Frecuentes son los momentos en que el historiador se siente como aquel don Félix de Montemar que Espronceda inmortalizara en El estudiante de Salamanca presenciando su propio entierro. Y es que, a veces, los profesionales de la ciencia de Clío detectamos demasiadas intromisiones de quienes, con apenas propiedad, se permiten enarbolar argumentos carentes de bandera. […]