Cuenta Platón en su Apología sobre Sócrates, que su compatriota acuñó en el siglo V a.C. la célebre frase: ‘sólo sé que no sé nada’, con la que la filosofía daría un paso al frente definiendo el conocimiento a partir de la duda. Cuando la arqueología y la ciencia no dejan de definir continuas teorías en un campo tan concreto y tan amplio como el de la Paleoantropología, el hombre no puede sino mirar atrás para darse cuenta que establecer el árbol evolutivo de nuestra especie es prácticamente una misión imposible, y que Sócrates tenía razón.

Por poner un ejemplo, los científicos de la Escuela Normal Superior de Lyon, a través de la secuenciación de ADN de la muela de un niño Neanderthal hallado en Scladina (Bélgica) confirmaban en 2006 que esta especie no podía ser antepasada de la nuestra, al no existir similitudes que pudieran derivar en un parentesco. Sin embargo en 2010 la prestigiosa revista Science publicaba la evidencia, a partir de la secuenciación del primer genoma de Neanderthal, de que en algún momento de la prehistoria ambas ramas dieron lugar a una descendencia común a partir de la cual ha evolucionado buena parte de la población del planeta. Dicho de otra forma, la especie humana llevaría por sus venas sangre Neanderthal.

¿Cuál es por tanto la verdad en este brevísimo estadio de la evolución que tuvo lugar en el intervalo de coexistencia entre ambas especies en Europa (entre 40.000 y 28.000 años)?. Si algo tan cercano en el tiempo nos ofrece dudas y desata múltiples teorías, ¿cómo podemos establecer con precisión la filogenia del Antecessor de Atapuerca, con una antigüedad entre los 1,2 millones de años de la Sima del Elefante y los 780.000 de Gran Dolina?

La realidad es que es prácticamente imposible afirmar que Antecessor sea una especie nueva como sostienen Arsuaga y Bermúdez de Castro, o una versión algo más moderna del Ergaster africano como defienden algunos paleoantropólogos norteamericanos. En este mismo año el británico Briton acusaba a los científicos españoles de haber cometido errores de datación en los fósiles de la otra especie de Atapuerca encontrada en la Sima de los Huesos, sosteniendo incluso que la especie allí encontrada es una ‘versión’ antigua de Neanderthal y por tanto no pertenecería a la especie Heidelberguensis definida a partir de la mandíbula de Mauer hallada en Alemania en 1907.

¿Quién tiene por tanto razón en este debate? Descartando quizá algo de envidia foránea por el enorme patrimonio burgalés, la respuesta sigue sin ser del todo clara. Y más oscura se torna cuando retrocedemos en el tiempo hasta hace 2, 3 o 4 millones de años, y nos encontramos con que los restos fósiles hallados casi se pueden contar con los dedos de una mano. La dificultad de encontrar un fósil de Australopithecus Afarensis es remota, por dos simples motivos. En primer lugar porque excavar un punto donde se encuentre un fósil de esta especie es como buscar una aguja en un pajar, y en segundo término porque incluso dando con la aguja, la probabilidad de que los fósiles se hayan descompuesto es superior al 99%.

Hay que imaginar por tanto que los paleoantropólogos tratan de reconstruir una evolución humana de algo más de 4 millones de años como un puzzle de cientos de miles de piezas del que apenas disponemos de una docena. Y digamos 4 millones de años por empezar en Ardipithecus Ramidus, y no entrar en el debate todavía más complejo de los hominoideos o hasta los primates, retrocediendo hasta 65 millones de años atrás para definir los desdobles de los precursores de la especie humana.

La realidad es que dada la enorme dificultad del proyecto, tiene un gran mérito que los científicos consigan definir ciertas teorías a partir de mínimos hallazgos. El problema es que las pruebas casi nunca son concluyentes, y por tanto la filogenia humana no deja de ser un conjunto de cuadros que están en continua revisión. Para poner en contexto la fotografía ‘menos equivocada’ de este complejísimo proceso evolutivo, a continuación resumo las principales teorías e incluso marco alguna pincelada fruto de una investigación personal que completa, sin contradecir, dichas teorías.

El largo recorrido a través del proceso de hominización, tendrá como punto de partida la especie que puede considerarse precursora de la nuestra, Ardipithecus Ramidus, y que vivió en África hace 4.4 millones de años. Evolucionada de los monos, Ardipithecus ya quedaba a medio camino entre los chimpancés y esa especie elegida que después se convertiría en un ser humano.

