Justo a los pocos días de que el ministro Borrell encargara a 200 diplomáticos españoles reforzar y
mejorar la reputación de España en el mundo, la Asociación de educación ambiental y del
consumidor (ADEAC) publicaba el listado anual de las playas con banderas azules, argumento que seguro que los embajadores de las bondades nacionales, utilizarán en algunos de sus argumentos para cumplir su cometido.

669 banderas azules que suponen que España siga líder del ránking a nivel mundial, aún habiendo perdido
un 4% de las mismas con respecto al año pasado. Es curioso – peligroso o penoso – que más de la mitad
de los lugares que han perdido esa distinción estén en Andalucía, como es el icono gaditano de Zahara de
los Atunes. Merece una reflexión pausada al respecto y una necesidad seria de revisar el modelo turístico
de muchas partes de España (o incluso de toda).

El turismo, que como todos conocemos supone para España un 11,7% del PIB y el 12,8% del empleo y
que a nivel mundial sea la segunda potencia con 81,8 millones de turistas internacionales, la segunda en
ingresos por turismo internacional y con casi 100.000 millones de euros en gasto turístico, es uno de los
principales reclamos en reputación junto con las exportaciones, la industria y la solidaridad en cuanto a
trasplantes y donación de órganos.

Si a esos datos globales del turismo, le sumamos otros que se relacionan directamente como el estudio
que recientemente se ha publicado en el que se dice que dos bodegas españolas están dentro del top ten de
marcas de vino más admiradas del mundo, según The World’s Most Admired Wine Brands 2019, sin duda
añade valor a los 7 restaurantes españoles que están entre los 50 mejores del mundo y que completan
todos los argumentos que necesitan los políticos para hacer del turismo español, un emblema para mejorar
la reputación española y mejorar la marca España.