La disociación es definida como una ruptura y fragmentación de las funciones integradoras
sobre la conciencia, la memoria, la identidad, la conciencia corporal y de la percepción de la propia
persona y de su entorno (Lanius, Brand, Vermetten, Frewen & Spiegel, 2012; Vanderlinden, Claes,
De Cuyper & Vrieze, 2015).
Muchas veces, se oye hablar de sintomatología disociativa pero sigue siendo un tema
bastante desconocido, incluso entre sanitarios. A veces, llegan pacientes a nuestras consultas con
síntomas como amnesia, despersonalización, ausencia de emociones, dolor sin causa médica que lo
explique, “voces” no psicóticas que no saben cómo lidiar con ellas…. Y en muchos casos, estos
síntomas disociativos se escapan o se atribuyen a otros cuadros. El no tener en cuenta la presencia
de esta sintomatología en las intervenciones influye en el desarrollo exitoso del tratamiento, incluso
puede empeorar al paciente.
Dentro de los síntomas disociativos hay síntomas psicomorfos y somatomorfos. La
disociación psicomorfa incluye amnesia, despersonalización, desrealización y alteración y
confusión de la identidad, en respuesta a eventos traumáticos, especialmente en aquellos que
involucran contacto físico, como el abuso físico o sexual (Nijenhuis, Spinhoven, Van Dyck, Van der
Hart y Vanderlinden, 1998a, Nijenhuis, 2000). La disociación somatomorfa constituye una
manifestación somática de la disociación, incluye los síntomas somáticos que no pueden ser
explicados por una condición médica (anestesia o analgesia, dolor, pérdida de la movilidad…)
(Nijenhuis et al., 1998a, Nijenhuis, 2000). Envuelve tanto síntomas negativos, como la anestesia o
la amnesia, como síntomas positivos, como el dolor o los movimientos incontrolados (Nijenhuis et
al., 1998a; Nijenhuis, 2000).
La sintomatología disociativa suele aparecer como mecanismo de defensa ante el trauma.
De esta manera, por ejemplo, en un niño o niña que haya sufrido abuso sexual en la infancia, la
disociación hace que el niño o la niña pueda soportar esta experiencia en su día a día al separar
(disociar) esta experiencia de su vida habitual (Orbest, Baltá, Sánchez y Rangil, 2001). Para
Ninjehuis, Spinhoven, Vanderlinden, Van Dyck y Van der Hart (1998b) las reacciones disociativas
somatomorfas como la analgesia o la congelación son similares a las reacciones defensivas de los
animales ante una amenaza inminente. Por ello, los eventos que implican una amenaza específica
para el cuerpo, como el abuso sexual o físico, quizás estén relacionados con la disociación
somatomorfa (Nijenhuis, 2000).
Debemos tener en cuenta, por tanto, que los síntomas disociativos asociados a distintos
trastornos que presentan muchos pacientes, se pueden considerar como una forma de lidiar con las
consecuencias emocionales de las experiencias traumáticas que hayan podido sufrir en la infancia y convertirse en una estrategia de supervivencia en muchos de ellos. Tener en cuenta esta sintomatología en las intervenciones facilitará el correcto desarrollo del proceso terapéutico.