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Museos y educación en tiempos de pandemia: claves para la nueva normalidad

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La expansión de la pandemia y la emergencia sanitaria asociada han dado lugar a una serie de consecuencias que en el caso de los museos se han traducido en un descenso significativo de los visitantes, especialmente del público escolar que tradicionalmente ha sido uno de los destinatarios y consumidores de estos espacios educativos. De esta manera, los datos obtenidos por la UNESCO (2020) muestran que el 90% de los museos (más de 85.000 instituciones) en todo el mundo ha tenido que cerrar durante la crisis y que más del 10% no volverá a abrir.

Este escenario ha dado lugar a ciertos procesos de reflexión, también en los espacios de presentación del patrimonio, acerca de su futuro y de la posibilidad, cada vez más inminente, de tener que reinventar en gran parte su actividad.

La tecnología como “tabla salvavidas”

Una vez inmersos en el estado de alarma, el protocolo para la reapertura de museos (Ministerio de Cultura y Deporte, Subdirección General de Museos Estatales, 2020) ya señalaba la utilización de Internet como alternativa a ciertos servicios que hasta entonces se prestaban de manera presencial, así como la participación en actividades culturales y programas educativos a través de su retransmisión en streaming, o la difusión online asíncrona de los mismos. De igual modo, se señala como acción el aumento de recursos digitales para mantener la función educativa y divulgadora de los museos. En la misma línea, el estudio de la UNESCO (2020) pone de manifiesto que el sector ha sabido responder rápidamente, aumentando su presencia en Internet, aunque por otro lado evidencia la fuerte brecha digital entre los países.

Por su parte, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) desarrolla un estudio en 2020, con una muestra de 1.600 museos de 107 países de los cinco continentes. Dicho informe indica que, aunque un gran número de instituciones ya tenía presencia en las redes sociales y compartía sus colecciones en línea con anterioridad, para el 15% de los participantes las actividades digitales aumentaron o comenzaron con motivo de la emergencia sanitaria. Y que, además, se produjo un aumento o inicio de la actividad en las redes sociales para el 50% de los participantes. No obstante, también se señalan algunas debilidades estructurales referidas a los recursos y personal dedicados a la comunicación digital, así como en el nivel de madurez del contenido.

La apuesta por el desarrollo de recursos digitales no fue únicamente fruto de iniciativas individuales, sino que se organizaron redes de apoyo para tal fin. A este respecto cabe destacar REMED, la Red de Museos y Estrategias Digitales, en la que participan 180 museos, 17 universidades y más de 40 empresas de toda España, y que ha dado lugar al primer Congreso Internacional de Museos y Estrategias Digitales; o la red Nuestros Museos, compuesta por los dieciséis museos adscritos a la Dirección General de Bellas Artes, dedicada a la difusión en redes sociales del trabajo común de dichas instituciones (Del Pozo y Fernández, 2021).

Pese a todos estos esfuerzos, aún no tenemos evidencias sobre el impacto que ha causado esta apuesta digital para el público en general y para las instituciones de enseñanza reglada en particular. Si bien cabría pensar que las visitas escolares podrían ser suplidas en un primer momento mediante estos recursos digitales y poco a poco ser reconvertidas en propuestas más profundas, transformadoras e interactivas con la tecnología como base, las conclusiones que se desprenden de los foros de debate no parecen apuntar en esta dirección.

Nuevos modelos: las redes locales

Los espacios de reflexión sobre el impacto que la emergencia sanitaria está teniendo en la actividad educativa de los museos (puede revisarse el “Ciclo de conversaciones virtuales. Los museos en tiempos de la COVID-19” o la jornada en línea “Repensar la educación en los museos en tiempos de pandemia”) están evidenciando varias cuestiones fundamentales como punto de partida para que cambie el modelo de relación entre museos y enseñanza reglada.

En primer lugar tenemos que ser conscientes de que el estado de emergencia colocó a la escuela en una situación de crisis a la que tuvo que responder de forma precipitada. Primero mediante un cambio de modelo puramente presencial a uno telemático, y después a un modelo híbrido, acompañado de una presencialidad constreñida por las medidas sanitarias. Todo ello supuso un duro proceso en el que parece que no hubo espacio inicial para los museos como aliados estratégicos para afrontar la crisis. Solo se acudió a ellos como espacios donde extender la actividad formativa de la escuela ante la disminución de la ratio alumno/profesor que imponen las medidas sanitarias.

