Hace escasos días tuve la agradable oportunidad de pasar tres días en Berlín. En un otoño inusualmente cálido para la capital alemana, pude disfrutar de las vistas de la ciudad desde el Reichstag, recorrer los recovecos del barrio judío y asombrarme ante el Altar de Pérgamo, la Puerta de Ishtar y la fachada al mercado de Mileto.

Mi apacible visita quedó enturbiada cuando, paseando por el East Side Gallery, contemplé uno de los vestigios más estremecedores de la historia del siglo XX, el “Muro de Protección Antifascista”, más conocido por todos como “Muro de Berlín”. Construido en 1961, separó durante casi tres décadas la República Federal Alemana de la República Democrática Alemana y fue símbolo de la división ideológica mundial en dos bloques diametralmente opuestos durante la Guerra Fría.

A la vuelta de mi pequeño viaje, leyendo algo más sobre este tema, descubrí que todavía existen muchos “muros de la vergüenza”. Algunos han sido construidos para separar sociedades enfrentadas como el que divide Israel de Palestina o la Chipre turca de la griega. Algunos para frenar la inmigración ilegal como el de Melilla o el de Estados Unidos-México. Otros para frenar acciones terroristas como el de Arabia Saudí o beligerantes como el existente entre las dos Coreas.

Pero, independientemente de los motivos, “en el mundo existen actualmente 17 muros o barreras infranqueables entre países por un total de 7.500 km. aunque llegarán a alcanzar los 18.00 km. cuando estén terminados” según en el geógrafo Michel Fouche.

Si queréis profundizar sobre los muros de las vergüenza os recomiendo los siguiente enlaces: