Hay ciudades que hay que visitar una vez en la vida. Esa es París, la Ciudad de la Luz, la ciudad del amor, que tiene un encanto especial en cualquier época del año. Pero el problema de este tipo de ciudades es que atrae a millones de turistas cada año, interesados en su historia, su arquitectura, su cultura y su gastronomía. Y ese es precisamente el problema de París, que no hay parte de la ciudad en la que no nos encontremos con decenas de turistas haciéndose fotos, copándolo todo y dejando poco espacio para la visita tranquila y en paz que todos queremos. Pero como siempre, hay una serie de estrategias para visitar París de una manera más tranquila, evitando las multitudes, y disfrutando de una experiencia más íntima. 

Los museos más emblemáticos de París, como el Louvre y el Musée d’Orsay, suelen estar abarrotados durante las horas pico. Para evitar las multitudes, se recomienda visitar estos lugares en días laborables y preferiblemente temprano en la mañana o al final de la tarde. El Louvre, por ejemplo, tiende a ser más tranquilo los miércoles y viernes por la noche, cuando permanece abierto hasta tarde.

La Torre Eiffel, el ícono más reconocido de París, a menudo se encuentra abarrotada de turistas. Sin embargo, visitarla temprano en la mañana, justo al abrir, ofrece la oportunidad de disfrutar de la majestuosidad de la ciudad sin las aglomeraciones. Además, se puede optar por subir por las escaleras en lugar de utilizar el ascensor para evitar las largas colas. Eso sí, prepárate porque es una experiencia única y muy desafiante, al menos físicamente. 

Montmartre, el pintoresco barrio bohemio, es otro lugar donde las multitudes pueden ser abrumadoras. Para disfrutar de sus encantadoras calles sin aglomeraciones, es recomendable explorar la zona temprano en la mañana o durante la semana. Además, escapar de las rutas turísticas convencionales puede revelar auténticos tesoros escondidos.

Los Jardines de Luxemburgo ofrecen un refugio de paz en medio de la bulliciosa ciudad. Visitar este oasis verde por la mañana temprano o durante la semana proporciona una experiencia más relajada, lejos del ajetreo típico de los fines de semana.

Un crucero por el río Sena es una actividad imprescindible en París, pero puede resultar más mágico al evitar las multitudes. Optar por un crucero al atardecer no solo ofrece vistas deslumbrantes de la ciudad iluminada, sino que también permite disfrutar del paisaje en un ambiente más íntimo. Y es que esos tonos anaranjados tan bonitos del atardecer hacen que ese momento sea mágico. 

La Catedral de Notre-Dame y la Sainte-Chapelle son lugares emblemáticos que merecen una visita cuidadosa. Evitar las horas punta y, si es posible, reservar entradas con antelación para evitar las largas filas, garantiza una experiencia más placentera y sin agobios.

Ahora bien, hay otros sitios de París que son menos conocidos, pero son igualmente bonitos, como los museos más pequeños, como el de Picasso o el Museo Marmottan Monet. Hay que recordar que los mejores viajes son aquellos en los que se disfruta de una experiencia más personal, sentir que se vive allí, que es un parisino más, por lo que hay que pasear y pasear por todas las calles, ya sean las más transitadas como aquellas en las que puede haber algún encanto especial. Hay que seguir el instinto ya que siempre se puede encontrar ese rinconcito que tiene un bar especial, fuera del espacio más turístico pero que tiene la gastronomía más local y popular de todos a un precio más asequible. No importa recorrerlo todo, si estás a gusto en un sitio y se quiere permanecer más tiempo, hay que aprovechar esa oportunidad.