Archivos de Autor: Luis Miguel Belda

Los menores consideran que insultar en privado no es ciberbullying

La clara diferenciación que hacen los jóvenes entre la identificación de ciberacoso en público o privado es alarmante. Más de la mitad no identifica la crítica en privado a un compañero o amigo como ciberacoso y 4 de cada 10 ni siquiera tiene conciencia de que insultar por privado a otra persona sea acoso. Nada más lejos de la realidad, insultar y amenazar en redes sociales puede convertirse en un delito si se ejerce de forma reiterada.

Así lo refleja el III Estudio sobre la percepción del bullying en España, a cuya presentación asistimos, que aborda una de las cuestiones que más preocupa a la comunidad educativa y que es atendida en el Máster de Psicopedagogía de la UDIMA.

Más datos de interés. Un 15% de los niños y jóvenes preguntados afirma que en alguna ocasión se han burlado de ellos en redes sociales o a través de WhatsApp. En el caso concreto de los insultos, un 13% confiesa haberlos recibido.

Por otro lado, un 12% reconoce que el ciberbullying lo han ejercido ellos mismos, afirmando haberse burlado de algún compañero o amigo en redes sociales o a través de WhatsApp.

Pero quizás, lo más grave sea, o, si se quiere, preocupante, que el 53% de los niños considera que criticar a una persona en privado por Internet no es ciberbullying. Un 42% considera que tampoco es ciberbullying insultar, si el insulto tiene lugar por privado y en Internet.

Curiosamente, los porcentajes cambian si nos referimos a hacerlo de forma pública: el 77% considera que insultar públicamente por Internet sí es ciberacoso.

Así mismo, el 23% de los menores no considera que publicar o distribuir fotos o vídeos de una persona en Internet sin su consentimiento sea considerado ciberbullying. Sin embargo, esto está tipificado como delito a la intimidad. Un 8% de los niños y adolescentes encuestados confiesa que se han subido fotos o videos comprometidos suyos a redes sociales o WhatsApp sin su consentimiento.

Datos para la reflexión, desde el punto de vista psicológico, educativo y personal, como padres que la mayoría somos.

Sin adecuada formación del profesorado, la atención a alumnos con altas capacidades está llamada al fracaso

“Toda medida que se lleve a cabo, así como la correcta y temprana detección” de alumnado con altas capacidades “están sujetas al fracaso si el profesorado no cuenta con la formación y los conocimientos necesarios sobre altas capacidades”, sentencia Alba García Barrera, directora del Máster en Psicopedagogía de la Facultad de Ciencias de la Salud y la Educación de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.

Así lo expresó en una ponencia durante su intervención en la ‘Jornada de Actualización Académica en atención educativa y sociocomunitaria a la población con talento y capacidades excepcionales’, convocada por la colombiana Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico y el programa de Licenciatura en Educación Especial, a través de su cátedra de Aspectos Evolutivos Y Didácticos de la Excepcionalidad.

En España, explicó, aproximadamente el 98% del alumnado con altas capacidades está sin identificar. Las consecuencias de ello es que se produce un 70% de bajo rendimiento académico en estos niños y entre el 35 y el 50% de fracaso escolar.

En su ponencia ‘Percepción del profesorado español sobre el alumnado con Altas Capacidades Intelectuales’, la doctora de la UDIMA desgranó como un punto de partida esencial para entender el estado de la cuestión y afrontar en adecuadas condiciones la situación lo que llamó mitos y estereotipos sobre las altas capacidades.

Así, uno de esos mitos que presuntamente definen a un niño con altas capacidades su cociente intelectual. No es así, explica la profesora García Barrera, quien incide en que la obtención de un CI elevado “no puede ser el único determinante” de la alta capacidad. Hace falta una evaluación precisa y colaboración entre familia y escuela.

Otro mito es que hay más niños que niñas, pero la realidad es que, de cada 10 niños identificados, aproximadamente 3 son niñas, pero esta diferencia se debe a patrones socioculturales. Como el convencimiento de muchas personas de que estos niños son precoces: “No siempre. Algunos pueden presentar un desarrollo normal e incluso tardío”, aclara.

Prosigue desmitificando Alba García Barrera que estos niños no provienen, necesariamente, de niveles socioculturales medios-alto, pues lo cierto es que pertenecen a cualquier clase social y económica. Diferente es que reciba más o menos estimulación, o que tengan problemas emocionales y de adaptación social, como también algunos piensan: “Algunos pueden necesitar trabajar estrategias de relación social, pero no es generalizable. Suelen buscar personas con las que puedan compartir temas de interés y, en ocasiones, las encuentran en mayores”.

Tampoco son niños muy solitarios y que no tienen amigos. Sus gustos y aficiones, señala la profesora de la UDIMA, suelen ser distintos a las de otros niños de su edad, por lo que no tienen como punto de referencia los juegos y temas de conversación de sus iguales. Ni siquiera destacan en todas las áreas académicas Pueden hacerlo, “pero no necesariamente en todos los dominios. Algunos pueden incluso fracasar escolarmente”, advierte.

Más mitos: Se aburren en clase. Esto sucede tanto si la escuela no responde a sus intereses, capacidades y ritmo de aprendizaje, como si es rutinaria y no da lugar a la creatividad, dice García Barrera, quien agrega que tampoco el rendimiento académico estará en función de la motivación que tengan, del estímulo que reciban y del desarrollo procedimental de sus técnicas de trabajo.

En este contexto, otro estereotipo es su supuesta tendencia al fracaso escolar, pues “si tienen un adecuado entorno educativo, no tiene por qué fracasar. Ni mucho menos son niños que aprenden solos. Aprenden rápido y con facilidad, eso sí, pero necesitan que se les oriente, apoye y estimule. Uno de los principales problemas de la adolescencia de estos niños es la falta de hábitos de estudio, avisa la doctora García Barrera.

Por último, por supuesto que, por principio, no son más inteligentes que los maestros. “Los docentes no deberían centrar su rol en la superioridad de conocimientos, sino en proporcionarles un entorno adecuado de aprendizaje”, concluye la profesora e investigadora de la UDIMA.