Retomamos esta semana el relato tras los magníficos frescos del pintor Luca Giordano (Lucas Jordán fue su nombre castellanizado) al servicio de Carlos II en el palacio monasterio de El Escorial. Pulsa aquí para leer la primera parte de la entrada.

Las noticias desarrolladas en la entrada anterior, nos hablan de la implicación que tenía el artista napolitano en el conjunto de la obra escurialense, en llevarla a la perfección culmen de su carrera. El lugar de estas decoraciones era el más noble —la basílica— del más magnífico edificio —El Escorial— de la dinastía más importante de Europa —los Habsburgo—, cuyo patrimonio artístico no podía igualar en aquel tiempo ningún coleccionista o mecenas. Giordano, con su carácter ambicioso, competitivo y audaz resuelve hacer del presbiterio, el Sancta Sanctorum de la Casa de Austria, su obra definitiva.

En los frescos de la basílica Giordano cuida más que nunca las composiciones, incluso llega a presionar para elegir algunos de sus temas favoritos, en los que lucir todo su talento maduro. Adapta su paleta a las necesidades lumínicas y cromáticas del lugar, para combinar mejor con los tonos ácidos y fríos de los frescos manieristas, con la piedra gris, con la claridad de la sierra madrileña.

Respeta la arquitectura del majestuoso entorno, vistiéndola y apoyándose en su pureza de líneas para distribuir sus complejas composiciones. En algún momento juega con un ápice de trompe l’œil en las telas que desbordan su marco y se superponen discretamente a la piedra, como sucede en la bóveda del Triunfo de la Iglesia Militante, que se distingue “fuera de lo historiado, en un gracioso pensamiento: y es que el ropaje de las figuras de las pechinas tal cual vez sobresale los arcos, quebrando sus molduras con tan buen disimulo del arte que burlan la primera atención de quien los repara” como relata el prior Talavera al rey en su carta del 22 de agosto de 16931.

El pintor se ha visto rodeado desde su llegada a la corte madrileña de todas las atenciones y todos los favores, y ha tenido acceso a las obras de arte más importantes de su tiempo, albergadas por las colecciones reales de pintura, rebosantes de maestros.

Su capacidad de aprender y hacer fructificar las influencias más interesantes recibe en España enormes estímulos, que le llevan a producir en esta basílica escurialense lo mejor de su carrera.

Giordano adoptará no pocas características de Diego Velázquez, ejercitadas con tal maestría que su lienzo conocido como Homenaje a Velázquez2 pasará por obra del maestro y después por producto de su escuela, hasta su reinterpretación en el siglo XIX3.


1 Ibídem. p. 236.

2 La Familia del Conde de Santiesteban, un boceto de grandes dimensiones custodiado en la National Gallery de Londres. Nº inv.: NG 1434.

3 Luca Giordano y España, Cat. nº 26, pp. 153–158.