Este cambio del modelo presencial al modelo telemático o híbrido ha obligado al profesorado a desarrollar planteamientos, propuestas y recursos nuevos. Ante esta situación, el sentido común nos dicta que es en este proceso donde los museos pueden contribuir de manera importante a través de toda esa apuesta digital que comentamos anteriormente. Sin embargo, desde algunos sectores, tanto de la formación reglada como de la educación en museos, se percibe el papel de las tecnologías digitales como un elemento secundario: más como un elemento logístico de apoyo a nivel local, que a su vez permite un alcance más global, que como un recurso que pueda hacer posible otro modelo de interacción innovador y transformador de las prácticas actuales.

Así, aunque los museos, ante la interrupción de su oferta educativa, hayan centrado gran parte de sus esfuerzos en desarrollar recursos online, se percibe que el cambio debe darse en gran medida desde un contexto presencial. La ‘experiencia museal’ no se concibe desde los museos sin la presencialidad, ya que el recorrido por las exposiciones y las propias piezas forma parte de un relato que habla de la vida de las personas y que tiene el poder de emocionar, así como de transformar, tanto a los individuos como a la comunidad. Desde el punto de vista de los museos, es durante esa experiencia presencial donde los visitantes se apropian de dicho relato desde la diferencia y la diversidad de una manera natural, no impuesta.

De esta manera se percibe que el futuro se encuentra en el desarrollo de proyectos de carácter más profundo (más allá de las tradicionales actividades de una hora) que fomenten una interacción entre escuela y museo sostenible y de larga duración, similares a actuaciones previas a la pandemia, como el Proyecto Magnet, las escuelas Tandem o el proyecto Apadrina un museo. En este sentido las reflexiones se dirigen hacia las siguientes consideraciones:

  • Este tipo de proyectos deberían ser programados e implementados a través de redes constituidas por diversos agentes dentro de un territorio. Así podrán conectar a las escuelas con entidades culturales, pero también con otros sectores como el empresarial y otro tipo de instituciones.
  • Esta perspectiva implica trabajar por el desarrollo de la comunidad local, enriquecido por la heterogeneidad de perspectivas que brindan los distintos actores implicados.
  • Los proyectos deberían partir de las necesidades de la escuela y de la comunidad.
  • Deberían desarrollar otras líneas de trabajo, como la posibilidad de que sean los museos quienes vayan a las escuelas y no al revés.
  • Pueden conllevar o no medios tecnológicos.
  • No deben suponer una carga extra para los profesionales, que deben entender la importancia de este tipo de proyectos, a pesar de su complejidad.

Se trata de proyectos no elaborados por los museos para las escuelas, sino desarrollados de manera conjunta, en los que maestros y profesores de la enseñanza reglada sean parte del motor y los profesionales del museo sean asesores, instigadores de ideas y apoyo. Este tipo de colaboración requiere que todos los profesionales partan de las mismas premisas, dentro de un clima de confianza que debe cultivarse y que no es posible desarrollar de la noche a la mañana. El objetivo es crear proyectos sostenibles, que aporten un valor a la enseñanza reglada en su misión de formar ciudadanos y ciudadanas, donde las herramientas digitales permitan sinergias de trabajo diferentes que den lugar a la elaboración conjunta de proyectos transformadores.

Aunque la tecnología constituye la punta del iceberg en lo que a innovación educativa se refiere en museos, en el fondo lo que se percibe como necesario para establecer modelos más eficaces es terminar con el aislamiento de las instituciones educativas (formales, no formales e informales) para desarrollar propuestas que trabajen los problemas de las comunidades de manera conjunta e igualitaria.

Inclusión educativa y formación del profesorado

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Según Echeita, Simón, López y Urbina (2013), la educación escolar, en particular la que se considera básica y obligatoria para todo el alumnado, cumple tres funciones sociales relevantes:

– Persigue influir en el aprendizaje de las competencias que se estima serán necesarias para el buen desempeño personal y social de los futuros ciudadanos en un mundo que, ciertamente, no siempre es fácil anticipar cómo será.

