A pesar de la distancia de más de 1.200 kilómetros que, aparentemente, separa ambos principados europeos, son numerosos los puntos de conexión que quienes escriben estas líneas, María Lara y Laura Lara, autoras de la serie Monarquías en La aventura del saber de La 2 de TVE, hallan en sus investigaciones históricas sobre ambos lares. Integrados en el mundo romano, el historiador griego Polibio hablaría de los «andosinos» y mencionaría la hazaña de Aníbal cruzando los Pirineos, así como el territorio de Liechtenstein se hallaría integrado en la región de Retia.
En ambas latitudes, el Medievo significó el despertar al Imperio, primero Carolingio en el caso andorrano y, andando el tiempo, con las denominaciones de Sacro Imperio Romano Germánico y Austríaco, en Liechtenstein, desde que en 1804 tornara a esa denominación por el embate de Napoeleón. Precisamente, sería entonces cuando Liechtenstein se liberaría del yugo imperial, alcanzando su independencia, sin derramamiento de sangre, tras haberse convertido en un principado en 1719 por el reconocimiento del emperador Carlos VI de la unificación, bajo esa fórmula, de los dos territorios comprados por Juan Adán Andrés años antes: el señorío de Sellenberg y el condado de Vaduz, cuyo castillo hoy en día es la residencia oficial de Sus Altezas Serenísimas, Juan Adán II y su esposa, la princesa María. Banquero de profesión, en 2003 amenazó con abandonar Liechtenstein y refugiarse en uno de sus dos castillos en Viena si en el referéndum salía afirmativo el recorte de sus poderes. Un año después, decidió nombrar regente a su hijo Luis, sin abdicar, pero pudiendo contar con más tiempo para dedicar a su banco.
Andorra pasó de manos francas, por donación de Carlos el Calvo en el siglo IX, al conde de Urgel, Sunifredo I, pero en el siglo XII, Ermengol VI lo cedería al obispo de Urgel, pasando una centuria después a integrarse en las posesiones de los condes de Foix. En 1512, Fernando el Católico conquista Andorra, al igual que Navarra, pero sus segundas nupcias con Germana de Foix lo incitaron a respetar que el territorio se quedara en la misma casa nobiliaria que lo llevaba gobernando siglos, decisión que ratificaría su nieto, Carlos I, reservándose la prerrogativa del nombramiento episcopal. En el siglo XVII, Enrique III de Navarra y IV de Francia, así como su hijo Luis XIII, gestionarían Andorra como parte de la Corona gala, si bien la Revolución Francesa abandonaría el principado, asumiendo el control el obispo de Urgel. El Imperio Napoleónico sí se interesaría por su gestión, si bien la derrota en 1814 marcaría el inicio del coprincipado de Andorra, por decisión de Reino Unido y sus aliados, estableciendo que el presidente de la República Francesa y el obispo de Urgel fueran copríncipes, situación que se mantiene hasta la actualidad.
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