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Sobre Laura Lara Martínez

Laura Lara Martínez

Doctora en Filosofía. Profesora de Historia Contemporánea. Udima, Universidad a Distancia de Madrid

Laura Lara Martínez

Melilla, ¿epicentro de España?; o de cómo las periferias pueden convertirse en centro

En este artículo pretendo explicar cómo las fronteras son construciones mentales y las barreras geográficas son perfectamente salvables, pues la única limitación es la que el propio ser humano establezca para otros o se imponga a sí mismo.

María y Laura Lara en el Salón Dorado de Melilla

María Lara y Laura Lara en el Salón Dorado de Melilla

En el debate filosófico, de amplia trayectoria, desde los presocráticos hasta nosotros, acerca del binomio naturaleza/cultura, Melilla se presenta ante nuestra particular aplicación de la mayéutica, como un paraíso natural exultante de vida. Desde los inicios de su Historia que se remontan al siglo VII a.C., cuando comerciantes fenicios se instalaron a uno y a otro lado de las costas mediterráneas (la almeriense Adra está justo enfrente en el solar de la piel de toro), Rusadir ha destacado como enclave destacado y puente entre dos continentes: Europa y África.

Con la llegada de los árabes a partir del año 680, la península de Guelaya es atravesada para cruzar el Mare Nostrum e instalarse en la Hispania visigoda, maltrecha por las disputas internas. El paso del Estrecho por Tariq en el 711 va acompañado, aún sin pretenderlo, por un conflicto entre las ciudades de Fez y Tremecén, provocando el éxodo demográfico de Rusadir, quedando el territorio despoblado hasta que Abderramán III mandara una flota desde Málaga en el año 927 y creara la taifa de Melilla, integrada en el califato de Córdoba.

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Escultura de Pedro de Estopiñán en Melilla la Vieja

La expansión de las Coronas de Castilla y Portugal en el reino de Fez durante el siglo XV culminó con la entrada de Pedro de Estopiñán, contable jerezano (aunque de estirpe aragonesa), a la sazón comandante en jefe del ejército del duque de Medina Sidonia, Juan Pérez de Guzmán, que conquistó en 1497 una Melilla destruida por las disputas musulmanas internas, siendo intercambiada por unos terrenos en Málaga. En virtud del liderazgo de la campaña, Melilla primero dependería del omnipotente noble andaluz y después de la Corona española, desde 1556.

La cruzada medieval y las guerras de religión, tanto contra el Turco (Lepanto) como centroeuropeas con el mundo protestante como rival (Guerra de los Treinta Años y el esplendor de los Tercios, v.g.), propias de la Modernidad, parecían estar superadas en el Siglo de las Luces, con la razón como brújula. Sin embargo, emisarios del sultán Mohamed ben Abdallah se presentaron en Ceuta y declararon la ruptura del tratado el 19 de septiembre de 1774, amenazando con desalojar a los cristianos. Como contrapartida, Carlos III declaró la guerra el 23 de octubre y, mes y medio después, el 9 de diciembre, las primeras tropas comenzaron el sitio de Melilla, que se prolongaría hasta el 19 de marzo de 1775. La ciudad sería defendida por el mariscal de campo Juan Sherlock.

Desde 1864 España permitió el libre asentamiento de habitantes en la ciudad, si bien la inmigración peMonteArruitdesp--644x362ninsular no cobraría fuerza hasta el fin de la Guerra de Margallo en 1893. La actividad de la pesca y la explotación de las minas del Rif que incentivaría el desarrollo de la industria, así como el comercio, propiciaron el despegue económico de Melilla, debiéndose destacar el impulso conferido por la instalación del Ejército y su necesidad de aprovisionamiento. Diversos episodios bélicos en el tránsito del siglo XIX al XX acabaron desembocando en la Guerra de Marruecos, paralela a la instalación del Protectorado: el incidente de Barranco del Lobo vinculado con la Semana Tr300px-Landing_of_Alhucemaságica en 1909, el Desastre de Annual en julio de 1921 (y el consiguiente avance de la Legión salvando Melilla), el asesinato de tres mil españoles en Monte Arruit un mes después y el Desembarco de Alhucemas en 1925, que pondría fin a dicha contienda, tratándose de la primera acción de desembarco aeronaval de la Historia.