– No puede ni debe dejar de mirar hacia atrás, ayudando a que esos mismos futuros ciudadanos reconozcan de dónde vienen, esto es, cuáles son los saberes y valores esenciales de su grupo cultural de referencia que les confiere identidad individual y colectiva, dotándoles de una base segura desde la que, precisamente, proyectarse hacia adelante.

– La escolarización también tiene que ser capaz de dar respuesta a las necesidades y demandas del hoy, del momento y el tiempo que están viviendo los niños, adolescentes y jóvenes actuales.

En este artículo nos centraremos en la primera función, la que nos debe hacer pensar en el proyecto de sociedad que nos gustaría ayudar a construir desde la escuela.

Estamos inmersos bajo el principio de inclusión educativa que llegó en el 2006 con la Ley Orgánica de Educación, hace ya 14 años, pero ¿realmente los docentes están preparados para atender a este principio? ¿Están formados para atender a la diversidad en sus aulas, en el recreo, en las excursiones o las actividades extraescolares? Y lo que es más importante ¿presentan competencias y buenas actitudes para desempeñar con éxito esta inclusión?

Respecto a estas dudas, existen estudios que evalúan actitudes de los maestros hacia las necesidades educativas especiales cuyos hallazgos indican que los maestros valoran positivamente que tengan a su disposición medios y recursos para ofrecer buena atención educativa a la diversidad. Coinciden en que la inclusión es adecuada y creen que es necesaria. En contraposición, prefieren no tener alumnos con discapacidad en sus aulas y añaden que los profesores necesitan formación específica para atender a alumnado con necesidades educativas especiales (Álvarez, Castro, Campo-Mon y Álvarez-Martino, 2005; Pérez-Jorge, 2010 y Hernández, 2015).

El perfil de los maestros exige una formación inicial adecuada que tenga en cuenta la diversidad como principio rector de la educación y de la escuela. Por lo tanto, es necesario que los maestros se formen y pongan en práctica metodologías que respondan a los conocimientos que la investigación proporciona centrados en los procesos de mejora e innovación educativa en los centros educativos y como mejora de atención a la diversidad constituyéndose como uno de los retos más importantes (Echeita, 2012).

La investigación de Chiner (2011) señala que existe una actitud contradictoria mostrada por el profesorado al abordar la inclusión. Los profesores aceptan y son conscientes del beneficio que la inclusión genera en el desarrollo social y cognitivo de los alumnos. Pero se sienten inseguros respecto a la implementación en sus propias aulas, prefiriendo, siempre que sea posible, la presencia de un maestro especialista. Este pensamiento contrasta con los profesionales de la Educación Especial que se muestran mucho más seguros y a favor de la inclusión. Esta investigación concluye que la disparidad observada está relacionada con las actitudes de los maestros, de la formación para atender a la diversidad y con la responsabilidad que esto supone, así como, del tiempo que se emplea en el proceso de enseñanza-aprendizaje con este tipo de alumnado.

Debemos reflexionar si desde las universidades se ofrece una formación en competencias que capacite al futuro docente atender a alumnado con diversidad bajo el principio de inclusión educativa. Tenemos que dotar al docente en herramientas que le permita transformar su idea preconcebida del aula ideal con alumnado que sigue el mismo ritmo de aprendizaje ya que esto no es así, no es la realidad. Solo hay que acudir a las escuelas para ver donde reside la pieza clave de la inclusión, la atención a la diversidad. Alumnado con diversas características y necesidades cuyo responsable de atenderlas y ofrecer el mejor proceso de enseñanza-aprendizaje es el docente.

Coronavirus: Los retos de seguir con la “escolarización” en casa.

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La pandemia de coronavirus ha desembocado en una crisis que afecta a todos los ámbitos. Quiero centrar mi reflexión en el ámbito educativo ya que considero que, como profesora de una universidad online de los grados de Magisterio, maestra y madre, puedo tener una visión amplia de la situación que transitan familias, docentes y niños.

