Los padres, en la actualidad, suelen estar muy informados. Están dispuestos a leer, a aprender, a formarse en muchas áreas, ya que la educación de los niños lleva intrínsecas muchas disciplinas (desde arte para la creación de juegos DIY para mantenerlos entretenidos en los primeros años de vida, hasta conocimientos de medicina, enfermería y psicología para así poder enfrentarse a todos las situaciones que se van a encontrar en el camino). Una de las cosas que trae de cabeza a los padres es poner límites a los hijos, cuándo transigir, cómo hacerlo de una manera respetuosa y cuáles son los que sí o sí se tienen que poner. 

De hecho, Natalia Sánchez, profesora de Magisterio de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA, resalta que “los límites son obligatorios para mantener una relación justa y para educar en el sentido de la responsabilidad”. La clave sería la de hacerlo de una manera respetuosa, y eso conlleva “reflexionar sobre los límites que se van a establecer y cuáles son indispensables”.

Así, la experta en Infancia y Emociones, que también dirige el Máster en Formación del Profesorado de Secundaria de la UDIMA, afirma que “si alguno no se va a cumplir en ocasiones, será mejor no incluirlo, pues esa ambivalencia puede confundir al niño y hacer que trate de saltar los límites indispensables”.

Por todo ello, Sánchez recalca que “es mejor marcar pocos y claros que muchos y complicados de entender, con contingencias, etc”, añadiendo que “lo mejor es que haya límites para guardar su seguridad”, como no cruzar la calle solo o sin mirar, o no usar la pelota cerca de la carretera, o no tocar perros de desconocidos y “límites para el trato y la convivencia”, como pueden ser dar las gracias, pedir por favor, hablar con respeto y sin chillar”.

Hay que tener en cuenta muchas cosas, pero lo más importante es saber qué es indispensable para la familia, además de establecer esos límites según el momento madurativo del niño.

También es relevante que esos límites se establezcan con antelación, siempre que sea posible, para así avisar al niño y que asuma las consecuencias de sus actos. 

Ahora bien, Sánchez advierte que establecer muchos límites no es del todo positivo, ya que “puede derivar en su incumplimiento o en una obediencia o incluso sumisión de los niños hacia los adultos, que no querremos que demuestren cuando algo o alguien no sea justo con ellos”.

Por ello, la profesora de la UDIMA considera que “establecer los límites y sus consecuencias debe partir del tipo de comportamiento que queremos fomentar”.

Como todo límite, el no cumplirlo tiene una serie de consecuencias. En este sentido, Sánchez explica que “lo ideal sería que hubiera una consecuencia natural”, como puede ser el hecho de que como ha corrido con los cordones desatados, se ha caído. Pero esto no siempre es así, por lo que los padres son los encargados de establecer la consecuencia, y “es importante tratar de que se reponga lo dañado si es posible, como limpiar lo ensuciado, colocar lo que ha tirado”.

En las ocasiones en las que esto no es posible, los padres siempre pueden “ayudarle a reflexionar sobre lo que ha pasado y las consecuencias ocasionadas, guiándole a que encuentre una forma de hacerlo mejor la próxima vez y acordar que así se actúe”.

Los niños, a pesar de que tienen límites establecidos, prueban, puede que sea porque ese límite no es del todo claro para ellos, y los padres se exasperan y se preguntan qué están haciendo mal. Pero esas transgresiones, según Sánchez, han de entenderse como una forma más de crecimiento, “y nuestro acompañamiento estable e incondicional hará que se cumplan con criterio y se asuman las consecuencias, con responsabilidad”.

Por todo ello, los padres tienen que tener paciencia a la hora de establecer los límites, saber que es parte de un crecimiento madurativo y que no es personal. El niño no pinta en la pared sólo para retar a los padres, sino que tiene otros motivos, y la labor de los padres es aplicar esas consecuencias. 

Los niños se fijan en todo, por lo que el ejemplo que les dan los padres es clave para que su comportamiento sea de una manera o de otra. Por eso, los padres deben ser conscientes del poder de sus actos y siempre mostrar lo mejor de uno mismo para que así el niño pueda seguir el modelo de referencia.