Avanzar hacia la educación plena del alumnado requiere, en primer lugar, de constatar que la educación es un proceso naturalmente complejo, al que procede acercarse desde la máxima de humildad intelectual. Seguramente, poseer una mentalidad abierta, crítica e impulsora hacia las novedades convierta al docente, de facto, en un docente innovador.

En el siglo XVIII, Kant ya dilucidaba las líneas generales de un profesor diferente, ilustrado en línea con las tendencias de la época:

Lo que hay que esperar pues de un profesor es que, en primer lugar, forme en sus oyentes al hombre de entendimiento, después al de la razón y por último al sabio.

Continúa diciendo:

…si se invierte este método (entendimiento, razón y sabiduría), ocurre como si el alumno arrastrase una ciencia prestada. De esta manera, su capacidad intelectual se hace todavía mucho más estéril.

El filósofo Emilio Lledó en su libro Sobre la Educación (2018) nos habla de que el docente debe ver la mente del alumnado como un espejo de posibilidades y no como el receptor de un bloque de realidades que deben incorporar de manera refleja. Solemos pensar que nuestro alumnado es capaz de conocer de una forma lineal todo lo que les enseñamos, desde los conceptos más fáciles a los más difíciles. Sin embargo, en su mente no sólo hay cabida para el aprendizaje dictado, sino para toda una educación completa asentada en la vivencia de situaciones reales y humanas. Toda una referencia a la vivencia psico-social piagetiana.

¿Para qué sirve la teoría educativa?

Antes de comenzar a tratar los aspectos prácticos, conviene citar algunas de las conclusiones de un estudio de la pedagoga Bianca Thoilliez (2019) acerca de la relación entre la teoría y la práctica educativa. De acuerdo con sus investigaciones, es constitutivamente imposible, por contradictorio, establecer un modelo epistemológico que permita integrar la teoría y la práctica educativa.

Es decir, no es posible establecer una teoría clara y objetiva que nos indique cómo pasar de la estética de la teoría educativa (con sus propuestas de aprendizaje por proyecto, colaborativo, cooperativo…) a la práctica en aula. Cabe cuestionarse, entonces, para qué sirve la teoría educativa y si se debe reemplazar por el arte de cada docente.

La innovación en educación no es posible sin cuestionarse la realidad críticamente, para lo cual hacemos uso de las teorías educativas existentes (aprendizaje basado en proyectos, por ejemplo) como fuente de ideas y potencialidades en el aula. Posteriormente la experiencia permitirá validar o desechar las teorías e ideas generadas en tal proceso de crítica reflexiva.

La multidimensionalidad que caracteriza al ser humano requiere de momentos del aula que fomenten el pensamiento, la deducción, la exploración, la toma de decisiones y la interrelación social y emocional.

Con esta idea en mente y con cierta intención asociativa aplicada a las aulas de matemáticas, podemos tratar de partir del concepto de problema complejo: siendo aquel cuyo resultado es abierto, cuyos datos no sugieren la aplicación de una determinada técnica y en cuya resolución el alumno toma decisiones con un pensamiento crítico sobre lo que conoce y le es familiar.

Matemática multidimensional

Veamos algunos presupuestos prácticos asentados en el principio de la educación multidimensional (o multicompetencial como se ha dado en llamar en las leyes educativas actuales) y que pretenden proporcionar algunas experiencias reflexivas. Pido disculpas al lector por la generalidad de los principios expuestos, que espero sirvan como lenguaje que dote de sentido a algunos pensamientos que suelen ser habituales en el docente que se propone innovar en un aula de matemáticas:

  • En cierta medida, es importante tratar de evitar el uso excesivo del algoritmo, la preponderancia de la técnica que puede acabar en un ‘operacionismo’ reduccionista. Habitualmente, el alumno piensa que tal ‘operacionismo’ es el principio y fin de su educación.
  • La formulación de problemas complejos en el marco de un vehículo educativo debe ir acompañada de un procedimiento general que guíe a los alumnos a conocer fuentes de información fidedignas, cómo proceder, cómo discernir lo correcto de lo incorrecto y cómo extraer conclusiones para tomar una decisión. En definitiva, se trata de definir una epistemología del vehículo educativo (por ejemplo si éste es un proyecto, se trata de la epistemología del proyecto), a definir por el docente en cada caso, que indique las directrices, y así evitar un conocimiento inacabado en el alumno.
  • Es importante otorgar cabida a una actividad exploratoria. Los enunciados abiertos asociados a problemas complejos motivan a buscar las técnicas y teorías más apropiadas. Las dinámicas que se generan gracias a este momento exploratorio promueven el pensamiento crítico y la capacidad de discernir entre lo óptimo y lo bueno. Los estudiantes intentarán aplicar resultados conocidos, discutir las teorías, buscarán problemas semejantes y analizarán la adecuación de los resultados.
  • Las temáticas de los problemas complejos deben ser tales que los alumnos se encuentren en un dominio auténtico que les sea familiar. De esta forma, pueden ponerse en contexto con cierta facilidad y comenzar, así, a hacer conjeturas, planes de resolución o contraejemplos.
  • Los problemas complejos requieren de un cambio sustancial en la evaluación. Es importante que ésta se dirija hacia la evaluación formativa e integrada en el día a día. Llevar a cabo una evaluación continua permite conocer los aspectos débiles en el aprendizaje en un momento temprano, conocer los motivos por los que se producen y reforzar nuestra influencia en el proceso de construcción del conocimiento.
  • Acerca de los entregables, es importante que éstos sean inequívocos y que se asocien con una rúbrica que puede compartirse con los estudiantes desde el principio del curso. En dicha rúbrica podemos indicar los aspectos que evaluaremos y que, por tanto, el estudiante debe cuidar. Por ejemplo, en una actividad de elaboración de un informe técnico puede ser interesante prestar atención al lenguaje, las fuentes manejadas, el correcto uso de las técnicas y las conclusiones. Sin embargo, si la actividad consiste en una presentación o vídeo puede ser de relevancia la adecuación a los tiempos, respetar el turno de palabra, saber responder con madurez a las preguntas que se realizan o exponer de forma visual, clara y concisa.

Esperando no haber aburrido demasiado al lector, sólo me queda terminar con un mensaje negativo, sí negativo, porque la experiencia, quizá en la vida, es decir ‘no’ a mil cosas.