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Yolanda Berdasco

Profesora Adjunta del Grado en Periodismo de UDIMA. Ver Perfil

Yolanda Berdasco

Cristina Sánchez, Premio Cirilo Rodríguez de Periodismo 2018

Con la maleta siempre hecha. Así está Cristina Sánchez desde que ejerce como periodista.  Siempre dispuesta a dar visibilidad a aquellos que se encuentran sufriendo la violencia, la injusticia. Aquellos que solo salen en los medios cuando los periodistas valientes se acercan a ellos.

La que recibe el merecido premio es una periodista rigurosa y valiente. Cristina Sánchez ha viajado a más de 20 países. Ha cubierto guerras, desastres naturales, catástrofes humanitarias, atentados terroristas o procesos electorales.

De izquierda a derecha, los periodistas Enrique Serbeto, Cristina Sánchez Carmen Sarmiento y Natalia Sancha.

Entrega del Premio Cirilo Rodríguez. Segovia 2018. Fuente: El País

Aseguraba Ryszard Kapuściński que «Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.»

Cristina Sánchez , actual Corresponsal de Radio Nacional de España en Jerusalén, Directora del programa «Países en Conflicto» en Radio 5, ha visitado todos los lugares de conflicto durante las últimas dos décadas. Nos presentó los sonidos del terremoto de Haití y a través de sus crónicas descubrimos aquellos lugares en los que nadie querría estar. Ella sí, ella estaba allí porque ella es una periodista, con mayúsculas.

Posverdad y bulos: Brexit, Trump y Cataluña

Fuente:Pixabay

En lo que ya se conoce como la ‘Era de la posverdad’, que algo aparente ser cierto es más importante que la propia verdad. La posverdad se trata, por tanto, de inventar una realidad afín a las necesidades del que la modela y de convencer a los ciudadanos de que su vida diaria no es la que viven, sino la que los líderes describen.

El recurso más habitual es el de generar bulos que ataquen directamente la parte emocional del que recibe el mensaje. Esa es la mejor ‘puerta de entrada’ para evitar que el receptor contraste el mensaje con su realidad y la pase por el filtro de la razón. Mentiras, invenciones plasmadas en contenidos audiovisuales que encuentran en las redes sociales y en las aplicaciones de mensajería instantánea su mejor forma de difusión.

«El disfraz con que visten las mentiras los creadores de estas realidades paralelas está muy bien cosido, utilizando algunos hilos de verdad para que resulte atractivo y surta efectos rápidos. Pero no se engañen, no es verdad, es posverdad.»

Sirva como ejemplo, el eslogan que el defensor del Brexit, Boris Johnson, paseó en su autobús de campaña: El Reino Unido ahorraría 350 millones de libras a la semana tras abandonar la UE. Dinero que se destinaría al servicio de salud (NHS). Era mentira pero una atractiva mentira. Esa cifra, bruta, no incluía el reembolso que la UE devuelve al Reino Unido. El número es atractivo pero la realidad es que esa cifra apenas ronda los 140 millones de Euros, algo así como un cuarto de libra por ciudadano del Reino Unido. ¿A que ya no parece que sea una contribución tan exagerada? Es el efecto de la posverdad.

El caso de Donald Trump es otro deporte; su capacidad para apelar a lo emocional y a las creencias personales fue utilizada durante toda la campaña electoral. Sus fake news o posverdades tuvieron una capitalización muy rentable: el gobierno de Estados Unidos. Durante las semanas previas a las elecciones estadounidenses, se pudo leer y escuchar que el Papa Francisco apoyaba a Trump, -lo mismo que Denzel Washington-. También se dijo que el desempleo aumentó durante el mandato de Obama y que los inmigrantes son, en sí mismos, un foco de delincuencia y empobrecimiento. Si, todo mentira o posverdad, pero suficiente para empujar a las urnas a unos convencidos votantes que veían en Trump su salvación.

En Cataluña, las mismas artes y resultados parecidos, porque como dijo Göbbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.  “España nos roba” ha sido el eslogan más repetido por los partidarios de la independencia.  Una falsedad que es fácil desmentir por varios caminos. El más sencillo, el de las balanzas fiscales. Estas indican que Cataluña aporta menos, por ejemplo, de lo que lo hace la Comunidad de Madrid. Es solo uno de los cientos de ejemplos. Fotos manipuladas o sacadas de contexto o recuentos sanitarios que incluyen como “heridos” en la manifestación del 1 de octubre a aquellos que estaban en su casa y entraron en pánico, todo para contribuir al mito. Todo ello sin entrar en las mentiras históricas para justificar el proceso de secesión.