Estos días toda la población se ha visto afectada de manera múltiple por esta crisis sanitaria. La preocupación por la salud propia y de los seres queridos, la incertidumbre sobre la magnitud de la pandemia, el miedo a la crisis económica y social y la tensión política son algunas exigencias emocionales a las que nos hemos visto expuestos. El confinamiento nos ha obligado a estar en casa y ha afectado enormemente al mundo social, laboral y educativo.

Hemos tenido que adaptarnos a la “modalidad online” para mantener contacto con nuestros seres queridos renunciando a los encuentros “cara a cara”. Los trabajadores se han visto obligados a afrontar la presión del teletrabajo, la incertidumbre ante el ERTE, el riesgo para la propia empresa o las cábalas sobre cómo seguir trabajando en una actividad esencial en esta situación. El mundo educativo ha tenido que dar respuesta en pocos días a una situación nueva, seguir con el curso sin la presencia de los estudiantes en las aulas. Es esta nueva realidad educativa la que quiero explorar ¿cómo ha afectado a familias, docentes y niños esta situación?

El cierre de los centros educativos ha supuesto para las familias un reto importante. Los padres, madres y/o tutores legales se han visto obligados en cuestión de días a adaptarse a una situación nueva y demandante. A las tareas habituales del trabajo dentro y fuera del hogar se ha unido la responsabilidad de hacer frente al seguimiento y organización de las tareas escolares de los hijos. Los medios de comunicación han hecho eco de esta situación con titulares como “La pandemia del coronavirus pone a prueba a la familia”.

Inicialmente fue difícil y probablemente muchos nos sentimos abrumados ante esta responsabilidad. Con el tiempo, de una manera u otra, las familias han tenido que establecer ritmos, repartir responsabilidades e involucrar a los hijos en las tareas de la casa. Los expertos han ofrecido orientaciones como turnarse para trabajar, intentar mantenerse positivo y autocontrolarse como claves para llevar a buen puerto la convivencia en el hogar.

Sin embargo, no todas las familias se han encontrado en la misma situación de partida ante el cierre de los centros. Un elemento que ha marcado especialmente la diferencia ha sido la posibilidad de tener dispositivos y conectividad suficiente como para mantener a los hijos en contacto con sus profesores. Uno de los objetivos del sistema educativo debe ser promover la equidad. En este caso, a pesar de las propuestas de reparto de tablets que se han hecho, algunos alumnos de colectivos especialmente vulnerables saldrán perjudicados por el cierre de centros.

Además de para las familias, este cierre de los centros ha supuesto un reto para los docentes. La pregunta es inevitable ¿estaban preparados los docentes para hacer docencia online? Sin duda algunos lo estaban, pero otros tantos no y esta diferencia podía acentuarse según la titularidad o la zona geográfica. Esta crisis ha “sorprendido” a las comunidades educativas. Los profesores han tenido que formarse “exprés” en el uso de las nuevas tecnologías para poder seguir con el curso. Son muchas las propuestas que ha habido para colaborar con esta tarea, la propia UDIMA, por ejemplo, lanzó en abierto un conjunto de tutoriales en el site: #DocentesEnCasa.

A pesar de todo este esfuerzo, la situación requiere más cambios que seguir haciendo lo mismo en la distancia. Adaptarse al aprendizaje de los alumnos en sus casas con cierta autonomía, sin contar con los recursos de los centros, requiere un cambio en la forma de pensar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Hay incluso quien dice que deberíamos aprovechar para otras cosas e integrar las oportunidades que nos ofrecen los hogares como plantea Tonnucci cuando dice “No perdamos este precioso tiempo haciendo deberes”.

No se trata quizá de seguir con la escuela en casa sino de trascender el concepto de escolarización y pensar en educación en sentido amplio. La lectura, la escritura, los juegos de lógica, las manualidades, los experimentos, etc. son actividades que pueden realizarse en casa asesorando a los adultos. Muchas de las actividades del hogar (pensar la compra, ayudar en la cocina, ayudar en la limpieza, etc.) tienen un alto interés educativo que se podría también potenciar.  Creo que el reto de organizar los procesos de enseñanza y aprendizaje de nuestros alumnos en casa merecería cierta reflexión y consenso por parte de la comunidad educativa, especialmente ahora que vemos que las situación se alarga. En este proceso pienso que deberíamos intentar desde la escuela ayudar a las familias para que cada hogar tuviera la máxima capacidad educativa posible.