Avanzando a través de la línea del tiempo hasta hace 4.2 millones de años, los caprichos de la genética van a provocar un nuevo salto que acabará por definir un nuevo género de especies más evolucionadas. Aparecerán entonces los denominados monos del sur, los Australopithecus, nombre derivado del latín australis, del sur, y del griego pithekos, mono. El primero de todos ellos, Anamensis, con apenas 120 cm de altura y un cerebro aún similar a los monos actuales, estaba a punto de conseguir una completa adaptación a la sabana. Aún no era completamente bípedo, pero ya alternaba con frecuencia entre los hábitats selváticos y el campo abierto, en las actuales regiones de Kenia y Etiopía.

Los primeros fósiles de Anamensis fueron encontrados en Kenia por el equipo de Meave Leakey en 1995 en la cuenca del Lago Turkana (= ana mensis). Se han datado en 4.2 – 3.9 millones de años y son individuos que ya presentan unas muelas mayores y de esmalte más grueso que su predecesor.

El descubrimiento de los restos fósiles de Lucy, la llamada Eva Negra, por parte del equipo de Donald Johanson en 1974 en Hadar (Etiopía), marcó en la cadena evolutiva del hombre el salto cualitativo para su definitiva adaptación al medio. Afarensis, más evolucionado que Anamensis y surgido hace 3.9 millones de años, era ya una especie bípeda como atestiguan las pisadas registradas en Laetoli (Tanzania) descubiertas en 1976 por Mary Leakey, matriarca de la dinastía de los más afamados paleoantropólogos y suegra de Meave, la descubridora de Anamensis.

Aunque el aspecto de Afarensis era todavía similar al de un simio, ya presentaba además del bipedismo características heredadas hasta nuestros días en la mandíbula y dientes, además de la forma de la pelvis y piernas. Es curioso como la reducción de la pelvis marcará la progresiva disminución del tiempo de gestación en un ser humano hasta los 9 meses actuales, en lugar de los 21 que le corresponderían tal y como sucede con otras especies de mamíferos. Esta es precisamente la causa de la fragilidad de los bebés en los primeros meses tras su nacimiento en comparación con otras crías del reino animal.

Después de Lucy y todavía en el Plioceno (el Cuaternario no empezará hasta hace 1.6 millones de años), la evolución humana entrará en su último estadio con la aparición de los Homo, que comienzan su andadura hace unos 2.3 millones de años con el primitivo Rudolfensis hallado junto al lago Turkana. Sin embargo a partir de Anamensis y fuera de la línea que dará lugar al género Homo, comienza a disgregarse el proceso evolutivo surgiendo numerosas especies que convivirán entre si y que se acabarán extinguiendo en el continente africano.

Será el momento de gloria para otros Australopitecus, como Bahrelghazali y Garhi, ambos procedentes de Anamensis y cuya evolución llegará a un punto muerto hasta su desaparición. La primera especie fue encontrada en la región del Chad en África Central por el equipo de Michael Brunet en 1995, y tiene una antigüedad de 3.5 millones de años, mientras la segunda fue descubierta por Tim White en Etiopía en 1996, y es bastante más moderna que la anterior ya que existió hace 3 – 2 millones de años.

A su vez algunos Afarensis también evolucionarán hacia otras formas de Australophitecus, además de dar lugar al género Homo, precursor de la especie humana. En este sentido Africanus, descubierto por Raymond Dart en 1924 en Sudáfrica, y con una antigüedad de 3 millones de años aún conserva los rasgos de Afarensis como puede comprobarse en el cráneo del llamado ‘niño de Taung’.

Nuevos cambios genéticos en los Australopithecus todavía darán lugar, de forma paralela a los Homo, a un nuevo género denominada Paranthropus, que supondrá un callejón sin salida en la línea evolutiva hasta su extinción. Aethiopicus es el más antiguo, entre 2.6 – 2,4 millones de años y dio lugar a dos especies más, como eslabón perdido con el Australopithecus Afarensis.

Boisei fue hallado por Louis y Mary Leakey en Olduvai (Tanzania) y presenta una antigüedad de 2.3 millones de años, mientras Robustus se desarrolló en paralelo con el anterior hace 1.8 millones de años. Este último recibió su denominación porque sus huesos tenían un aspecto muy grueso, y a las características comunes a otros Paranthropus se añadió un torus occipital y una cresta sagital en los machos, además de reseñar un prognatismo muy acentuado.