Con este periplo histórico en la mente, memorables han resultado las jornadas que la Doctora María Lara Martínez y yo hemos vivido en la Ciudad Autónoma de Melilla con motivo de la celebración del Día de las Fuerzas Armadas 2016, donde hemos tenido ocasión de transmitir nuestro magisterio a distintos colectivos y generaciones, desde adolescentes hasta militares.

Nuestra primera singladura docente en Melilla en la mañana del 27 de mayo fue en el Instituto «Leopoldo Queipo», donde tuvimos el encuentro literario con los alumnos de 3º de ESO sobre uno de los libros de María Lara, Reconquista. Ocho siglos de mestizaje y batallas, en este centro que en el presente curso académico ha cumplido su medio siglo de vida y que es heredero del instituto histórico en el que llegó a ser profesor de árabe Abd el-Krim, tal como consta en una instantánea del claustro.

Con el Comandante General de Melilla

Con el Comandante General de Melilla

Por la tarde, tras la rueda de prensa concedida a los medios sobre nuestro Premio Algaba, impartimos sendas conferencias sobre el libro Ignacio y la Compañía. Del castillo a la misión en el Salón Dorado del Palacio de la Asamblea, acto de la Cátedra «General Marina», e introducido por el Profesor D. Fernando Saruel y por el Coronel Echevarría, con la consiguiente entrega de Placas por parte del Comandante General de Melilla, Excmo. Sr. D. Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu.

María y Laura Lara portando la corona de laurel con Adolfo Suárez Illana

Portando la corona de laurel con Adolfo Suárez Illana

Al día siguiente proseguimos nuestra actividad militar en la Plaza de Armas de Melilla la Vieja, lugar en el que, tras jurar bandera, portamos y depositamos, junto a Adolfo Suárez Illana, la corona de laurel en el Homenaje a los Caídos que precedió al desfile del DIFAS16.

El 29 de mayo sería inaugurado el poema «Veintinueve años» de María Lara, bautizada como la «Poeta del Ejército», en la Sala de Honor del Regimiento de Ingenieros nº 8, donde sirvió y murió el Capitán Arenas. Con ilusión impartimos sendos discursos y recibimos los diplomas de la Jura de Bandera, los guiones del Regimiento y las «insignias ingenieras» impuestas por el Coronel Cabrerizo en un acto solemne celebrado en la víspera de San Fernando, patrón del Arma.

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En el IES «Leopoldo Queipo»

Durante tres días consecutivos, El Faro de Melilla y Melilla Hoy, los dos periódicos en papel de la Ciudad Autónoma, junto a los medios radiofónicos, la Televisión de Melilla y otras cabeceras de prensa digital, han hecho crónica de nuestro viaje; gracias por el entusiasmo.  La semana pasada hablábamos con compañeros en la Universidad y les explicábamos que la luz de Melilla no es comparable con la de ningún otro lugar, es la magia del globo terráqueo que nos sorprende por doquier, en este caso con su reflejo sobre África. El espíritu cosmopolita que afortunadamente tenemos nos hace sentirnos de cada lugar donde hay lectores y alumnado esperándonos, ya que nuestras aulas no conocen fronteras y todos sois bienvenidos.

Foto en la Sala de Honor del Regimiento con el Poema de María

En la Sala de Honor del Regimiento de Ingenieros Nº 8 en la inauguración del Poema de la Profesora María Lara.