En mi opinión, hay dos cuestiones clave en esta reflexión que tienen que ver con el papel de la escuela como agente de socialización. Considero que durante esta pandemia deberíamos asegurarnos de que no quedan de lado la acción tutorial y la educación emocional. Seguir acompañando el desarrollo personal de cada alumno en colaboración con la familia me parece fundamental en estos momentos y la convivencia y el trabajo relacionado con la gestión de emociones parece más que pertinente. Para ello, organizar sesiones de comunicación sincronizada con niños y con adultos es muy conveniente ya que el tutor sigue siendo un referente para alumnos y familias.

Creo que los niños y niñas merecen este esfuerzo. Ellos se han adaptado a estar confinados en sus casas sin ver familiares, amigos ni profesores. Han tenido que seguir con sus tareas como si nada pasara cuando el contexto no era el mismo y las condiciones en los hogares en cuanto a medios técnicos, disponibilidad de tiempo y tensión emocional no eran las mejores. En muchos medios se ha hablado de los niños como los grandes olvidados en esta pandemia. Pero estamos a tiempo, habrá que mantener el distanciamiento social meses y esto hace necesario que intentemos ofrecer la mejor respuesta educativa.

Aprender a aprender

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En el futuro todos recordaremos la primavera de 2020. Cada uno traeremos a la memoria vivencias particulares y también comunes de este tiempo en el que nuestra vida cotidiana dio un vuelco y estuvimos confinados. Habrá, sin duda, amargura en esos recuerdos, aunque también – así suele funcionar el ser humano- sensación de aprendizaje y de crecimiento personal. Al menos, habremos tenido la oportunidad de tomar perspectiva sobre algunos asuntos, por ejemplo, sobre lo importante que es para cualquier persona, precisamente, saber aprender.

Una de las experiencias compartidas por muchos de nosotros en estos meses es la de convivir con hijos en edad escolar que se han visto alejados de golpe de sus compañeros, de sus profesores, de sus monitores o entrenadores. Muchos padres estamos siendo más conscientes que nunca de lo acompañados que estábamos en nuestra tarea de educar y, tristemente, de que ahora estamos muy solos.

La tecnología (que es tan bienvenida) logra ayudara a la enseñanza y el aprendizaje, aunque de manera desigual: no todos la tienen disponible y, además, cuanto menores son los alumnos, peor consigue sustituir lo esencial. En este panorama, los profesores tratan de estar presentes, de ayudar, supervisar y acompañar; aun así, los niños y adolescentes tampoco han estado nunca tan solos en su historia de aprendizaje como en estos tiempos. Si bien, también podemos tratar de analizarlo desde otra óptica: nunca han tenido que ser tan autónomos en su aprendizaje.

¿Qué implica ser un aprendiz autónomo? Hay mucho consenso sobre la importancia que tiene en nuestra sociedad, tan cambiante e incierta, el que todos los ciudadanos seamos capaces de embarcarnos en un aprendizaje permanente. Para lograr este objetivo debemos ser capaces de desarrollar diversas competencias y, muy especialmente, la de aprender a aprender. La Comisión Europea apuesta claramente por promover esta competencia y, en España, se incluye como uno de los pilares del currículum educativo desde la LOE (2006).

Un aprendiz autónomo, si es eficaz, sabe adquirir conocimientos – conceptos, procedimientos y actitudes – siendo capaz de controlar los procesos que le ayudan a aprender mejor. Esto es, en pocas palabras, lo que se conoce como “autorregulación del aprendizaje” (self-regulated learning) y se trata de una de las áreas de estudio más relevantes de la Psicología de la Educación (ver Panadero, 2017 para una revisión al respecto). En concreto se investiga en este campo acerca de cómo piensan, sienten y actúan los alumnos que regulan bien su aprendizaje, y de qué depende que lo hagan, en especial, para arrojar luz sobre cómo se puede ayudar a todos a ser aprendices eficaces. Los profesores, por tanto, deben ayudar a sus alumnos a ser aprendices competentes y autónomos, esto es, más autorregulados.

