Archivos de Autor: Ana Lacasa

Cuando los pájaros vuelan: descifrando el enigma del síndrome del nido vacío

Con el inicio de un nuevo curso comienzan muchas cosas. No solo hay que volver a clase, a ver a los compañeros o adentrarse en el mundo de la universidad, sino que los padres también tienen que asumir ciertos cambios en su vida. Y uno de esos cambios es quedarse solo cuando los hijos se van a estudiar a otra parte. Es lo que se conoce como síndrome del nido vacío, que se caracteriza por sentimientos de tristeza, pérdida y soledad cuando los padres se enfrentan a un hogar tranquilo y a menudo vacío después de décadas de cuidar y criar a sus hijos. 

Estos sentimientos se producen, normalmente, cuando los hijos se van a estudiar fuera durante su etapa universitaria o cuando se mudan para iniciar su vida adulta. Los padres se encuentran con una situación diferente en casa. Ya no hay que preocuparse y ocuparse de ellos, ya no hay tantas tareas que hacer y atender, ya no hay tanto entretenimiento o ruido en casa para distraerse u ocuparse. La falta de ocupación, por tanto, y el cambio en la dinámica familiar puede desencadenar este síndrome.

Las consecuencias del síndrome del nido vacío pueden variar desde sentimientos de pérdida y depresión hasta un redescubrimiento personal y un renovado enfoque en la pareja y las actividades individuales. Para afrontar este síndrome, es crucial encontrar nuevas formas de ocupación y sentido de propósito. 

Algunos padres optan por dedicar más tiempo a actividades que disfrutan, como pasatiempos, viajes o voluntariado. La comunicación abierta con la pareja y la búsqueda de apoyo emocional, ya sea a través de amigos, familiares o terapeutas, también son pasos importantes para superar este desafío.

El síndrome del nido vacío puede afectar a personas de todas las edades, razas y clases sociales. Sin embargo, los padres que han dedicado la mayor parte de su vida a criar a sus hijos pueden ser especialmente vulnerables. Y es que son muchos los años que han pasado trabajando por y para ellos, teniéndolos en mente y preocupándose por ellos. No es fácil dejar ir, no es fácil saber que ellos tienen su vida y que no se van a enterar de todo lo que pasa en ella. 

Para ayudar a otros a sobrellevar este síndrome, es fundamental ofrecer apoyo emocional y comprensión. Escuchar activamente a los padres que están pasando por esta transición puede ser increíblemente valioso. Además, fomentar la participación en grupos de apoyo o actividades sociales puede ayudar a reducir la sensación de aislamiento y proporcionar un sentido de comunidad.

A pesar de las dificultades iniciales, el síndrome del nido vacío también puede ser una oportunidad para el crecimiento personal y la redefinición de roles. Los padres pueden aprovechar este período para redescubrir su identidad individual y trabajar en metas personales y profesionales postergadas. Es fundamental aceptar que esta etapa de la vida es natural y que, con el tiempo, puede conducir a una mayor autenticidad y satisfacción. La adaptabilidad y la actitud positiva son clave para enfrentar este desafío y convertirlo en una experiencia enriquecedora.

Es, por tanto, un buen momento para el autoconocimiento, para hacer todo aquello que ha estado postergado por la crianza, por la educación de los hijos. Es el momento de reencontrarse, tanto a uno mismo como en la relación de pareja. Para muchos, es un momento ideal para comenzar cosas que le apasionan, esos hobbies que han tenido que dejar a un lado por los niños. Y es que muchos padres se han definido como padres durante mucho tiempo, y cuando los hijos se van, pueden sentirse perdidos y sin saber qué hacer con su vida. 

Ahora bien, es importante saber que, como todo en la vida, es una etapa natural que hay que vivir y que hay que afrontar de la mejor manera posible para que no tenga consecuencias negativas sobre la salud y el bienestar de los padres. Es un paso más, y llegarán otros que serán igualmente interesantes y apasionantes.

Terapia cognitivo-conductual: ¿Qué es y cómo funciona?

En el ámbito de la psicología hay terapias que son más conocidas que otras y que aplicadas al ámbito de la salud mental están dando buenos resultados. Es el caso de la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), cuyo enfoque se centra en la conexión intrínseca entre pensamientos, emociones y comportamientos, con el objetivo de promover cambios positivos en la vida de quienes la reciben.