Pero será el mayor tamaño de cerebro del género Homo, que alcanzará los 775 cm3 frente a un máximo de 500 cm3 de sus predecesores, el que haga que Habilis además de caminar a la perfección, tenga la capacidad de fabricar los primeros utensilios de piedra siguiendo el llamado Modo 1 (Olduvayense), hace 1.9 – 1.6 millones de años. Serán primitivos cantos trabajados, los ‘choppers’ y ‘chopping tools’, obtenidos a partir del simple golpeo entre si de núcleos de cuarzo o sílex.

El cerebro del Habilis aumentó como consecuencia de varios factores, pero el detonante fue la necesidad de caminar erguido por la sabana, para poder mirar por encima de la vegetación mientras cargaba con sus crías y sus útiles líticos. Además la necesidad de conseguir el alimento disponible en el nuevo hábitat, unido al hecho de empezar a consumir carne por primera vez, hará aumentar su masa cerebral y con ello acelerará el proceso evolutivo entrando en un círculo donde las causas y los efectos se entremezclarán cuidadosamente.

Esta evolución precisamente convertiría a algunos grupos de Habilis en Ergaster hace 1,8 millones de años, según atestiguan los restos fósiles hallados en Kenia. La nueva especie fue capaz de mejorar la producción de utensilios de piedra desarrollando el Modo 2 (Achelense), creando los primeros bifaces o hachas de mano. Estos homínidos tenían ya una estatura similar al hombre actual con 160-170 cm y una mayor capacidad craneal que Habilis llegando hasta los 900 cm3, y dejando entrever una cara más plana con una nariz pronunciada, alejándose lentamente del prognatismo característico de sus antecesores.

Desde este momento se produciría un hecho clave en la historia humana, que marcará un punto de inflexión en la evolución del hombre. Probablemente empujados por una creciente población que competía por los recursos naturales con grupos de su misma especie, y también con otros de especies que evolucionaron en paralelo para acabar extinguiéndose, como Robustus o Boisei, además de los últimos Habilis que no llegaron a dar el salto evolutivo, varias comunidades de Ergaster se decidieron a abandonar África por vez primera para colonizar los continentes asiático y europeo.

De esta forma se iniciaría un periplo fuera de África que ha permitido a partir de numerosos yacimientos ir completando el complejo puzzle de la evolución humana hasta nuestros días. El Ergaster africano evolucionó a Erectus en Asia poblando el continente en el periodo comprendido entre 1.7 – 0.3 millones de años y a Antecessor en Europa (1.2 – 0.7 millones de años), a la vez que continuó el proceso de cambios en los grupos de Ergaster que en aquel momento permanecieron en África, y que serían protagonistas de nuevas migraciones unos cientos de miles de años después.

Recientemente fueron hallados en 2002 en la región del Cáucaso restos fósiles de un homínido de características similares al Ergaster africano, aunque ya fuera de África. Con una antigüedad de 1.7 millones de años, Georgicus quizá se trate de uno de los primeros grupos que abandonaron África para convertirse en el continente asiático en Erectus unos miles de años después. Fue precisamente en el otro extremo de Asia, donde Eugene Dubois descubrió en Java en el año 1891 los primeros restos fósiles de Erectus, datados hace 450.000 años y a los que inicialmente dio el nombre de Pithecanthropus Erectus.

Este es el momento en el que Atapuerca entra en la escena evolutiva, ya que se trata del único asentamiento europeo conocido de los nuevos inmigrantes africanos. Los Ergaster evolucionados llegarán hasta la sierra burgalesa al yacimiento de Sima del Elefante hace 1.2 millones de años y allí seguirán hasta hace 780.000 años según atestiguan los restos fósiles de Gran Dolina.

No obstante lo anterior los controvertidos fósiles hallados en la región de Murcia y Granada, en los yacimientos de Cueva Victoria, Venta Micena y Orce, permiten establecer que quizá algún grupo de primitivos Ergaster pudo llegar antes al continente europeo a través del Estrecho de Gibraltar. El problema del famoso hombre de Orce está en que los escasos restos hallados con una antigüedad entre 1.7 – 1.4 millones de años, no han permitido aún establecer de manera oficial su pertenencia a la especie Ergaster.

En África la evolución humana había continuado paralelamente a Erectus y Antecessor, y hace 700.000 años, otros grupos evolucionados del Ergaster africano, darán lugar a una especie más moderna que de nuevo emprenderá el viaje con destino al continente europeo. A partir de los fósiles hallados en Heidelberg (Alemania) y datados hace más de 500.000 años, al nuevo pionero de gran corpulencia física, con una estatura cercana a los 180 cm y un peso de 100 kg, se le denominará Heidelbergensis. El más importante yacimiento mundial de Heidelbergensis es, como ya se ha explicado, es el de la Sima de los Huesos de Atapuerca.

