Resulta fácil comprender los torrenciales ríos de tinta desatados desde la renuncia de Benedicto XVI hasta la fecha. Quizá solo existe un precedente contemporáneo de inopinado relevo en la silla de Pedro. No obstante, ni siquiera la elección de Juan Pablo II en octubre de 1978 tras el brevísimo pontificado de su predecesor resulta comparable. […]