Y aunque Melilla nunca fue una colonia, bien se puede afirmar que hay metrópolis que habrían anhelado tal condición acompañada de la fortuna de una geografía, física y humana, bendecida por los vientos de Poniente y de Levante. Toda Historia de España pasa por Melilla: pronto se cumplirá el ochenta aniversario del inicio de la Guerra Civil, una cruel lucha fratricida que tuvo su prólogo en la Rusadir contemporánea. Sublime la ciudad, cuna de la interculturalidad con solera y segundo conjunto modernista del mundo, después de Barcelona y por delante de Madrid y de Valencia. Y es que esa Melilla, cuyo límite con el reino de Marruecos hoy vemos separado por la triple valla (con puertas de acceso peatonal y de vehículos con constante tráfico, quizás emulando el nombre del cañón que en 1860, en virtud del Tratado de Wad-Ras, fijó los límites con el alcance de sus descargas: «El Caminante»),  bien se puede afirmar que ya, desde su génesis, tenía un color especial.

Laura Lara Martínez.

El Día del Libro en el IV Centenario de Miguel de Cervantes

Non omnis moriar, afirmaba el poeta latino Horacio, no moriré del todo. Y Cervantes, con su refugio en la novela en rivalidad con el teatral Lope de Vega, que ansiaba el control de toda la escena, es buena muestra de ello.

Gratificante ha sido celebrar en este mes de abril el IV Centenario de Miguel de Cervantes, en cuyo recuerdo de tránsito al Más Allá en 1616, coetáneo al de Shakespeare (jornada arriba o abajo, en función de si empleamos el calendario gregoriano o el juliano, imperante en la Monarquía Británica hasta 1752) se institucionalizó la fecha del internacional Día del Libro.

María en la Basílica del Castillo de Javier

La Profesora María Lara en la Basílica del Castillo de Javier

Conferencia en el Castillo de Javier

Conferencia en el Castillo de Javier

La Dra. María Lara Martínez, Profesora de Historia Moderna y Antropología de la UDIMA, y quien  escribe este artículo hemos disfrutado como Escritoras en numerosos encuentros literarios transmitiendo nuestro magisterio y saber a los lectores a lo largo de este mes. Ejemplo de ello fueron los eventos académicos organizados por El Corte Inglés de Pamplona bajo el título de «Historia y misterio de Navarra en las obras de María Lara y Laura Lara» o sobre el libro Ignacio y la Compañía. Del castillo a la misión, con el que hemos ganado el Premio Algaba e impartido conferencia para los Jesuitas en el Castillo de Javier.

María Lara y Laura Lara con el trofeo del Homenaje

María Lara y Laura Lara con las placas del Homenaje

 

El homenaje que el Ayuntamiento de nuestra ciudad, Azuqueca de Henares (Guadalajara) nos tributó el 23 de abril, nombrándonos el Alcalde, José Luis Blanco, Embajadoras, por la difusión que realizamos en los libros, conferencias, docencia universitaria y entrevistas en radio y televisión de nuestro sentimiento azudense, forma ya parte de nuestra biografía. El 23 de abril, otro nexo con nuestro colega y amigo Miguel en sus 400 años de eternidad.

María y Laura Lara con el alcalde y concejales en representación de la corporación municipal

El Alcalde y los Concejales en el homenaje a María y Laura en representación de la corporación municipal

 

Agradezco desde este artículo esa feliz mañana vivida en el salón de plenos del Consistorio, con representación política de todos los partidos elegidos en las urnas: ese pluralismo del que es garante la democracia y que yo, como Profesora de Historia Contemporánea, explico en mis aulas.

 

También el memorable recuerdo de la edición del programa cervantino de La 2 de Televisión Española del que María Lara y yo somos colaboradoras, La aventura del saber, y que realizamos bajo la dirección de Salvador Gómez Valdés, siendo emitido en esta ocasión como entrevista-reportaje desde la Casa de Cervantes de Alcalá de Henares el 21 de abril de 2016, y que hoy es portada en RTVE en la página de este mítico espacio de Televisión Educativa que cuenta en su haber con más de dos décadas de existencia, camino de la tercera, culturizando cada mañana.

