A propósito de la reapertura del Museo de El Greco en Toledo, el 24 de marzo de 2011, viene a mi memoria el clásico libro de Maurice Barrès El Greco o el secreto de Toledo, donde Toledo y el Greco se presentan como reflejos complementarios, que ocultan un mismo misterio, por lo que el conocimiento del uno implica el descubrimiento del otro.

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En capítulos breves, Barrès aborda las vistas y descripciones de Toledo desde muy distintas perspectivas que confluyen en la representación de la convivencias de las tres culturas y en la semblanza de El Greco, un pintor del alma, que le acaba revelando al escritor francés el secreto de Toledo: su impulso místico, que hace de su pintura el complemento indispensable de las composiciones literarias de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.

La obra, que vio la luz en 1912, fue reeditada por la editorial Almuzara (Córdoba) en 2007.

La visita al Museo que ahora ha sido nuevamente abierto al público, contribuye a profundizar en ese misterio que envuelve la obra del pintor cretense y a la propia ciudad de Toledo. Entre las obras expuestas, destacan el Apostolado, San Bernardino, Vista y Plano de Toledo y el Redentor.