No es una tarea sencilla y en estas semanas les resulta especialmente complicada. Por eso cabe preguntarse, ¿qué podemos hacer los padres ahora – entre las preocupaciones, el trabajo y demás tareas – para ayudar a nuestros hijos a aprender a aprender? Al fin y al cabo, procurar que avancen en esta competencia y fomentar su autonomía también contribuye a hacer más sostenible la situación para todos.

En primer lugar, conviene saber cuál es la meta: según van siendo más autorregulados los alumnos se vuelven más conscientes de lo que saben y lo que no saben; enfrentan las tareas de aprendizaje con más confianza, diligencia y resolución; son más proactivos buscando información y emprendiendo los pasos necesarios para conseguir sus objetivos, incluso cuando encuentran obstáculos (Zimmerman, 1990). Podemos concluir, entonces, que un alumno con alta autorregulación se siente competente y tiene interés por aprender, y lo que hace bien es planificar, establecer metas, organizar, controlar y supervisar su adquisición de conocimiento.

En segundo lugar, es útil conocer algunas formas de promover que los niños y adolescentes se vayan acercando a esa meta. No se trata de pretender hacerlo rápidamente, ni de sustituir la labor de los profesionales de la educación, pues sería un objetivo demasiado ambicioso, y más aún en las circunstancias actuales. Pero sí podemos reflexionar sobre lo que sería interesante incorporar, sin presión ni prisas, en las interacciones habituales en familia o cuando se puede acompañar a los hijos en sus tareas escolares. Sin ánimo de ser exhaustivos, podríamos destacar lo siguiente:

–  Es útil ser modelo para los hijos, mostrándoles que nosotros mismos estamos motivados por aprender, por plantearnos objetivos y por poner en marcha estrategias para lograrlos. Podemos estimularles a que persistan y prueben otras estrategias cuando se enfrenten a un fracaso, y alabarles cuando lo hacen (González García y otros, 2003). En definitiva, confiemos en la inmensa capacidad que tenemos los humanos de promover el desarrollo de los más jóvenes (Bruner, 1972) y recordemos que es más importante enseñar a pescar que dar directamente el pez.

– Podemos ayudarles a tener una “mentalidad de crecimiento” (es muy sugerente la conferencia de la importante psicóloga Carol Dweck): es más útil para ser buen aprendiz centrase en el proceso  que en el resultado, en aprender y mejorar más que en el éxito o en si se es inteligente o no. Si un niño, por ejemplo, ha fallado en una multiplicación o en las medidas de los ingredientes para hacer un bizcocho, se presenta la oportunidad de animarle a que revise si ha sido un despiste por estar cansado o si no ha entendido algún punto del procedimiento o de la receta. Se trata de transmitir algo parecido a: “en esta casa, el error es una oportunidad para aprender”.

– Es interesante también ayudar a los niños a confiar en sus capacidades y a crear su propia brújula interior. Cómo dar pasos relativamente sencillos para lograrlo está muy bien explicado en El cerebro afirmativo del niño, un libro divulgativo de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson (2018). Una de las pautas, por ejemplo, es ayudar a los niños a tomar perspectiva, enseñándoles a hacer una pausa antes de estallar por alguna frustración, a que calibren los esfuerzos ante diferentes tareas o a que puedan verse como sus propios entrenadores. Otras recomendaciones tienen más que ver con aprender a ser equilibrado emocionalmente, resiliente o empático. Estos aprendizajes también pueden contribuir a mejorar los aspectos emocionales y motivacionales que forman parte de lo que implica ser un aprendiz autorregulado.

Comenzábamos este texto pensando en cómo veremos este tiempo de confinamiento y qué habremos extraído de esta experiencia vital. Los escolares, sabrán lo que es una vida sin colegio, sabrán todo lo que les aporta y cómo se nota su falta. Habrán sido más conscientes de lo que implica tener que ser más autónomos en su aprendizaje. Ante esto, los padres hemos tenido que asumir parte del rol de profesores. Es una oportunidad para comprender mejor la que podría ser la labor más compleja, aunque casi nunca la más valorada: apoyar a los más jóvenes en la aventura de hacer propia la cultura de sus mayores.

