El pasado 17 de diciembre, y gracias al trabajo de la profesora Laura Alonso, un grupo de estudiantes y docentes del Grado en Psicología de la UDIMA visitamos las instalaciones de Rainfer, un centro de recuperación de primates en la Comunidad de Madrid.
Este centro fue fundado hace unos veinte años por Guillermo Bustelo y, en la actualidad, en él viven más de 100 primates de distintas especies (capuchinos, titís, lemures o chimpancés, entre otros). Durante la visita tuvimos la oportunidad de conocer tanto el centro como el trabajo que allí se realiza. Además, llevamos a cabo actividades prácticas de registro de conducta mediante etograma y de enriquecimiento ambiental.
De entre todos los primates que tuvimos oportunidad de “visitar” llamaba especialmente la atención una chimpancé: Manuela. Físicamente es una chimpancé común, mucho menos impresionante que otros compañeros suyo machos que intentaban advertirnos por medio de gestos y golpes que estábamos invadiendo su territorio. Lo especial de Manuela era que podía comunicarse con sus cuidadoras y con el personal del centro, aunque de forma muy primaria, a través de lenguaje de signos. El asiduo consumidor de divulgación científica ya tendrá noticia de Washoe, el primer ser vivo no humano en aprender a comunicarse mediante lengua de signos. Sin embargo, esta parece una de las cosas que cuando las ves te impresionan más que cuando las lees.
La historia de Manuela parte de un pequeño zoo cuyos propietarios, cuando recibieron noticia de que iban a incautarles los animales, no tuvieron mejor idea que envenenarlos. Las autoridades llegaron con tiempo suficiente para rescatar a la madre de Manuela, pero no a su padre. A la llegada a Rainfer se integró en un grupo junto con su hermana (también rescatada) hasta que esta murió en 2012. A partir de ese momento Manuela comparte grupo con otros dos machos (Toti y Guille) y, sin duda, se ha convertido en una de las estrellas del centro, no sólo por lo activa que se muestra (es muy curioso ver cómo se tapa con una manta los días de frío), sino por lo que comentaba anteriormente, es capaz de comunicarse con sus cuidadores por lenguaje de signos.
La capacidad de estos animales para aprender y comunicarse en lengua de signos va mucho más allá de la simple repetición de gestos para obtener comida. Se han descrito casos, como el de Washoe, en el que era capaz de enseñar a su hijo adoptivo este lenguaje, ¡con todo que ello conlleva y las implicaciones que tiene!. También aprendieron a combinar los gestos para formar mensajes complejos. Por ejemplo para referirse a “CISNE” utilizaban los signos de “AGUA” y “PÁJARO”. Además, son capaces de aprender de forma vicaria, por observación, y sin necesidad del condicionamiento operante, que quizás sea lo que a todos se nos viene a la cabeza cuando pensamos en cómo enseñaríamos a un primate a comunicarse con gestos. No menos sorprendente es el aprendizaje latente que mostraron: aprender algo y no utilizar este aprendizaje hasta que se dan las condiciones óptimas.
Cabe señalar la influencia que tiene en la capacidad de aprendizaje de estos primates el ambiente en el que viven. Existe evidencia de que en ambientes empobrecidos y poco naturales, estos animales no son capaces de aprender con la misma solvencia. Se entiende que esto se debe a que la falta de estimulación perjudica el desarrollo congnitivo de los primates y esto, a su vez, causa déficit de aprendizaje.
Sin embargo, el de Washoe no es el único caso que se ha descrito de comunicación interespecie, por ejemplo tenemos a Koko, un gorila que comprende varios cientos de palabras, Kanzi, un bonobo quien mostró una aptitud lingüistica avanzada o incluso se han descubierto incipientes capacidades comunicativas en Alex, un loro gris.
No obstante, al trata este tipo de casos debemos tener en cuidado de no caer en una especie de Falacia Patética. Esto es, no debemos atribuir sentimientos, pensamientos o sensaciones humanas a, en este caso, los animales. Puede ser cierto que los animales, más concretamente los primates, pueden experimentar algo parecido a lo que nosotros llamaríamos emociones, de hecho hay estudios que así lo sugieren. Sin embargo, viendo cómo se comportan, es inevitable humanizarlos e interpretar todos los gestos, acciones o comportamientos que realizan como si de humanos se tratara. De hecho, gran parte de los problemas que actualmente sufren estos animales viene precisamente de esta humanización en exceso.
Si al lector le interesa conocer el caso de Washoe le recomiendo este vídeo en el que se puede ver cómo los cuidadores se comunican con el animal:
Os recomiendo también visitar la página de Rainfer. En ella podéis encontrar más información y, si os animáis, organizar una visita al centro, realmente merece la pena: http://rainfer.com/.
Doctor en Psicología. Profesor de Psicología en la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.