Pero vamos paso a paso. Lo primero es saber exactamente qué es esta terapia. Se basa en la premisa fundamental de que los patrones de pensamiento influyen directamente en la forma en que las personas se sienten y actúan. Este enfoque se estructura en sesiones colaborativas entre el terapeuta y el paciente, donde se identifican y abordan patrones de pensamiento negativos o distorsionados. A través del diálogo y la reflexión, se buscan alternativas más saludables y adaptativas, permitiendo así cambios en el comportamiento y en la gestión emocional.

La TCC es aplicada por psicólogos y terapeutas debidamente capacitados, que utilizan diversas técnicas para abordar los desafíos mentales y emocionales de los individuos. Las modalidades pueden variar, pero comúnmente incluyen la terapia individual, grupal o incluso la terapia online, adaptándose así a las necesidades y preferencias de los pacientes.

La TCC es versátil y puede ser beneficiosa para una amplia gama de personas. Aquellos que experimentan trastornos de ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros problemas de salud mental, encuentran en la TCC un recurso valioso. Además, es efectiva para abordar problemas interpersonales y mejorar habilidades de afrontamiento.

La TCC ha demostrado eficacia en el tratamiento de diversos trastornos psicológicos. En el caso de la depresión, se enfoca en modificar patrones de pensamiento negativos y fomentar conductas positivas. En los trastornos de ansiedad, como el trastorno de pánico o fobias específicas, la TCC trabaja para identificar y modificar pensamientos irracionales que desencadenan la ansiedad. En el tratamiento del TOC, se centra en desafiar y cambiar las compulsiones y obsesiones.

La TCC suele realizarse en sesiones individuales o grupales. Las sesiones individuales suelen durar entre 50 y 60 minutos, y las sesiones grupales suelen durar entre 60 y 90 minutos.

En las sesiones de TCC, el terapeuta trabaja con el paciente para identificar los pensamientos, sentimientos y comportamientos que contribuyen a sus problemas. El terapeuta utiliza una variedad de técnicas para ayudar al paciente a cambiar estos pensamientos, sentimientos y comportamientos. Algunas de las técnicas más comunes que se utilizan en la TCC son:

  • Reestructuración cognitiva: esta técnica ayuda al paciente a identificar y cuestionar los pensamientos negativos que contribuyen a sus problemas.
  • Exposición: esta técnica ayuda al paciente a exponerse a situaciones o estímulos que le provocan ansiedad o miedo.
  • Habilidades de afrontamiento: esta técnica ayuda al paciente a desarrollar habilidades para manejar sus emociones y situaciones difíciles.

En un estudio publicado en la revista Journal of Consulting and Clinical Psychology, se encontró que la TCC era eficaz para tratar el trastorno de ansiedad social. El estudio encontró que los pacientes que recibieron TCC experimentaron una reducción significativa en sus síntomas de ansiedad social, en comparación con los pacientes que recibieron un tratamiento placebo.

En otro estudio, publicado en la revista American Journal of Psychiatry, se encontró que la TCC era eficaz para tratar el trastorno de pánico. El estudio encontró que los pacientes que recibieron TCC experimentaron una reducción significativa en sus ataques de pánico, en comparación con los pacientes que recibieron un tratamiento placebo.

Estos son solo dos ejemplos de los muchos estudios que han demostrado la eficacia de la TCC para tratar una amplia gama de problemas psicológicos.

Cómo gestionar tus propósitos de año nuevo para que se cumplan

Se ha convertido en toda una tradición con la llegada de un nuevo año, aunque también se ha trasladado a principios de septiembre, es decir, el inicio de un nuevo año escolar. Son los propósitos de año nuevo, esa lista interminable o no en la que todos ponemos una parte de reflexión, una gran cantidad de sueños y de esperanza en cumplirlos y también una parte de nosotros mismos, ya que son objetivos personajes que tenemos que cumplir a lo largo de los 365 días del año, este 2024 con un día más, ya que es bisiesto.

Ahora bien, llega el final de año y ahí llega el momento de echar la vista atrás y saber si se han cumplido con las expectativas. Y es que cumplir esa lista no es una tarea fácil, ya que a veces deja de ser todo lo realista que se necesita. Para maximizar las posibilidades de éxito, se sugiere adoptar un enfoque estratégico y realista en la formulación y gestión de estos objetivos.

