Leemos y escribimos en diferentes situaciones y con diferentes propósitos. Precisamente son las circunstancias que nos rodean las que condicionan y definen nuestro modo de leer, de escribir, de comprender la realidad. Como parte ya inexcusable de nuestra vida, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han generado nuevas situaciones de lectura y de escritura y, en consecuencia, han introducido nuevas formas de comunicación.
La ingente cantidad de información a la que accedemos a través de la red, así como la posibilidad de participar en la elaboración de contenidos y de interactuar en las redes sociales, están cambiando nuestra manera de leer, de escribir y, en definitiva, de comunicarnos. Sin embargo, leer y escribir a través de las TIC también implica poner en práctica habilidades discursivas que requieren nuevos conocimientos.
Digitalización y comunicación van de la mano del mismo modo que deben hacerlo educación y realidad: la escuela es un microcosmos indisociable de la sociedad que la genera. En consecuencia, lo que ocurre en esta repercute, por necesidad, en aquella. Por este motivo, y a pesar de la reticencia que muchos profesores de ESO y Bachillerato han mostrado ante la llegada a nuestras escuelas de las TIC, hemos de admitir que estas tecnologías llevan tiempo haciéndose un hueco en sus aulas. De hecho, la generalización del uso de los dispositivos digitales de lectura y de escritura ya está trayendo consigo un cambio sustancial (y, en mayor o menor medida, estructural) de los objetivos de enseñanza básicos que marcamos los profesores en nuestras programaciones de área.
La constatación de los nuevos objetivos curriculares implica que la universalización de las TIC como forma de comunicación de nuestros adolescentes ha modificado el concepto de alfabetismo, entendido como la competencia desarrollada a partir del bagaje de conocimientos y habilidades con el que nos posicionamos ante el mundo para interactuar con la lengua (oral o escrita) en los distintos ámbitos de la actividad social: nuestros adolescentes acceden y reaccionan a la información de una forma distinta y la escuela debe adaptarse a este cambio para seguir ofreciendo un servicio de calidad. Pero también -y esto es fundamental- para poder activar su interés con dinámicas que participen de las formas de comunicación que les condicionan y definen.
La enseñanza de las habilidades lingüístico-comunicativas en nuestras aulas de educación secundaria tiene que adaptarse, por tanto, a los nuevos retos del alfabetismo digital. Las propuestas tendentes a renovar la práctica de la lectura digital con fines educativos son, entre otras, la diversificación de las fuentes de información que los profesores hemos de poner al alcance de nuestros estudiantes y la utilización de tales fuentes como herramienta indispensable para construir conocimiento curricular.
De esta manera, no solo tendremos la excelente oportunidad de enseñar a nuestros adolescentes a procesar la información que reciben a través de Internet, sino que intentaremos ayudarles a aplicar dicha información de la forma más constructiva posible: saber transitar por la red para buscar y discriminar la información o para participar en los espacios en los que esta se comparte es una de las competencias básicas, quizá una de las más básicas, que nuestros estudiantes deben desarrollar para llegar a ser ciudadanos responsables.