En portada de La aventura del saber María y Laura 25-4-16No en vano, el alumno de poesía de López de Hoyos, manco de Lepanto, soldado durante seis años por latitudes itálicas y cautivo cinco años y medio en Argel como confiesa en el prólogo de las Novelas ejemplares (1613, un conjunto de 12 relatos donde cultiva desde la novela bizantina hasta la policíaca, pasando por la picaresca y la sátira de inspiración en El asno de oro de Apuleyo), es considerado el padre de este género que, en compañía de Sancho Panza, Dulcinea del Toboso, el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cipión, Berganza, Catalina de Oviedo o la Gran Sultana, Casildea de Vandalia, el Caballero del Bosque y el del Verde Gabán, el Licenciado Vidriera y Rinconete y Cortadillo, por citar sólo una docena, lo hizo inmortal.

 

Pero eso constituirá otra aventura a relatar en otro post de este blog que da la bienvenida a Cervantes. To be continued… ¿Vale? Emulando la última palabra de El Quijote.

Laura Lara Martínez.

La fotografía de posguerra, psicología inmortal

En la efeméride de la victoria electoral del Frente Popular tal día como hoy de 1936 y a pocos meses del octogésimo aniversario del inicio de la Guerra Civil que conmemoraremos el próximo julio de 2016, cabe traer al recuerdo esas instantáneas que, a los historiadores contemporaneístas, nos permiten sentir el pulso de una época compleja, de hambre, enfermedad y miseria, como fue la que siguió al último parte del bando vencedor, dado en Burgos el 1 de abril de 1939.

 

La prensa internacional convirtió esta contienda en la Spanish Civil War, examinada en no pocas ocasiones como laboratorio de experimentación de la que en breve estallaría a modo de Segunda Guerra Mundial; prueba de ello es este periódico ecuatoriano que el 8 de noviembre de 1936 anunciaba, erróneamente, la inminente toma de Madrid por los autodenominados nacionales.

 

Tiempos de delación y de sospecha, de cartilla de racionamiento,  de depuración del magisterio, de justificaciones sin fin para que sólo la sinrazón tuviera la última palabra fueron inmortalizados por las cámaras fotográficas de algunos españoles y extranjeros continuadores de la labor del estudio de Albero y Segovia, de Hans Gutmann (Juan Guzmán) o del mismo Robert Capa, quienes ya habían enfocado sus objetivos en la lucha fratricida.

El último citado no lejos de la duda acerca de la verosimilitud de ciertas fotos, como el miliciano caído en Córdoba o el soldado republicano muerto en un árbol en Teruel que según otras hipótesis sólo estaba gritando y, por tanto, no habría sido asesinado mientras tendía hilo telefónico, tal como publicó la revista francesa Regards el 13 de enero de 1938.

 

La mirada del vencido siempre suscita la inocencia del que comienza de cero. Así inició su trayectoria la industria fotográfica ANACA en Murcia en 1953, acrónimo tomado del nombre de su fundador, Ángel Navarro Candel, quien empieza su andadura viajando por toda la provincia esperando encargos de renovación de equipos. Tras el paso de sus fabricaciones por la Feria Internacional de Muestras de Valencia y de Barcelona, se expone la cámara de estudio Anaca en la Photokinia de 1958. La revista Arte Fotográfico resalta todas sus cualidades:
(…) Esta cámara ha llamado la atención en la Photokinia por su acertado proyecto y construcción. Es de construcción totalmente metálica, y sus mandos están dispuestos de total forma que se puede enfocar en cualquier ángulo que se desee sin dejar de observar la imagen en el cristal esmerilado (“Photokinia 1958”, Arte Fotográfico, año VIII, número 85, enero de 1959).