Una herramienta fundamental para lograr el cumplimiento de los propósitos es la creación de una lista clara y realista. Esta lista debe reflejar aspiraciones alcanzables y medibles. En lugar de establecer metas vagas como «ponerse en forma», es preferible especificar objetivos concretos, como «realizar ejercicio cardiovascular durante al menos 30 minutos, tres veces a la semana». La claridad en la definición de los propósitos proporciona una guía más precisa para la acción.

Es crucial priorizar los aspectos más relevantes y significativos de la vida personal al establecer propósitos. Al enfocarse en áreas clave, como la salud, las relaciones interpersonales y el desarrollo profesional, se pueden evitar distracciones y concentrar los esfuerzos en metas que realmente impacten positivamente en la calidad de vida. Esta selectividad no solo aumenta las posibilidades de éxito, sino que también facilita el seguimiento y la evaluación de los avances.

La gestión efectiva de los propósitos implica establecer un plan de acción detallado. Descomponer los objetivos en pasos más pequeños y alcanzables permite un progreso gradual y sostenible. Por ejemplo, si el propósito es aprender un nuevo idioma, se puede planificar dedicar 15 minutos diarios a la práctica y reservar tiempo semanal para lecciones más intensivas. La consistencia en la ejecución de pequeñas tareas contribuye significativamente al logro de metas más amplias.

La autoevaluación regular es esencial para monitorear el progreso y realizar ajustes según sea necesario. Establecer hitos intermedios ayuda a medir el avance y brinda la oportunidad de corregir el rumbo si es necesario. Además, compartir los propósitos con amigos o familiares puede proporcionar un sistema de apoyo valioso, al mismo tiempo que crea un sentido de responsabilidad.

Ser selectivo con los objetivos finales es una estrategia clave para evitar la sobrecarga de metas. En lugar de establecer numerosos propósitos que abarquen diversas áreas de la vida, centrarse en unos pocos permite dedicar recursos y energía de manera más efectiva. Esto no solo facilita la gestión, sino que también reduce el riesgo de desmotivación al enfrentarse a una carga excesiva de metas.

Para aquellos que quieren sí o sí cumplir con esos propósitos, se aconseja contarle a alguien cuáles son, así ayudará a mantenerse responsable y a evitar caer en la tentación de abandonarlos. Asimismo, es importante buscar apoyo en amigos, familiares o incluso un profesional y, por supuesto, no desanimarse cuando se falla, ya que lo importante es aprender de los errores y seguir adelante. 

Con un poco de planificación y esfuerzo, se pueden aumentar las probabilidades de cumplir con los propósitos de año nuevo y conseguir los cambios que se desea en la vida. 

Peter Pan en la vida real: cómo reconocer y afrontar el síndrome que rechaza ser adulto

Crecer y madurar da, a veces, miedo. Cuando nos hacemos adultos nos damos cuenta de lo mucho que disfrutamos siendo niños, teniendo pocas responsabilidades, pocas preocupaciones, aunque entonces se vivía con algún tipo de preocupación también. Pero hay personas que se resisten a hacerse mayores, que se niegan a asumir responsabilidades y a enfrentarse a los desafíos propios de la edad adulta. En este caso, es cuando aparece el síndrome de Peter Pan, refleja una renuncia persistente a ser adulto.

Este síndrome se caracteriza por la incapacidad de aceptar y abrazar las responsabilidades y compromisos propios de los adultos. Los individuos afectados mantienen actitudes y comportamientos más propios de la niñez, evitando las demandas de la vida adulta como el trabajo, la independencia financiera y las relaciones maduras. Se manifiesta en una persistente búsqueda de placer y evasión de la realidad, temiendo enfrentar los retos que conlleva el crecimiento.

Este tipo de síndrome psicológico puede afectar a cualquiera, ya que no existe un perfil específico, aunque casi siempre se produce en aquellas personas que han experimentado dificultades en la transición hacia la adultez. Aquellos que han experimentado una crianza sobreprotectora, carencias emocionales o inseguridad pueden ser más susceptibles. Además, la facilidad de acceso a entretenimiento y tecnología que permite la postergación de las responsabilidades también puede influir en la aparición del síndrome.

