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Echando la vista atrás, es más que evidente cómo ha evolucionado la enseñanza en las últimas décadas. Previamente a que esta marea en forma de revolución digital inundara por completo nuestras aulas, la vida para los estudiantes y profesores giraba en torno a un bolígrafo, un lápiz, el papel y los libros. La tecnología está condicionando cada vez más la educación, y las formas tradicionales de aprendizaje están siendo remplazadas por entornos más interactivos y aulas dinámicas.

Es indudable el impacto de las nuevas tecnologías en la educación, que han venido a romper moldes en cuanto a la concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje. Han obligado al profesorado a cambiar rutinas, desde la comunicación con el alumnado, pasando por el formato de presentación de la información o la evaluación, hasta las estrategias de enseñanza. Ofrecen una gran oportunidad para adaptar metodologías y actividades, así como para crear nuevos contenidos a través de ellas, y llevar al aula múltiples formas de transmitir contenidos. Esto facilita el aprendizaje a todo el alumnado y se adapta, de esta manera, a la diversidad que existe en las aulas.

Las nuevas tecnologías han de ser presentadas como herramientas de apoyo y desarrollo de conocimientos, habilidades, creatividad, pensamiento crítico y trabajo en equipo. Es fundamental que el alumnado sea capaz de utilizarlas de una manera tanto crítica como constructiva. En la actualidad, a través de Internet, los estudiantes están expuestos al bombardeo continuo de información. La educación del siglo XXI deberá hacer frente a las ventajas e inconvenientes, a los potenciales peligros de las nuevas tecnologías, sin olvidar la idea de que deberían ser utilizadas siempre que ayuden a los alumnos a convertirse en mejores personas, sin transformarse en esclavos de estas.

Nunca pueden ser un fin en sí mismas. Son un medio, al igual que muchos otros, que se debe utilizar para conseguir desarrollar un óptimo proceso de enseñanza-aprendizaje. No hay que estar a la última en la utilización masiva de aplicaciones que no han sido diseñadas, preparadas ni adaptadas a las características del alumnado.

Las nuevas tecnologías también tienen que estar al servicio de la comunidad y, sobre todo, deben ser aprovechadas y utilizadas para la adquisición de las competencias básicas necesarias para desarrollarse en el mundo actual. Pensando en aquellas acciones que las nuevas tecnologías nos permiten, vienen a mi cabeza multitud de ideas. Nos permiten observar, manipular, conocer otras realidades que no están en un papel, verlas en movimiento, e incluso, con el uso de tecnologías 3D poder tocarlas.

Es un hecho que las nuevas tecnologías aportan a la educación y a la sociedad tanto la flexibilidad como la adaptación a una sociedad cada vez más cambiante. Sociedad que depende de un enfoque tecnológico que le ayude a construir y adquirir conocimiento. Las nuevas tecnologías como herramientas añadidas a los modelos pedagógicos pueden convertirse en recursos valiosos para el aprendizaje, logrando formar estudiantes con competencias personales y profesionales idóneas para su futuro.