«Ser empresario es una forma de vivir que merece la pena. Es una persona que tiene sueños, un sueño, y desde jovencito, y que lo quiere poner en práctica en la vida, lo que supone innovación, ganas, esfuerzo y tesón, esos términos que parce que hoy están fuera de espacio y que al final generan un proyecto, un proyecto de vida. Y además creas empleo. También se sufre, pero es una forma de vivir».

Hemos respetado el párrafo y la textualidad de sus palabras porque bien podría ser una definición académica de lo que supone ser empresario. Lo dice uno de ellos. Antonio Garamendi, a la sazón, presidente de la CEOE.

Probablemente, lo que dice es una definición de sí mismo, lo que no le resta mérito alguno a la hora de avisar de que la suya, la de decenas de miles de personas empresarias en España, aun siendo el cumplimiento de un sueño personal, es también un modo de vida que requiere de sacrificios y, en pocos casos, disgustos, chascos y hasta la ruina. Pero es que el empresario es resistente per se y, como se apunta en las escuelas de negocios, un fracaso conduce a un éxito seguro a partir de la experiencia acumulada en el primero.

En declaraciones a Graciano Palomo, en la serie de entrevistas ‘Territorio Líder‘, que produce UDIMA Media, la unidad audiovisual de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, Garamendi subraya también algo importante, y es que «ser empresario es una problema de actitud y luego se trabaja la aptitud». Hoy, lamenta de algún modo, puede haber «mucha aptitud, pero sin actitud», y eso es como perder la mitad de la guerra, si es que la metáfora es la más adecuada.

De aquellos que poseen la actitud adecuada cita, entre miles, a «lo que llamo los empresarios de raza, que se pueden nombrar, como Hidalgo, Pascual, Fuertes, Álvarez, Roig, etcétera, y que luego generan la aptitud». «En España», afirma, «posiblemente tengamos los empresarios de la hotelería más importantes del mundo, y son empresas familiares. Eso es un orgullo y es gente que viene de abajo y que ha creado auténticos imperios. El empresario cree en eso que ha creado, ni está pendiente de si ha dado un pelotazo».

Preguntado por cuál considera que distingue a un empresario de un emprendedor, apunta que «cuando alguien no dice lo que es porque tiene vergüenza, entonces tiene un problema. Yo estoy orgullosísimo de la palabra empresario, porque un emprendedor lo puede ser en el mundo empresarial, pero también en el mundo laboral o en el mundo de la cultura… lo que pasa es que la política pretendió cambiar un nombre, porque en esto de la política la demagogia se utiliza o se manipula fantásticamente lo que es el diccionario de la lengua española».

Lamenta que el concepto de progreso se asocie a una determinada sensibilidad política y sentencia que «cuando hablas de progreso, progreso es crear empleo, riqueza, bienes y servicios, empleo, pagar impuestos, y todo eso hace mejor a la sociedad, porque ha mejorado gracias a los inventos».

Es por ello que, a su juicio, «falta rigor en el sentido de poner en valor lo que hace el empresario. En España hay miles de personas con pequeñas empresas que trabajan día a día creando industria y empresa. El empresario con cara y ojos es el que baja las persianas. No se puede ser empresario sin esfuerzo, pues si la pregunta es si se puede hacer algo sin esfuerzo, la respuesta es no».

En tal sentido, el ‘patrón de patronos’ -que gustaba decir a los sindicalistas de viejo cuño- anima a la gente a que cree empresas «o a ser un buenos directivos, porque todo el mundo es importante» en una empresa, y, sobre todo, «aunque tener voluntad es lo importante, si tienes formación tienes mucho más porcentaje de capacidad de éxito que si no la tienes».

La entrevista íntegra a Antonio Garamendi, clicando en este enlace de UDIMA Media