Con el transcurso de miles de años, las características genéticas de la nueva especie emigrada a Europa serán paulatinamente alteradas para adaptarse a las frías condiciones del Pleistoceno glaciar europeo, y así dará lugar hace 300.000 años a Neanderthal, una especie terminal que ya no evolucionará hasta su extinción.

Neanderthal será a todas luces una especie humana, que bien podría seguir conviviendo con el hombre actual de no haberse extinguido hace unos 20.000 años. Bien adaptado al frío de la glaciación Würm, que cubrió de hielo el norte de Europa, Neanderthal inventará el Modo 3 (Musteriense) para la fabricación de útiles de piedra, que fue sistematizado y clasificado por el prehistoriador francés Francois Bordes. Su gran capacidad craneal de hasta 1500 cm3 le convierte en un individuo inteligente, de complexión fuerte y pesada musculatura, con una estatura en torno a los 165 cm.

Desde el norte de Alemania hasta Gibraltar, y desde el litoral atlántico hasta Oriente Próximo, Neanderthal ocupará la totalidad de Europa dejando constantes vestigios fósiles a lo largo del continente. Son bien conocidos los restos hallados en el suroeste de Francia, en Le Moustier y La Ferrassie, además de los de la Chapelle-aux-Saints.

Los últimos Neanderthal se extinguirán hace 28.000 años en el sur de la Península Ibérica, cuando estaban establecidos en la cueva Gorham sobre el peñón de Gibraltar, que entonces estaba situado a unos 5 kilómetros de la línea de costa. Probablemente los inventores del musteriense acabaran en este extremo suroccidental del continente, empujados por una nueva especie que todavía llegaría de África hasta Europa hace 40.000 años.

África por tanto aún guardará una última carta en la carrera evolutiva. Algunos grupos de Ergaster que permanecieron en el continente negro mientras sus familiares daban paso a Erectus y Antecessor fuera de África, todavía modificarían su ADN para dar lugar a nuestra especie actual, Sapiens Sapiens, hace 200.000 pasando por un estadio intermedio, Rodhesiensis, que completa el proceso desde el Erectus hace 600.000 años.

Sapiens Sapiens con una capacidad craneal similar a Neanderthal, sin embargo más estilizado que éste, con estaturas medias de 180 cm, será el último emigrante desde África y Próximo Oriente para colonizar todos los rincones del planeta desde hace 60.000 años. El diseñador del innovador Modo 4 (Auriñaciense) para la manufacturación de herramientas líticas, llegará hasta los confines de Asia para ocupar desde allí América a través del entonces istmo de Bering, y de Australia atravesando de islote en islote el mermado océano índico con casi 100 metros menos de profundidad debido a la glaciación Würm.

En esta etapa final de la evolución humana, Europa será testigo tras la llegada de Sapiens Sapiens de la coincidencia espacio-temporal de las dos últimas especies que han habitado el planeta. Neanderthal y Sapiens Sapiens coincidirán y competirán por los recursos naturales desde hace 60.000 hasta hace 28.000 años, en que los últimos grupos neandertales se acabarán extinguiendo.

La llegada de los primeros Sapiens Sapiens a Europa está registrada hace unos 40.000 años en varias cuevas del sur continental, desde Bacho Kiro en Bulgaria hasta El Castillo en la provincia de Santander. La subespecie llegada a la región es la que se denominará Cro-Magnon por el esqueleto hallado en la región del Perigord, en el suroeste frances. En similares fechas la cueva de Niah en la isla de Borneo es testigo de la llegada de grupos Sapiens Sapiens al sudeste asiático, mientras en América el yacimiento de Bluefish en Canadá, el más antiguo con fechas seguras, marcará el paso del hombre actual hace 15.000 años.

Para concluir esta larga carrera evolutiva, hay que reseñar el hallazgo en la isla de Flores en Indonesia de los restos fósiles de un homínido, Floresiensis, con una edad de tan sólo 18.000 años. La comunidad científica está analizando si se trata de una evolución del Erectus asiático ‘enanizada’ por el aislamiento en la propia isla, o podría ser un Sapiens Sapiens con cierta microcefalia congénita. Sea como fuere, éste y los nuevos hallazgos que estén por venir ayudarán a ir componiendo de una forma ‘menos imprecisa’, el complejo y extenso árbol de la evolución humana.

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