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Antes de adentrarnos en las modestas palabras que pretendo dedicar a la iniciativa llevada a cabo por Sugata Mitra a partir del año 1999, primero en un barrio marginal de Nueva Delhi y posteriormente en diversos pueblos de la India, os animo a que escuchéis su propio relato.

El experimento ponía a disposición de los niños y niñas que quisieran usarlo un ordenador instalado en el hueco de un muro: bastaba acercarse a la máquina y empezar a utilizarla. Sin embargo, no había nadie que ofreciese ningún tipo de explicación, ningunas instrucciones en ningún formato y ni siquiera el idioma en el que trabajaba el ordenador les resultaba conocido. No obstante, el experimento muestra como el trabajo autogestionado y realizado de forma colaborativa les permitió hacerse con el control y aprender cosas inesperadas. La experiencia se hace más alentadora todavía cuando el propio Sugata Mitra convence a una adolescente, apenas algo más mayor que el resto de niños y niñas, para que se limitase a situarse detrás de todos ellos y de vez en cuando exclamase lo impresionante que resultaba que entendiesen esto o aquello o que consiguiesen resolver cualquier dificultad.

El experimento revela que tanto la colaboración como el refuerzo positivo tienen un potencial extraordinario para avanzar en los procesos de enseñanza/aprendizaje. Pone de manifiesto que la autogestión del aprendizaje puede ser eficaz y replantea el papel del docente. En una fase posterior del experimento, Sugata Mitra crea una comunidad de “abuelas” británicas que, desde la distancia y conectadas a través de skype, tienen el papel de asombrarse, siempre en inglés, ante los avances y logros de los pequeños que siguen empeñados en explorar un mundo que la máquina ha puesto a su alcance. Hay por tanto un entorno conectado y todo un coro de personas que acompaña y anima ofreciendo un estímulo, pero que en ningún caso proporciona información o suministra conocimiento.

En un artículo publicado en 2007 en La Nación, Umberto Eco se preguntaba “¿de qué sirve el profesor?” Este interrogante venía motivado a su vez por un problema planteado por un alumno, que interpeló a su profesor con la siguiente cuestión: «Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?» El alumno reacciona ante la evidencia de que vivimos rodeados de información y datos a los que podemos acceder fuera de la escuela, la academia, etc. Ante esta pregunta, Umberto Eco puntualiza que este alumno “omitía un punto importante: que Internet le dice «casi todo», salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información”.

Efectivamente, no cabe duda de que tenemos a nuestra disposición un inmenso almacén de información, pero el problema está en aprender a seleccionar e interpretar críticamente dicha información: “Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales)”. Al margen de esta reflexión que comparto, lo que pone de relieve este cuestionamiento, una vez más, es el papel que debemos tener los y las profesoras. ¿dónde situarnos entre ese profesor informador y esas abuelas motivadoras?

Por otro lado, el problema que señala Sugata Mitra tiene otro calado ya que habla de la ausencia de recursos educativos o de su baja calidad en entornos que denomina “lejanos”, entendida esa lejanía como una distancia que se mide en kilómetros, pero también en oportunidades. En estos contextos, el autodidactismo, o más bien el aprendizaje auto-organizado se presenta como una alternativa posible y, en su opinión, eficaz.

Al margen del debate que el planteamiento de Sugata Mitra pueda levantar, diría que de su experimento inicial y de su posterior desarrollo metodológico pueden extraerse algunas enseñanzas útiles para todo docente. Entre otras, menciono (por obvias) las siguientes:

  • La curiosidad es un motor de aprendizaje imprescindible.
  • Los procesos de aprendizaje pueden alcanzar logros interesantes si favorecemos el trabajo en clave colaborativa y la aparición de sinergias.
  • El refuerzo positivo incrementa las posibilidades de incentivar y lograr aprendizajes.
  • El papel del profesorado y las prácticas docentes deben revisarse en profundidad.

No obstante, lo que en mi opinión cabe destacar de esta propuesta, es que se trata de una experiencia profundamente humana y comprometida, aspectos que nunca debería perder de vista la labor educativa. En este sentido, la enseñanza fundamental que quería compartir al traer este proyecto a nuestro blog, es que la educación es una labor que debe teñirse de humanidad y empatía.