A pesar de las altas tasas de prevalencia de los Trastornos del Sueño en los primeros años de vida, la relevancia que éstos poseen para la salud futura de los pequeños suele pasar desapercibida para padres, pediatras y otros profesionales en contacto directo con los menores. De hecho, raras veces las consecuencias que este tipo de patología conlleva suelen atribuirse a las dificultades para conciliar el sueño, permanecer dormido o presentar cualquier tipo de problemática asociada.
Recientemente se han publicado diversos artículos que vinculan claramente déficit intelectuales o cognitivos e incluso trastornos de índole fisiológica con los Trastornos del Sueño. De entre todos ellos caben destacar los siguientes a modo de ejemplo:
Los Trastornos del Sueno en bebés y los problemas alimentarios suelen ir de la mano.
Este estudio, publicado en la prestigiosa revista Pediatrics, deja patente la importante relación entre los hábitos alimentarios y los del sueño, incluso en los niños menores de tres años, de modo que las dificultades para comer son más prevalentes entre los niños con insomnio y, viceversa, los problemas para dormir son más frecuentes en niños con trastornos alimenticios, lo que sugiere que el insomnio comportamental en la infancia aumenta el riesgo de que acontezcan problemas de alimentación y que los trastornos de alimentación en la infancia incrementan el riesgo de padecer problemas de sueño.
De entre las posibles explicaciones de la co-existencia de ambas condiciones los autores del trabajo destacan las siguientes: a) ambos trastornos comparten características paternas, por ejemplo, la misma patología de alguno de los padres o la incapacidad de éstos para reforzar o fomentar comportamientos en el niño, las cuales influyen en las interacciones padres-hijos, incluidas aquellas que se producen a la hora de irse a la cama o de comer; b) ambos problemas se deben a cierto tipo de temperamento en los infantes, lo que les lleva a desarrollar dificultades tanto a la hora de comer como de dormir; a su vez, dicho temperamento también influye en las interacciones padres-hijos previamente mencionadas; c) padecer uno de los dos trastornos puede precipitar o desencadenar el desarrollo del otro y/o magnificar su severidad; por ejemplo, los niños con dificultades para comer se despiertan porque tienen hambre o sed; d) las interacciones de los dos procesos fisiológicos regulados por el cerebro, comer y dormir, lleva a la co-existencia de ambos trastornos.
Las implicaciones clínicas del estudio son diversas, si bien destaca la relativa al tratamiento de los dos trastornos, ya que quizá intervenir sobre uno de ellos tenga cierto impacto sobre el otro. En particular, los autores del estudio creen que es posible que una acción combinada para combatir ambos facilite el proceso terapéutico, mejore los resultados del mismo y reduzca la duración de las terapias empleadas.
Los ronquidos y apneas del sueño en la infancia dificultan el desarrollo cognitivo de los más pequeños.
Por otro lado, ciertos síntomas que aparecen durante el sueño, como son los ronquidos o las apneas, también tienen lugar entre población pediátrica. Éstos afectan gravemente a los pequeños, especialmente a nivel cardiovascular y metabólico, dejando importantes secuelas futuras en el organismo, como la obesidad, la diabetes o el retraso en el crecimiento, e influyen tanto en la conducta como en el rendimiento cognitivo de los pequeños. De hecho, parece que podrían explicar un bajo rendimiento escolar y muchos de los problemas de atención detectados en numerosas escuelas y hogares en la sociedad occidental actual.
Los autores de este artículo recomiendan seguir unas correctas medidas de higiene de sueño desde el nacimiento como medida preventiva, entre las que destacan el establecimiento de rutinas fijas, cenas ligeras, horarios habituales, o reducir el consumo de televisión, entre otros.
Considero que estos dos artículos ejemplifican perfectamente la trascendencia que posee un acto que nos ocupa gran parte del día, el dormir, cuyas alteraciones conllevan dificultades e incluso trastornos de toda índole, especialmente entre los más pequeños. Por tanto, los adultos con los que conviven deben concienciarse de la importancia de prevenir o intervenir precozmente cuando aprecien cualquier anomalía al respecto.
Dulces sueños !!!!
Doctora en Psicología. Profesora en la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.