Las personas que tienen este síndrome pueden presentar una serie de características, como ser dependientes de sus padres o parejas, mantener una actitud infantil, siendo impulsivos, irresponsables y no planificando su futuro, con una baja autoestima o la falta de compromiso.

Actualmente no está oficialmente reconocido en los manuales de diagnóstico psiquiátrico, pero los profesionales de la salud mental pueden identificarlo a través de una serie de síntomas. Estos incluyen una aversión constante a comprometerse con responsabilidades, dificultad para tomar decisiones adultas, resistencia a compromisos emocionales y dificultad para mantener relaciones significativas y duraderas. La tendencia a evitar el desarrollo personal y profesional también es indicativa del síndrome.

El tratamiento del Síndrome de Peter Pan se centra en abordar las causas subyacentes de la resistencia a madurar. La terapia psicológica, como la terapia cognitivo-conductual, puede ayudar a los individuos a identificar patrones de pensamiento y comportamiento disfuncionales, reemplazándolos por actitudes más maduras y saludables. La terapia de grupo también puede ser beneficiosa, ya que permite a los afectados compartir sus experiencias y recibir apoyo de personas en situaciones similares.

Además de la terapia, el desarrollo de habilidades de afrontamiento y la adopción gradual de responsabilidades pueden ser efectivos. Establecer metas alcanzables y celebrar los logros puede aumentar la autoestima y la confianza en la capacidad de asumir responsabilidades. La creación de una red de apoyo que incluya amigos y familiares que incentiven el crecimiento también es crucial.

Los padres pueden contribuir a prevenir el síndrome de Peter Pan proporcionando a sus hijos un entorno seguro y saludable en el que puedan desarrollar sus habilidades y alcanzar su potencial. Así se aconseja establecer límites claros a sus hijos pero también ser flexibles, fomentar la independencia de sus hijos, y elogiar los logros tanto pequeños como grandes, sin olvidar el enseñar a afrontar la frustración

El síndrome de Peter Pan es un trastorno que puede tener un impacto negativo en la vida de las personas que lo padecen. Sin embargo, con el tratamiento adecuado, es posible que las personas con este síndrome puedan superarlo y alcanzar una vida adulta plena y satisfactoria.

El complejo de Electra en la psicología moderna: ¿un concepto en desuso?

El mundo de la mente es complejo. Existen muchos trastornos, complejos y problemas de todo tipo que pueden afectar a cualquier persona. Pero también hay algunos complejos que se hablan en el entorno de la Psicología y que han servido de fuente para muchas obras literarias y dramáticas pero que, en el fondo, y de acuerdo con la comunidad médica y psicológica contemporánea no se tiene en cuenta como una entidad diagnóstica reconocida. De hecho, las teorías psicoanalíticas, incluyendo el concepto de complejo de Electra, han sido objeto de controversia y han evolucionado con el tiempo.

Pero este complejo sigue siendo interesante. Se trata de un concepto derivado de la mitología griega, es un síndrome psicológico que ha suscitado el interés y la atención de psicólogos y profesionales de la salud mental desde su introducción por el psicoanalista Sigmund Freud. Este fenómeno, que encuentra su contraparte en el complejo de Edipo en los hombres, arroja luz sobre las complejidades de las relaciones familiares y su influencia en el desarrollo psicológico.

Pero vamos a abordar este complejo del que tanto se ha hablado en el pasado y que se encuentra incluso en grandes obras dramáticas y literarias universales, aunque en un sentido mucho más “dramático”. Este complejo se refiere a una fase del desarrollo psicosexual en la cual las niñas atraviesan un período de atracción emocional hacia su padre y rivalidad con su madre. Esta etapa, según la teoría freudiana, se presenta en la infancia temprana y está marcada por una serie de emociones y sentimientos confusos. Los síntomas pueden variar, pero a menudo incluyen fantasías de ser el objeto de deseo del padre, sentimientos de celos hacia la madre y la búsqueda de la aprobación del progenitor del sexo opuesto.

Aunque el complejo de Electra es una teoría que se originó en la psicología, su aplicación clínica ha sido cuestionada y se considera con escepticismo en la actualidad. Sin embargo, sí se observan conductas o patrones de pensamiento relacionados con una relación conflictiva con los padres, sentimientos de rivalidad o celos desproporcionados hacia la figura parental del mismo sexo, podrían ser señales de una posible influencia de este fenómeno en la psicología de la persona.