Necesidades del alumno y el profesor universitario a distancia para trabajar en equipo

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Uno de los principales retos de la educación a distancia pasa por enseñar a trabajar de manera cooperativa al alumnado, ya que es una competencia requerida en la sociedad actual (Alfageme, 2005). Sabemos además que las TIC pueden ser una potente herramienta para trabajar colaborativamente a distancia, ya que presentan una serie de ventajas tales como permitir una mayor flexibilidad, ofrecer escenarios interactivos y eliminar barreras socio-temporales (Cabero, 2010). En base a estas ideas, desde la Facultad de Ciencias de la Salud y de la Educación de la UDIMA, nos planteamos cómo mejorar las competencias de trabajo en equipo de nuestros estudiantes.

A través de la creación de un grupo de trabajo compuesto por profesores expertos en este ámbito, nos propusimos dos objetivos concretos al respecto. Por un lado, detectar las necesidades que tanto docentes como estudiantes presentan a la hora de planificar y desarrollar actividades que requieran trabajo en equipo. Y por otro lado, diseñar algunos materiales de apoyo para dar respuesta a las demandas detectadas. Con el fin de alcanzar dichos propósitos, diseñamos una investigación-acción en la que participaron 177 estudiantes de diferentes grados y cursos de la universidad, así como profesores de la Facultad de Ciencias de la Salud y la Educación.

Se diseñó un cuestionario ad hoc para cada uno de los colectivos de estudio que fue administrado a través de un formulario virtual en la plataforma Moodle. En dichos cuestionarios, se preguntaba, tanto a estudiantes como a profesores, acerca de diferentes aspectos sobre el trabajo en equipo (las experiencias vividas al respecto, la organización de los grupos, las dificultades que se pueden encontrar al trabajar en equipo o las herramientas existentes para realizar este tipo de trabajos, entre otros).

Los resultados obtenidos a partir de este estudio han sido presentados con una comunicación oral en el I Congreso Internacional de Innovación Docente e Investigación en Educación Superior: Un Reto para las Áreas de Conocimiento (CIDICO), celebrado en Madrid entre el 20 y el 22 de noviembre de 2019. Este Congreso fue organizado por el Grupo de Investigación SEJ-473 de la Universidad de Almería y la Association University of Scientific Formation Psychology and Education Research y ha sido un encuentro interdisciplinar de profesores donde todas las áreas de conocimiento de la universidad se han visto reflejadas y donde se han dado a conocer trabajos referentes a la innovación docente, las metodologías novedosas y los proyectos de investigación que se están llevando a cabo dentro de este campo.

Por nuestra parte, los resultados más relevantes que encontramos apuntan a que, a pesar de que el alumnado considera importante aprender a trabajar en equipo, se encuentra con algunas resistencias para hacerlo a distancia, fundamentalmente relacionadas con los horarios, con la gestión de los grupos, con la resolución de conflictos y con el conocimiento de herramientas para llevar a cabo los trabajos de manera eficaz. En cuanto al profesorado, este colectivo señalaba que tenía dificultades a la hora de seleccionar el tipo de tareas más adecuado para trabajar en equipo, en la formación de grupos, así como en la evaluación.

Dada la evidente necesidad de apoyar al alumnado y al equipo docente, se decidió elaborar una intervención basada en videotutoriales teórico-prácticos que pretenden dotar de herramientas para hacer frente a sus demandas. Concretamente, se elaboraron cuatro recursos para docentes dedicados a la gestión interna de los grupos, las claves para la formación de los mismos, los tipos de trabajo susceptibles de hacerse en grupo y la evaluación de actividades en equipo. En cuanto a los estudiantes, nos centramos en la enseñanza de cómo gestionar los conflictos y en diferentes herramientas para realizar trabajos en equipos (Google Drive, Hangouts…). Estos recursos audiovisuales se encuentran disponibles en el aula virtual de la UDIMA y están accesibles para todos los estudiantes y profesores.

¡Esperamos que os resulten interesantes y que hagáis uso de ellos para mejorar vuestra competencia de trabajo en equipo!