La noticia es esperanzadora para los mayores, un sector de la población europeo cada vez más numeroso. Parece que los políticos han comprendido que las nuevas tecnologías de comunicación, que tan útiles resultan para potenciar la vida económica de las sociedades y que se aplican con todo su potencial en la educación y en las diferentes etapas de la formación de una persona, pueden servir también para romper los muros de incomunicación que levanta progresivamente el envejecimiento. El programa europeo «Vida Cotidiana Asistida por el Entorno» se propone como una herramienta muy poderosa para luchar contra la tendencia a la incomunicación que acarrea la edad.
http://www.imsersomayores.csic.es/seniinv/dossier-prensa/2010/not-16-12-2010.html
Ese programa revela, por una parte, la preocupación de la UE europea por el problema del aislamiento de los mayores, y lo dota de un fondo de 600 millones de euros para actividades de investigación y desarrollo de tecnologías que puedan aplicarse también a mejorar la comunicación de ese segmento de la población. Lo que resulta más alentador, sin embargo, es que muchas empresas (en general pequeñas y medianas empresas) se han dado cuenta que los proyectos desarrollados son rentables económicamente y han reclamado ayuda para poder pasar con rapidez de las fases experimentales de las nuevas tecnologías a fases de comercialización.
Fomentar una comunicación activa en los mayores, es decir que puedan ser no solo relectores de información sino también emisores, retrasa muchos de los problemas que habitualmente se presentan en las fases de envejecimiento. Mejora sus rendimientos cognitivos, fuerza a activar su memoria, y ayuda a combatir el fantasma más temido de la vejez, la soledad. Las nuevas tecnologías pueden potenciar el uso activo e inteligente de Internet para su integración en las redes sociales que puedan estimular su vida intelectual y emocional, pero también puede ser una herramienta fundamental para conocer su entorno, y saber que el mundo donde viven también les pertenece.
Doctora en Psicología. Profesora de Evaluación Psicológica, Psicodiagnóstico y Psicogerontología en UDIMA, Universidad a Distancia de Madrid.