La música forma parte de nuestras vidas, de nuestra memoria. Es una manera de recordar esos momentos únicos que han supuesto un antes y un después en nuestra experiencia, es una herramienta para poder entrar en el trance, por ejemplo, de estudiar o de meditación. La música es poderosa, y como tal, ha sido objeto de creciente interés en el ámbito de la salud mental. Numerosos estudios han explorado el impacto que la música puede tener en el bienestar psicológico, así como su uso terapéutico en diversas modalidades.
Desde la perspectiva de la salud mental, la música se ha revelado como una herramienta significativa para gestionar el estrés, la ansiedad y la depresión. Investigaciones han demostrado que la música puede influir en la liberación de neurotransmisores como la dopamina, asociada con el placer y la motivación, y la serotonina, vinculada al estado de ánimo. Además, su aplicación en la terapia psicológica ha cobrado relevancia, integrándose en enfoques terapéuticos para abordar trastornos mentales.
En cuanto a la elección del tipo de música, los expertos sugieren que no existe una fórmula única. La preferencia musical varía entre individuos, y la clave radica en seleccionar aquella que resuene con las emociones y experiencias personales. No obstante, ciertos géneros, como la música clásica y la ambiental, han mostrado beneficios en la reducción del estrés y la mejora del estado de ánimo. No en vano, hay personas que utilizan la música clásica para estudiar o para trabajar, ya que les mantiene en un estado de calma que les favorece para la concentración y para la realización de la tarea que tienen que hacer.
Contrariamente, se señala que la música agresiva o con letras negativas puede tener efectos contraproducentes en la salud mental. La elección consciente de contenido musical positivo podría ser crucial para maximizar los beneficios terapéuticos.
En cuanto al momento y contexto para escuchar música, los estudios indican que la música puede desempeñar roles distintos según la situación. Para la relajación, momentos tranquilos o actividades introspectivas, la música suave y calmante podría ser más beneficiosa. Mientras tanto, para situaciones que requieren energía y motivación, ritmos más rápidos y enérgicos podrían ser apropiados. Y es que música como el rock, el pop o incluso la electrónica se utilizan mucho para, por ejemplo, hacer deporte, ya que el ritmo que producen en nuestro cuerpo se asemeja más a lo que es necesario para practicar este tipo de actividades.
La elección entre escuchar música en solitario o en compañía también es un factor a considerar. La música compartida puede fortalecer vínculos sociales y crear experiencias compartidas, pero la música individual puede servir como una herramienta introspectiva, permitiendo una conexión más profunda con las emociones.
En cuanto al formato de reproducción, la decisión entre altavoces y auriculares depende de la preferencia personal y del entorno. Los auriculares pueden ofrecer una experiencia más inmersiva, especialmente en la terapia musical, donde la atención se centra en la experiencia sonora. Por otro lado, los altavoces pueden crear un ambiente más social y compartido, aunque siempre hay que valorar si se trata de un lugar en el que se puede poner la música a todo volumen. Y es que, últimamente, hemos visto a personas que están caminando por el bosque o por la playa y, en vez de llevar los auriculares, prefieren dejar el altavoz de sus dispositivos, lo que puede suponer un problema para aquellos que buscan la tranquilidad y el silencio de estos lugares. En el caso de los adolescentes, se ha visto cómo se ha vuelto a lo que pasaba en los años 80, con la diferencia de que entonces, la música se consumía en grandes aparatos electrónicos, que funcionaban a pilas o conectados a la corriente, y que se escuchaban a todo volumen en las calles porque no había otra manera de escucharlo. Pero ahora, con todas las innovaciones y con la presencia de los auriculares, esta situación puede ir cambiando, y estos chicos prefieren escuchar en alto esta música sin pensar demasiado en el problema que puede estar causando entre los otros ciudadanos. Por lo tanto, siempre hay que respetar el entorno en el que nos encontramos.
Existen numerosas investigaciones que demuestran el impacto positivo de la música en la salud mental. Un estudio publicado en la revista Nature en 2013 encontró que escuchar música clásica durante 30 minutos al día puede reducir los niveles de cortisol en el cerebro, una hormona que se asocia con el estrés.
Otro estudio, publicado en la revista Frontiers in Psychology en 2017, encontró que escuchar música relajante puede ayudar a reducir la ansiedad y la depresión. El estudio se llevó a cabo con personas con trastornos de ansiedad y depresión, y los resultados mostraron que escuchar música relajante durante 30 minutos al día durante cuatro semanas ayudó a reducir los síntomas de ansiedad y depresión.
La musicoterapia también ha demostrado ser eficaz para tratar una variedad de problemas de salud mental. Un estudio publicado en la revista Journal of Music Therapy en 2019 encontró que la musicoterapia ayudó a reducir los síntomas de depresión en personas mayores. El estudio se llevó a cabo con personas mayores que vivían en residencias de ancianos, y los resultados mostraron que la musicoterapia ayudó a mejorar el estado de ánimo y la calidad de vida de los participantes.
La música es una herramienta poderosa que puede tener un impacto significativo en nuestra salud mental. Escuchar música que nos gusta puede ayudarnos a mejorar nuestro estado de ánimo, reducir el estrés y la ansiedad, y procesar emociones difíciles. La musicoterapia también es una forma eficaz de tratar una variedad de problemas de salud mental.