de salud aconsejan a las nuevas madres ofrecer este tipo de alimentación a sus bebés, siempre revisando el estado en el que se encuentra el bebé y la madre, por supuesto. Se ha convertido en todo un símbolo y a pesar de que supone una alimentación a demanda, es decir, cuando el bebé quiere y cuanto quiera, proporciona muchos beneficios tanto para el bebé como para la madre. Y no solo son beneficios de salud, sino también psicológicos.
Y es que la lactancia materna ha sido reconocida como una fuente valiosa de alimento y nutrición durante los primeros meses de vida. La Organización Mundial de la Salud recomienda que los bebés sean alimentados de manera exclusiva con la leche de la madre durante al menos los primeros seis meses. A partir de ese momento, los bebés ya pueden empezar con la alimentación complementaria.
Tanta ha sido su importancia, que la primera semana de agosto se ha convertido en la Semana Mundial de la Lactancia Materna, defendiendo todas las propiedades que tiene. La leche materna contiene nutrientes esenciales para el crecimiento y desarrollo del bebé, así como anticuerpos y componentes bioactivos que fortalecen su sistema inmunológico, ayudándolo a combatir infecciones y enfermedades. Estudios han sugerido que la lactancia materna también está asociada con una reducción en el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades crónicas en la edad adulta, lo que podría tener un impacto positivo en la salud mental del bebé a lo largo de su vida.
Pero la lactancia materna también tiene unos beneficios psicológicos. En concreto, juega un papel fundamental en el establecimiento del vínculo afectivo entre la madre y el bebé. El acto de amamantar no solo proporciona alimento físico, sino que también crea un ambiente cálido y seguro, fomentando un apego seguro entre ambos. La liberación de oxitocina durante la lactancia puede reforzar este vínculo emocional, generando sentimientos de amor y conexión entre la madre y su hijo, lo que podría tener implicaciones positivas en el desarrollo emocional y social del bebé a lo largo de su infancia y vida adulta.
Por otro lado, la lactancia materna también puede tener beneficios psicológicos significativos para la madre. Durante la lactancia, la madre experimenta la liberación de hormonas, como la oxitocina y la prolactina, que están asociadas con la reducción del estrés y la ansiedad. Estos efectos hormonales pueden contribuir a mejorar el bienestar emocional de la madre y reducir el riesgo de desarrollar depresión posparto.
La lactancia materna también puede tener un impacto positivo en la autoestima y la confianza de la madre. El hecho de poder proporcionar el alimento y el cuidado directamente a su bebé puede generar una sensación de satisfacción y empoderamiento en la madre, lo que refuerza su identidad como cuidadora y nutridora.
Además, el acto de amamantar proporciona momentos íntimos de cercanía entre la madre y el bebé, lo que puede ayudar a crear un entorno de relajación y calma para ambos. Estos momentos de conexión pueden ser especialmente valiosos en situaciones estresantes o desafiantes, proporcionando a la madre un apoyo emocional adicional y facilitando la regulación emocional del bebé.
En cuanto a los beneficios psicológicos que puede tener para el bebé, puede ayudar a promover el desarrollo del aprendizaje y reducir el riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardíacas, ayudando también a mejorar el desarrollo social y emocional del bebé.
Es importante destacar que, si bien la lactancia materna puede aportar beneficios psicológicos tanto para la madre como para el bebé, cada experiencia es única y puede variar según la situación individual. No todas las madres pueden o eligen amamantar, y eso está bien. Lo esencial es que la madre y el bebé reciban el apoyo y cuidado adecuados para asegurar su bienestar emocional y físico, independientemente de la elección que se tome en cuanto a la alimentación del bebé.
Y es que el vínculo también se puede crear cuando se alimenta a través de un biberón, con momentos especiales entre la madre y el hijo. No es mejor madre la que amamanta cien por cien a su hijo. Cada situación es un mundo y cada madre hace lo que es mejor para sus hijos y para ellas mismas.