Como disciplina científica a caballo entre la psicología y la sociología, la percepción de la psicología social se concibió de forma diferente en sus inicios, por parte de psicólogos y sociólogos. Para los primeros, la psicología social se entendía como psicología de todo aquello que podía ser denominado como «social». No era social porque adoptara la perspectiva de las disciplinas que se ocupan precisamente de la socialidad sino porque psicologizaba, individualizaba, esa socialidad. Con lo cual planteo la paradoja de que, siendo social, acabara siendo tan individualista. Se partía en ella de la noción de un sujeto o individuo abstracto, natural, ahistórico, empíricamente difícil de concretar, desde cuya universal estructura y funcionamiento se quería dar cuenta de la complejidad y variedad psicosocial y cultural de la persona. Desde este naturalismo teórico-conceptual, complementado metodológicamente por el experimento de laboratorio, la conceptualización del sentido, de aquello que de específico caracteriza la acción humana, se tornaba problemática. La tensión en esta perspectiva de reduccionismo de lo social a lo psicológico, incluso a lo biológico, ya fue señalada por Parsons (1959). Resultaba difícil soslayar la pervivencia de estos supuestos metateóricos de la psicología social psicológica hasta bien avanzado el siglo XX.

Desde la perspectiva sociológica se concibió la psicología social como un campo interdisciplinar del saber, en donde se hacían converger los niveles de análisis psicológico y sociológico para una inteligibilidad más adecuada de los procesos de acción e interacción social. A través de estos se constituye tanto la subjetividad indivual -la persona- como los significados compartidos de la experiencia colectiva en que se fundan los grupos, las asociaciones y movimientos sociales o las instituciones. Para los sociólogos la asunción simultánea de ambos niveles de análisis, permite poner de manifiesto aquellos mecanismos y procesos en donde confluye lo personal, lo interpersonal y lo colectivo, revelando sus indeterminaciones como parciales causalidades autogenerativas de la realidad humana, más allá de reduccionismos a que tienden las explicaciones de la conducta y experiencias humanas en los términos de uno solo de estos niveles de análisis.

Del debate planteado se han ido derivando en las últimas décadas importantes consecuencias positivas para el desarrollo de la  psicología social entre las que destaca la progresiva adopción de un modelo de persona en donde los elementos constitutivos de lo específicamente humano (simbolismo, lenguaje, intencionalidad, agencia, individualidad comunicativamente socializada), ya no resultan extraños y se consideran objetos de estudio. También se ha introducido una mayor conciencia de la historicidad, tanto en lo que respecta a la condición histórica de la realidad estudiada, como a la del propio conocimiento psicosociológico. Se ha desarrollado además, una mayor conciencia de la relatividad del propio conocimiento psicosociológico, como construcción lograda interactivamente en determinados contextos y para ciertos propósitos, de los que es imposible desvincular sus contenidos de verdad. Aunque esa conciencia de relatividad no implica necesariamente un relativismo absoluto. Se ha introducido también una mayor reflexión alrededor de las posibles funciones ideológicas de la propia psicología social, como proveedora de categorías y de formas de interpretación de la experiencia subjetiva, haciendo más transparente las relaciones saber-poder. Por último, ha tenido lugar un mayor reconocimiento de la legitimidad del pluralismo epistemológico y metodológico, que en las diversas perspectivas puede enriquecer la investigación y ampliar el campo de análisis. El laboratorio ha abierto sus puertas hacia los contextos en donde se desarrolla la vida cotidiana de las personas (Torregrosa, 1998).

Referencias.
Álvaro, J.L., Garrido, A. y Torregrosa, J.R. (eds.) (1996). Psicología social aplicada. Madrid: McGraw-Hill.
Parsons, T. (1959). An approach to psychological theory in terms of the theory of action. En S. Koch (ed.), Psychology: A study of science, vol.3. (pp. 612-723). New York: McGraw-Hill.
Torregrosa, J.R. y Crespo, E. (eds.). Estudios básicos de psicología social. Barcelona: Hora.
Torregrosa, J.R. (1998). Psicología Social. En S. Giner, E. Lamo de Espinosa, C. Torres (eds.), Diccionario de Sociología (pp. 615-618). Madrid: Alianza Editorial.