Una de las enfermedades que últimamente aquejan a la profesión periodística es una suerte de «listitis», cuyo síntoma más evidente es la proliferación de listas y rankings sobre cualquier tema imaginable, ya sea de índole personal o profesional, con recomendaciones de todo tipo y una fiabilidad que le aporta la opinión del analista o el especialista al que se ha recurrido. Los ejemplos son innumerables y no dejan ámbito sin pisar. Desde recomendaciones saludables hasta  lecciones de geopolítica sobre la desaparición del islamismo radical. Todo ello sin dejar de lado los profundos análisis de la viabilidad empresarial del Cola Cao en China o la necesidad de incluir un «rugbier» en su empresa.

Cierto es que resulta más atractivo pensar que nos van a explicar en 10 pequeños pasos porqué va a desaparecer el islamismo radical en vez de tener que leernos un artículo sin numerar pero con opiniones variadas, no digamos ya si pensamos en leer un libro sobre el asunto pero, resulta cuanto menos sorprendente que seamos capaces de creer que se puede reducir la labor de análisis y redacción periodística, tan valorada y fomentada en las universidades a un listado de afirmaciones extraídas de la conversación con un experto. Ahora bien, como titular para enganchar el «click» del lector parece funcionar y entonces, amigos, ya no hay más que decir. Si se trata de vender informaciones, las listas empaquetadas funcionan y eso hace que entendamos claramente, porqué el periodismo anda aquejado de esta dolencia.

En esta misma línea, podríamos hablar de una «clasificacionitis» aguda.  Se manifiesta a través de rankings de diversa índole y aunque parece tener mejor pronóstico que la anteriormente mencionada, no deja de ser síntoma de la escasez de transparencia que, en ocasiones, presentan algunas informaciones periodísticas. No importa que se trate de las calles más caras para abrir un negocio en España o de la lista de los mejores colegios de la Comunidad Valenciana. Todos ellos suelen compartir una ausencia de contexto y de información sobre metodológica que hace que los resultados publicados y por ende, la clasificación resultante resulte arbitraria o, al menos, poco transparente.

Si un listado de colegios pretende ser útil para que los padres determinen el colegio al que llevarán a sus hijos debería decir algo más que «tras analizar 27 aspectos, entre los que se encuentran…». Si de verdad queremos que sea una información completa deberemos incluir no solo las variables en cuestión, sino otros datos que avalen esa información y que permitan al lector extraer sus propias conclusiones. De la misma manera, un listado de los precios de los alquileres en las calles de las ciudades españolas no se puede basar únicamente en «Según un estudio elaborado por la consultora xxx». Será necesario saber qué calles ha analizado, qué tipo de locales, equipados o sin equipar, etc. y para eso, sigue siendo fundamental la labor de un periodista informado y formado en conocer el tratamiento de los datos procedentes de los estudios elaborados por terceros. No olvidemos que, como dijo Manfredi, nada es gratis.

Estas dos enfermedades tienen cura, pasan por una continua formación de los periodistas en activo para extraer y condensar, sin necesidad de recurrir a las listas y a los rankings y para ser capaces de ver más allá de la nota de prensa o del resumen de un estudio elaborado por una entidad pública o privada, cuyos intereses es posible que difieran de los del ciudadano.