Foto cámara

Cámara ANACA

Durante los veinticinco años de existencia de ANACA, se fabrican sesenta y un objetos relacionados con el mundo fotográfico, de los cuales 18 son cámaras de estudio, 15 maquinaria de laboratorio, 10 aparatos de iluminación, 7 accesorios de salón y una decena de complementos. La casa se adapta a las necesidades de los clientes, llegando a crear una máquina para que un ciezano pudiera seguir con su negocio, a pesar de haber quedado lamentablemente manco en un accidente. Sus piezas viajan por la geografía de una España que, tras el aislamiento y la autarquía, comienza a recuperar el poder adquisitivo y vive el momento privilegiado del retrato de galería, cuando varias generaciones, vivieran o no la Guerra, solicitan ser inmortalizadas por el fotógrafo: bien en solitario para documentos oficiales o escolares, también en las aulas con el mapa de España como telón de fondo; ya en la adolescencia (que en aquellos tiempos directamente era edad adulta) para los juegos del amor y del azar, o en grupos familiares en el contexto del estudio o trasladando la cámara a las fiestas populares. Nuevamente, el poder evocador de los objetos como exponentes del tiempo que siempre camina en progreso.

 Laura Lara Martínez.

La ikastola en la identidad vasca. Una aproximación desde la Historia de la Educación

La empatía y la identidad con el ecosistema no sólo se circunscriben al exterior, la atmósfera local impregna la escuela, la labor docente del maestro y la actitud discente del alumno. En este artículo, enfocaremos los prismáticos hacia el Norte de España, tratando de analizar el origen y el desarrollo de unas singulares escuelas que han hecho del euskera su principal seña de identidad en aras de la difusión de su cultura popular.

En la época de inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando el nacionalismo vasco de Sabino Arana apenas había alcanzado la adolescencia, abrió sus puertas la primera ikastola. Durante la Segunda República, se crearía una asociación de las mismas, pero la lucha fratricida acaecida entre 1936 y 1939, puso fin, en el plano legal, a esta experiencia pedagógica ante el empuje de la uniformidad de pensamiento.

El franquismo impuso la diglosia, o lo que es lo mismo, la preponderancia del castellano como lengua sobre las demás, relegadas al ámbito doméstico. En este contexto, fueron clausuradas las ikastolas, si bien algunos padres se organizaron para enseñar a sus hijos euskera clandestinamente creando escuelas en domicilios particulares. Eran los tiempos de la cartilla de racionamiento y del susurro hasta en la conciencia por temor a la delación.

http://www.larramendi-ikastola.eus/sites/default/files/pictures/contenidos/jantokiblancoynegro.pngAndando el tiempo, de forma paralela al aperturismo del régimen, crecía el interés o, más bien,  la voluntad se atrevía a expresarse libre de las cadenas de la censura (no extinta), haciéndose notar el incremento de la demanda de aprender euskera, proliferando las ikastolas entre 1960 y 1975. La ikastola como medio de transmisión de la cultura vasca era loable, pero la virtud, como dijera Aristóteles, siempre radica en el término medio, lejos de la instrumentalización política y de la radicalización. Eran tiempos difíciles, donde la asesina banda terrorista ETA sembraba el país de terror.

http://www.larramendi-ikastola.eus/sites/default/files/pictures/contenidos/historia2.pngA partir de 1965 se crearían bajo la protección de la Iglesia Católica, las que yo denomino «ikastolas de catacumba»: no permitían conseguir el Libro de Escolaridad que habilitaba al alumnado para proseguir su formación media y superior. La Iglesia, que operó su propia transición antes que la esfera política del país (recordemos al cardenal Tarancón), permitió así oficializar esta situación encubierta durante décadas.

En 1969 se creó la Federación Diocesana de Ikastolas, luego secularizada ya en la democracia. Navarra, el enclave de Treviño en Castilla y León y el País Vasco francés fueron también territorio de acogida de ikastolas para la enseñanza del euskera. Finalmente, en 1980, la Consejería de Educación del Gobierno Vasco suscribiría el Convenio de Ikastolas con el Ministerio de Educación, regularizándose 1.738 aulas en el País Vasco.

En 1993, con la Ley de la Escuela Pública Vasca, un grupo de ikastolas se integraron con tal denominación en la red educativa pública, permaneciendo el resto como colegios privados-concertados.

