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Sobre Laura Granizo

Laura Granizo

Doctora en Psicología. Profesora en el Grado de Psicología y en los Grados de Magisterio de la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA. Ver Perfil

Laura Granizo

¿Para qué educamos y cuál es el papel del profesor?

Las dos preguntas que dan título a esta entrada son una reflexión fundamental a la que debe someterse la sociedad en general y todos aquellos profesionales de la educación de manera particular. Nuestra respuesta, al fin y al cabo, hará referencia al tipo de persona que queremos y que necesitamos en nuestra sociedad.

Por suerte, no se trata de una labor que debamos hacer solos. Hay muchos expertos que han dedicado su pensamiento a estos temas y cuyas conclusiones nos pueden hacer plantearnos nuevos argumentos de calidad educativa. Por ello, me gustaría recomendar dos libros que no deberíamos pasar por alto. Ambos de carácter divulgativo pero con el rigor suficiente para no centrarse en fórmulas hechas que hayan perdido su valor.

El primero, es el libro de Martha Nussbaum » Sin fines de lucro» (su título original es «Not for profit. Why democracy needs the humanities»), publicado en el 2010. En él la autora argumenta cómo el prescindir de las humanidades y centrarse en la enseñanza de una tecnología y ciencia deshumanizada (como parece ser la tendencia actual en muchos sistemas educativos) puede jugar en contra del tipo de sociedad en la que vivimos y a la cual decimos defender, la democracia. La autora concluye que la educación no debe estar al servicio del rendimiento económico, pues moriría.

El segundo libro que me atrevo a recomendar es el libro de Pennac «Mal de escuela». En él, desde una perspectiva autobiográfica, el autor indaga en las cualidades que debe tener un buen profesor. Y curiosamente estas características están relacionadas con una preocupación genuina por su alumnado y por sus familias. Es decir, por las personas y no por los resultados. El profesor tiene un papel crucial a la hora de que los estudiantes se sientan capaces para aprender y para desarrollarse al límite de sus capacidades. Eso, claro está, no va de la mano con  un sistema educativo que equipare el éxito con el rendimiento en determinados campos, como argumentaba Nussbaum.

Sin duda, es un tema sobre el que hay que seguir pensando y en el que debemos ser muy cuidadosos debido a las consecuencias de las medidas que adoptemos como sociedad y como profesores.

 

 

Jóvenes y comunicación

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en concreto las redes sociales, han cambiado la manera en la que nuestros adolescentes se relacionan con los demás. Son muchos los estudios que intentan indagar acerca de los beneficios y los inconvenientes de estar permanentemente conectados a la red.  Muestra de ello es que dentro de las TED talk, son varias las que en los últimos años han analizado la influencia de las redes sociales en nuestras vidas. Un ejemplo a destacar es la conferencia de Sherry Turkle: ¿Conectados pero solos? llevada a cabo en 2012.

La autora plantea que el acceso que tenemos a las redes sociales, por ejemplo, a través de los smartphones, está cambiando lo que hacemos y lo que somos.  Considera que la dependencia de estar conectados en todo momento supone un problema en nuestra forma de relacionarnos con los demás (a veces, estamos juntos pero cada uno está atento de su teléfono). Además, empezamos a creer, erróneamente, que siempre habrá alguien que nos escuche y que no estaremos nunca solos. Sin embargo, estar conectados a través de la red con los demás, no favorece nuestra necesidad de intimidad. Y además, es importante aprender a estar solos, a conversar consigo mismos.  Establecer relaciones significativas con los demás y con nosotros mismos es especialmente importante en la adolescencia porque es en esta etapa donde estamos definiendo nuestra personalidad, nuestros principios y valores.

Abordando una temática similar, el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD acaba de publicar el estudio “Jóvenes y comunicación: la impronta de lo virtual” (2014). En él se analiza cómo las redes sociales y las nuevas tecnologías influyen en los procesos de socialización de jóvenes entre 16 y 26 años. Los resultados apuntan a que son conscientes de las disyuntivas y realidades paradójicas que crean los medios. Así, por ejemplo, los jóvenes señalan que necesitan gestionar el difícil equilibro entre estar presentes en las redes y mantener su privacidad.

Por tanto, parece necesario reflexionar sobre cómo llevar a cabo una buena alfabetización digital que nos permita usar las redes sociales de una manera que realmente nos haga crecer como personas y no que nos convierta en robots.