La actual situación de crisis económica y financiera, además de poner en entredicho la gestión política y económica de algunos Estados Miembros, ha revelado la incapacidad de la Unión Europea para enfrentarse de manera coordinada y contundente a los devastadores efectos de la crisis y ha reabierto el debate sobre la necesidad de continuar con el proceso de construcción europea y avanzar hacia la unificación de las políticas económicas en el seno de la Unión Económica y Monetaria.

Tal y como se desprende del informe «Nueva gobernanza económica en la UE y crecimiento«, elaborado por el Consejo Económico y Social:

– La crisis de deuda soberana en la zona euro ha puesto de relieve las consecuencias de una Unión Monetaria incompleta y las limitaciones derivadas de la configuración institucional de la UE que impiden tomar con agilidad decisiones conjuntas y coordinadas sobre asuntos comunitarios de relevancia.
La existencia de una moneda común, sobre la que los Estados Miembros no tienen control, una política monetaria única, definida y ejecutada en el marco del Eurosistema, y el mantenimiento de políticas económicas a escala nacional, han obligado a la UE a hacer frente a las diversas perturbaciones, que han afectado de manera diferente a los Estados Miembros, sin disponer de los instrumentos adecuados para amortiguar dichos efectos asimétricos y generar convergencia económica, lo cual se ha traducido en un incremento de los desequilibrios y desigualdades entre los Estados Miembros.

– Las respuestas ante la crisis se han caracterizado por una escasa coordinación entre los Estados Miembros implicados y por decisiones de política económica a nivel nacional que han dificultado la adopción de una política europea común de refuerzo del euro y de apoyo a las economías que atraviesan por mayores dificultades. Ante tal situación, la política europea se ha centrado en medidas orientadas hacia el ajuste y la austeridad con el objetivo de garantizar la sostenibilidad fiscal, en detrimento del crecimiento y del empleo.

– Esta crisis política e institucional de la Unión ha trascendido además a la ciudadanía, que ha perdido en gran medida el interés en la Unión y en sus instituciones así como la confianza en que la UE pueda ser parte de la respuesta a sus problemas.

Llegados a este punto, el proyecto europeo se enfrenta al dilema de terminar fragmentándose ante la falta de una respuesta cooperativa y común a la crisis, lo cual afectaría no solo a la Unión Monetaria sino al conjunto de la UE y al Mercado Único con consecuencias imprevisibles, o bien, avanzar en el proyecto de construcción europea y profundizar en el proceso de integración sobre la base de un modelo económico y social basado en la solidaridad, la responsabilidad, la competitividad, la democracia y el bienestar social.