En la España plural en que vivimos, el bilingüismo garantiza la convivencia en paz de todas las lenguas oficiales en el territorio nacional. El idioma hizo el Imperio en tiempos de Carlos V y el español cruzó el Atlántico, una lengua universal que hoy nos hermana con el hemisferio sur de América. Las ikastolas han contribuido a forjar la identidad social en el País Vasco, porque nada une más que la búsqueda común de un objetivo leal e histórico, como es la transmisión del legado de un pueblo. Si ése es el fin con el que las ikastolas nacieron y con el que perduran nada se les puede objetar. Pero, al igual que toda creación humana, tendrán luces y sombras que serán objeto de reflexiones futuras. El euskera, como el catalán y el gallego, enriquecen hoy la piel de toro con acentos que nos recuerdan que, por más que en ocasiones se escuchen voces discordantes, la convivencia es posible y debe serlo, también en el plano filológico.

Laura Lara Martínez

Edificios con Historia (I). El complejo arquitectónico del Instituto Homeopático y Hospital de San José.

En pleno barrio de Chamberí, a poca distancia del Centro de Estudios Financieros de Madrid ubicado en el Paseo del General Martínez Campos, nos encontramos con un edificio majestuoso cuya arquitectura rápidamente comienza un diálogo con el visitante.Nos referimos al Hospital de San José y sede del Instituto Homeopático, tan decimonónico como quien da nombre a la calle en que se halla, Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro, un personaje al que reconozco tenerle simpatía por ser paisano, de la provincia de Guadalajara, y por compartir además natalicio: el 1 de diciembre, de diferentes años y siglos.

 

José Núñez Pernía, médico de Benavente y que llegaría a marqués reinando Isabel II, fue el artífice de dicho enclave. Personaje curioso en un Madrid de las apariencias, barroco como siempre ha sido aún en pleno siglo XIX. Soltero con estudios religiosos, abogado por la universidad de Valladolid, bachiller en Medicina por Madrid y médico por Barcelona, comenzó a practicar la homeopatía en Burdeos hacia 1837. Deslumbrado por las nuevas técnicas de sanación de Samuel Hahnemann basadas en el convencimiento de que “lo similar cura lo similar”, ordenó la construcción del Hospital, que el arquitecto José Segundo de Lema erigiría entre 1873 y 1877 con la misma configuración que hoy podemos apreciar en este complejo neogótico de uso civil: un cuerpo central de 4 plantas con galería abierta al mediodía, 2 pabellones de una única crujía y 3 plantas.

El segundo edificio, neomudéjar para más seña, que comparte finca es el Palacete del Marqués de los Salados, adquirido como solar en 1881 por un hermano del Dr. Núñez, fray Pedro Núñez Pernía, obispo de Coria y ex-senador del reino por la diócesis de Toledo. El terreno sería dejado en herencia a su otro hermano, Joaquín, el marqués que le da nombre. El arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso diseñaría la traza en el período 1884-1886, conforme a la estructura denominada por aquellas fechas “hotel”.

La homeopatía era conocida en Madrid con anterioridad a la implementación de Núñez, tal como informa El Criterio Médico (1867), pero las grandes curaciones se realizaron a partir de su actividad. Para perpetuar su legado, fue creada una fundación administrada por un patronato, estableciéndose que quien ostentara los marquesados de los Salados y de Núñez y tuviera una preparación académica adecuada, se encargaría de la dirección facultativa y administrativa de la institución, si bien podría dividirse el cargo en dos. De no haber un médico en la familia, pasaría a otro patrono. Cuando Núñez fallece en 1879, la presidencia fue propuesta al arzobispo de Toledo, Miguel Payá y Rico, quien aceptó.

La historia de esos gránulos constituye un ámbito de estudio en sí misma. A modo de síntesis, se puede afirmar que la ciencia decimonónica de vanguardia se fusionaba con la arquitectura más neo para albergar en Madrid un espacio propio de experimentación y desarrollo de sistemas de curación alternativos a las sangrías y a la incipiente química que, aletargada como tantas otras vertientes del pasado hispánico, se resistía a decir adiós al Antiguo Régimen.