Es importante destacar que el complejo de Electra no es una entidad diagnóstica reconocida por la comunidad médica y psicológica contemporánea. Las teorías psicoanalíticas, incluyendo el concepto de complejo de Electra, han sido objeto de controversia y han evolucionado con el tiempo.

En la actualidad, los diagnósticos en psicología se basan en modelos más actuales y enfoques empíricos que consideran una gama más amplia de factores en la vida de un individuo.

Si bien el complejo de Electra puede no ser una categoría diagnóstica vigente, las dificultades en las relaciones familiares y los problemas emocionales relacionados pueden abordarse mediante la terapia psicológica. La terapia individual, terapia familiar o terapia de pareja pueden ser enfoques útiles para trabajar en la comprensión de las dinámicas familiares y en la mejora de las relaciones interpersonales.

Sentimientos intensos de rivalidad o celos hacia los padres podrían afectar la autoestima y la percepción del individuo sobre sí mismo y sus relaciones. Sin embargo, es esencial recordar que la psicología es un campo en constante evolución y que los conceptos freudianos, como el complejo de Electra, pueden ser interpretados y aplicados de manera diferente en el contexto contemporáneo.

Andar descalzos favorece la maduración del sistema nervioso y el desarrollo cerebral

Andar descalzo por la playa o por el césped es uno de los grandes placeres de la vida, y además es muy beneficioso tanto a nivel físico como psicológico. Y es que andar descalzo, una de las actividades más habituales durante las épocas estivales, puede favorecer que los niños tengan una mejor maduración del sistema nervioso y el desarrollo cerebral.

Así lo indica el podólogo de la Unidad de Podoactiva del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre, Jairo Casal, que ha resaltado los beneficios que andar descalzo tiene en los niños tanto a nivel físico como cognitivo. 

En concreto, este profesional afirma que “los niños a edad temprana tienen la sensibilidad del pie más desarrollada y es aconsejable dejarlos andar descalzos para que experimenten y desarrollen la sensibilidad al tacto y temperatura en diferentes superficies”.

De hecho, andar descalzos activa todos los sentidos y origina que los más pequeños analicen el entorno en que se mueven, lo evalúen y se adapten a él.

Según Casal, “el hecho de andar descalzos ayuda en el desarrollo muscular del pie y a formar el arco plantar, por lo que tienen pies más fortalecidos”, añadiendo que “además se fortalecen las articulaciones y músculos del pie lo que origina una mejor postura y equilibrio de los niños, evitando lesiones y además facilita la circulación sanguínea”.

El especialista indica en un comunicado que otra de las ventajas es que favorece la maduración del sistema nervioso y por tanto, el desarrollo cerebral. “El pie del recién nacido tiene una sensibilidad mucho mayor que la de su mano, así que las terminaciones nerviosas sensitivas de su pie son fundamentales para su desarrollo emocional”, señala Casal, que añade también que “la información táctil y perceptiva que reciben a través de sus pies favorece la maduración de sus habilidades motoras”.

Ahora bien, andar descalzos no significa no tener en cuenta otras variables que se pueden encontrar en el ambiente, por lo que se recomienda también proteger los pies de los más pequeños cuando así se necesite, por ejemplo, de la arena caliente o de las zonas húmedas de las piscinas y baños públicos. Asimismo, los expertos recomiendan poner crema solar en los pies para evitar las quemaduras solares.

Del mismo modo, Casal advierte que “los contagios por hongos o virus como el papiloma que se concentran en las zonas húmedas se pueden evitar con chanclas o cangrejeras que les sujeten bien el pie”, aseverando que “hay que evitar las chanclas de dedos en niños muy pequeños ya que no son estables”.

En cuanto a otro tipo de zapatos desaconsejables para este colectivo se pueden destacar los zuecos de plástico, ya que son muy anchos y no sujetan el pie y favorecen la garra en los dedos y los pies no tienen estabilidad. Además, con este tipo de zapatos el pie no transpira. Por eso, aconseja acudir a la playa o piscina con el calzado de piel habitual y allí cambiar a las chanclas o cangrejeras.