La Psicología de los complejos surgió oficialmente en 1913, cuando el psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) la utilizó para designar una ampliación del psicoanálisis de Freud.
Interesante para el ámbito de la criminología es el complejo de Eróstrato.

Este personaje era un pastor de Éfeso del siglo IV a.C., responsable de la destrucción del templo de Artemisa de Éfeso, considerado una de las Siete Maravillas del mundo antiguo, el 21 de julio del año 356 a.C., coincidiendo, según Plutarco, con el nacimiento de Alejandro Magno.
Bajo tortura ordenada por el rey Artajerjes, Eróstrato confesó que su único fin era conseguir fama a cualquier precio. El nombre del incendiario fue prohibido bajo pena de muerte para las generaciones futuras, pero poco caso hicieron las generaciones futuras a esta prohibición. La noticia se difundió rápidamente y su eco permaneció en la literatura.
En El Quijote (capítulo VIII de la segunda parte), Cervantes hizo alusión a Eróstrato:
“También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor, que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros; y aunque se mandó que nadie le nombrase ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se supo que se llamaba Eróstrato”.
Baltasar Gracián, en El Criticón (1651-1657), escribió sobre el incendiario:
“Éste es el que pegó fuego al célebre templo de Diana, en efeto, no más de porque se hablasse dél en el mundo”.
También es mencionado Eróstrato por Víctor Hugo, en su poema Lo que dice la boca de sombra (1855):
“Y el viento, que hace mucho soplaba en Sodomas/ Mezcla en el sucio hogar y bajo el vil caldero / Al humo de Eróstrato con la llama de Nerón”.

Anton Chéjov, en su cuento El gordo y el flaco (1883), hizo alusión a él con estas palabras:
“Estudiamos juntos en el gimnasio! -prosiguió el flaco-. ¿Recuerdas el apodo que te pusieron? Te llamaban Eróstrato porque pegaste fuego a un libro de la escuela con un pitillo”.
Y Miguel de Unamuno, en su novela Amor y pedagogía (1902), nombró a este personaje para hacer referencia al ansia de inmortalidad inherente al ser humano.
Así pues, la acción de Eróstrato ha sido utilizada para denominar un trastorno psicológico en el que el individuo trata de sobresalir y convertirse en el centro de atención. En el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, se define el erostratismo como la “manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre”.
Los anales de la criminología están llenos de actos llevados a cabo por personajes con esta patología y, actualmente, teniendo en cuenta el impacto que tienen los medios de comunicación, se registran delitos cometidos por personas que buscan mantener pendiente a la opinión pública, lamentablemente a costa de causar sufrimiento.