Cuando se escucha el término “teatro musical” (o más frecuentemente, “musical”) posiblemente venga a nuestra mente El Rey León o Cantando bajo la lluvia. Al acudir a uno de estos eventos, el espectador asiste a un despliegue de gran magnitud en el que participan especialistas de muy diversos ámbitos de las artes escénicas.

Aunque el musical es un concepto relativamente reciente, dicho tipo de espectáculo comparte muchos rasgos con la ópera: ambos se llevan a cabo a partir de un guion o libreto, ambos tienen música, ambos tienen teatro, ambos tienen elementos escenográficos y ambos, en gran número de casos, tienen elementos de danza o baile. Si hacemos un análisis de las disciplinas artísticas que se ven implicadas en un proyecto así, identificamos la música, el teatro, la literatura, la pintura, la danza y el diseño.

¿Tendría sentido emular ese tipo de trabajo en la educación general? ¿Traería algún beneficio para la formación del alumnado? Vamos a intentar responder a ello centrándonos en la disciplina musical.

Las artes escénicas han tenido, y tienen a día de hoy, un papel muy modesto en el currículo oficial de las enseñanzas obligatorias. La música, tal y como se ha visto en las últimas reformas educativas en nuestro país, ha ido perdiendo espacio, o mejor dicho, tiempo. Esto puede observarse en la disminución de horas lectivas destinadas a la asignatura de música y en la oferta de esta dentro de las asignaturas optativas para cursos de Educación Secundaria.

Competencia musical

Si nos centramos en los niveles de Educación Primaria y Educación Secundaria, podemos ver que ambas etapas educativas están encaminadas a cumplir el Perfil de salida del alumnado al término de la enseñanza básica (véase RD 157/2022 y RD 217/2022 para la ordenación y las enseñanzas mínimas de ambas etapas educativas). En ambos documentos hay diversas competencias a adquirir por el alumnado a lo largo de cada una de ellas, a saber:

Competencia en comunicación lingüística (CCL); competencia plurilingüe (CP); competencia digital (CD); competencia personal, social y de aprender a aprender (CPSAA); competencia ciudadana (CC); Competencia emprendedora (CE); competencia en conciencia y expresión culturales (CCEC); y competencia matemática y competencia en ciencia, tecnología e ingeniería (STEM en inglés).

Con la asignatura de música, en ambas etapas, se espera que el alumnado desarrolle varios de los descriptores operativos de dichas competencias. Los docentes deben diseñar situaciones educativas que permitan al alumnado adquirir todos esos conocimientos. Algo que lleva a diseñar un gran número de actividades que a veces no se encuentran conectadas entre sí y pierden coherencia para el alumnado, y por tanto generan desinterés.

¿Qué podemos conseguir en el aula?

El teatro musical se ofrece como una gran alternativa para abordar muchas de esas competencias. Al diseñar y desarrollar un musical, la clase se convierte en una “compañía de ópera”, donde todo el mundo tiene un papel necesario e insustituible. Esa sensación de ser necesario hace tomar conciencia de equipo y de pertenencia al mismo, fomentando la competencia ciudadana. En el transcurso del proyecto, los alumnos deberán resolver retos nuevos para ellos, lo que contribuirá a desarrollar la competencia emprendedora. El trabajo en grupo hace que los alumnos y los docentes se conozcan mejor.

Como decíamos, en un musical se necesita un libreto. El hecho de crear un libreto, o una adaptación de un texto conocido para llevarlo al escenario, desarrollará la competencia lingüística. Si el texto fuera en otro de los idiomas que se trabajen en el centro, como puede ser el caso del inglés, se estaría abordando también la competencia plurilingüe. Además tendrán que decidir la historia, donde aparecen valores culturales y se pondrán también en marcha habilidades sociales como el respeto por la opinión del otro y la capacidad de llegar a acuerdos.

La competencia STEM se desarrolla principalmente con la confección de decorados y la iluminación del escenario. La competencia digital estará presente cuando se busque información de cualquier tipo en internet o se haga uso de las redes sociales para publicitar el evento. La competencia ciudadana y la personal, social y de aprender a aprender es transversal a todo el proyecto.

De hecho, esta iniciativa de trabajo con el alumnado viene realizándose desde hace unos 50 años en diferentes partes del mundo. En España, el Teatro Real cuenta con el proyecto LÓVA (La Ópera como Vehículo de Aprendizaje), que se ha puesto en marcha con éxito en numerosos centros educativos, dando muy buenos resultados (https://proyectolova.es/).

Experiencias globales

Últimamente vienen generándose este tipo de experiencias en algunos centros educativos, aunque todavía de manera aislada. Es cierto que un proyecto así requiere, generalmente, de una organización e involucración de los agentes educativos del centro algo diferente a lo que estamos acostumbrados, pero parece que merece la pena crear sinergias entre los diferentes departamentos, a veces tan estancos, para trabajar en proyectos de este tipo.

Propiciar experiencias globales de aprendizaje al alumnado, que sean realmente significativas para ellos a muchos niveles y no respecto a una sola asignatura, les deja una huella imborrable y unos aprendizajes transferibles a muchos ámbitos de la vida. Dejemos por un momento de pensar en asignaturas y pensemos en la persona que está detrás y que será el ciudadano o la ciudadana del futuro.

Parece que nos olvidamos de que la música (y el resto de artes escénicas) no es solo un arte –algo que tampoco resulta baladí para la formación integral de la persona– , sino que además, como acaba de explicarse aquí, es un vehículo para el desarrollo de muchas de las competencias que se persiguen en los currículos de todos los niveles educativos de nuestro país.