El titular tiene algo de trampa, pero solo en forma de licencia literaria. O no. Casi una generación completa ha transcurrido desde la última convocatoria de plazas públicas para optar a una plaza como periodista en el ente público de RTVE. Y el anuncio de una nueva convocatoria vuelve con polémica.
Las bases de la misma solo exigen a los candidatos “una titulación universitaria de grado o licenciatura oficialmente reconocida u homologada por el Ministerio de Educación y Formación Profesional”, sin especificar en ningún momento la titulación en Periodismo, algo que tanto la APM y la FAPE ven intolerable, aún más tratándose de un medio de comunicación público.
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) y la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), las principales asociaciones que representan a los periodistas en España, han anunciado que impugnarán la convocatoria de RTVE por no exigir la titulación en Periodismo para las plazas de periodistas. El Servicio Jurídico de ambas organizaciones se encuentra ya trabajando en el escrito de impugnación para exigir la titulación en Periodismo.
La no exigencia de una titulación propia de periodismo es el caballo de batalla desde hace décadas y debate que sigue sin poder ser cerrado, no solo en esta convocatoria pública, sino a la hora de que cualquier medio proceda a la contratación de un profesional para este menester.
Periodistas licenciados no son Carlos Herrera (licenciado en medicina), y nadie duda de su capacidad de comunicación, ni tampoco lo fue el mítico Luis del Olmo, que estudió ingeniería. ¿Les invalida esa circunstancia para ser reconocidos como paradigmas del periodismo español? La respuesta es fácil: en absoluto. Pero, ciertamente, la segunda pregunta que surge es ¿para qué sirven, pues, las Facultades de Periodismo, sino para acreditar que quien trabaje como periodista lo haga en las mismas condiciones de preparación que lo haría un médico, un abogado o un ingeniero, disciplinas profesionales a las que sí se exige una titulación universitaria específica para poder ejercer.
No pocos piensan, y no les falta parte de razón, que un licenciado en Derecho, quien demostró durante toda su vida ciertas dotes de comunicación y capacidad fiable de escribir bien, y que completó sus estudios con un, por ejemplo, posgrado vinculado al periodismo podría ejercer el oficio como periodista de tribunales -dados sus más amplios conocimientos jurídicos- mejor que un periodista al uso, que trató materias jurídicas por medio de dos o tres asignaturas -puede que alguna optativa- durante su grado o licenciatura. Ocurriría lo mismo con el periodismo económico o cualquier otro especializado que se nos podría ocurrir.
Pero también es cierto que un licenciado en medicina no está necesariamente capacitado para intervenir en un quirófano o atender traumas por el solo hecho de ser médico, pues habrá tenido que especializarse a lo largo de su carrera.
¿Debemos, pues, dejar al periodista espacio para especializarse? Y cuando digo al periodista me refiero a quien ha estudiado la carrera de Periodismo y no otra.
Ni siquiera en la profesión hay acuerdo al respecto. En algunas comunidades autónomas se exige una colegialización para poder ejercer y, con carácter general, en los medios de comunicación de toda España prevalece la exigencia del título de periodista para ser contratado. Sin embargo, ¿qué prefiere un medio? ¿Un pésimo periodista titulado en lo suyo o un buen periodista titulado en otra carrera, pero con aptitudes para ejercer el oficio?
¿Acaso todos los licenciados en Derecho son o serán buenos en lo suyo por el solo hecho de haber estudiado la carrera correspondiente?
Podemos debatir sobre poner ciertos límites al intrusismo desaforado, pero resulta muy difícil, y sobre todo al empresario que siempre buscará al mejor de entre los mejores, obligarle a contratar a un periodista que ni siquiera es vocacional (porque si hay una profesión vocacional desde luego esta lo es), por más que tenga su título, y descartar a un ingeniero informático que escribe y pregunta como los ángeles para dirigir el suplemento de Tecnología de mi medio.
Con la llegada de la Democracia se produjo lo evidente (y salvífico propio de toda democracia), una explosión de la libertad a través de la creación de cientos, de miles de medios de comunicación.
En los 80 apenas había periodistas titulados: la escuela de periodismo en Madrid, la facultad de Navarra… ¿Cuántos podían permitirse el lujo de costearse estudios y estancias durante cinco años a cientos de kilómetros de su localidad natal? Y, sin embargo, cualquier pequeña ciudad llegaba a contar con hasta tres medios: la radio municipal, el periódico de izquierdas y el de derechas. Ahí aterrizaron decenas de miles de periodistas no titulados. El mercado pedía periodistas y el propio mercado escogió a los vocacionales y con mayores aptitudes. Y así se hizo una España mediática que hoy permite a todos gozar de una libertad como nunca antes.
Pero también hoy, como nunca antes, jamás hubo tantas facultades para estudiar la carrera de Periodismo, empezando por poder hacerlo online, como ofrece esta universidad, la UDIMA. Hoy sí que creo firmemente en la necesidad de contar con una formación específica en periodismo; ahora bien, sin dejar de pensar en que un titulado ingeniero agrónomo pudo darse cuenta al cabo de tres años que aquello no era lo suyo y tras realizar un máster en comunicación descubrió lo que en realidad era su vocación desde siempre, la de periodista. Porque, y eso sí que no requiere de titulación oficial alguna, si quien decide dedicarse a esto no tiene una vocación capaz de soportar lo insoportable en muchos aspectos, mejor seguir por otro camino: palabrita de periodista.