La mayor parte de estas manipulaciones son fáciles de desmontar, acudiendo a fuentes bien documentadas y a bases de datos fiables. Sin embargo, las redes sociales y los usuarios de mensajería no se toman el tiempo necesario para ello. Se hacen cada vez más necesarios los medios de comunicación y los profesionales independientes y capaces de contrastar las informaciones con la realidad para evitar que la mentira (disfrazada de posverdad) se instale en nuestra sociedad y manipule a los ciudadanos, como ya apuntaba el profesor Martínez Vallvey.

 

La ética de las informaciones económicas

La ética de las informaciones económicas

La ética de las informaciones económicas

Fuente: Em2Comunicación

El periodismo económico ha experimentado en la última década un importante crecimiento. Su presencia ha aumentado en todas las plataformas y su presencia en la agenda mediática se ha consolidado.

Este incremento propicia necesariamente una adaptación de los medios y de los periodistas al nuevo entorno, desde todas las perspectivas posibles. Por un lado, las informaciones que ganan peso en el entorno económico varían continuamente debido a los cambios en el interés de los receptores. Por otro, la obtención de las informaciones, las fuentes, el marco ético, etc. en definitiva, el trabajo diario del periodista económico, requiere una revisión y una adaptación a los nuevos escenarios mediáticos.

En el caso de la normativa ética y deontológica , especialmente en materia económica, la adaptación de la misma a la publicación de las informaciones financieras es escasa. En primer lugar, porque los libros de estilo y los códigos deontológicos de las empresas periodísticas nunca han prestado una especial atención a esta temática y cuando lo han hecho, se han ceñido a los «pecados» más habituales relacionados con la misma; el uso para fines personales de las informaciones privilegiadas, la confusión entre información y publicidad o la aceptación de regalos.

El problema surge cuando nos damos cuenta de que las plataformas son cada vez más difíciles de encuadrar en el ámbito que tradicionalmente hemos considerado como «periodismo». No solo los diarios digitales, sino los blogs, los foros, todos los espacios en los que se vierten informaciones de este tipo deberían ser revisados en cuanto al marco ético que les rige.

Especialmente,esto se hace patente en el caso de los colaboradores/trabajadores etc. de dichos formatos; blogs, entradas en foros, etc. no tienen porqué ser necesariamente periodistas, más en el caso de los expertos financieros y economistas que sirven como prescriptores para otros informadores y para lectores de dichas plataformas. Al margen de que no necesariamente han de saber nada acerca de la ética y la deontología periodística que se explican en los actuales grados y las anteriores licenciaturas de periodismo, tampoco existen pautas para que sus informaciones se adapten al menos a lo más básico; no utilizar sus informaciones con fines privados, no confundir al receptor ofreciendo publicidad cuando se «viste» de información y no recibir ningún tipo de beneficio por sus intervenciones.

Dad o que esto parece bastante complicado dada la diversidad de medios y de consultores, expertos, asesores, etc. que participan a diario en los mismos, al menos se hace imprescindible advertir a los lectores, oyentes y espectadores de que existen personas que tienen conocimientos e informaciones sobre la materia económica que, a pesar de ser fiables y muy necesarios para el desarrollo de este tipo de informaciones, pueden no estar sujetos a los mismos condicionantes éticos que lo están los periodistas.

Periodismo ¿Libre y legal?

En ocasiones, con estas prisas del oficio, uno se da cuenta de que no ha reparado, tras años de dedicación, en cómo se define eso de ser periodista. Es cierto que la definición de un elemento u objeto, en principio, no tendría por qué modificar la esencia del mismo pero, como nunca viene demás estar preparados, creo que se hace necesario echar un vistazo  al diccionario y ahí llega el problema.

Si nos acercamos a nuestra autoridad normativa por excelencia y abrimos el DLE de la RAE, las acepciones propuestas no resultan, a juicio de una periodista, nada acertadas en 2016. En primer lugar, se  define como la  «Persona legalmente autorizada para ejercer el periodismo». Afortunadamente, en los países democráticos esta definición no se toma como referencia, pues pretender que sea necesario «estar legalmente autorizado» implica que entren en juego elementos subjetivos que poco favor le harían a la profesión.

Sin entrar más en detalle sobre lo anterior, la segunda acepción tampoco ayuda: «Persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión». Si en estas fechas, los únicos periodistas son los que trabajan en periódicos y medios audiovisuales, creo que estamos excluyendo de un plumazo al 70% de la profesión.

No estoy contando nada nuevo ya que, el profesor Ramón Salaverría ya se puso en contacto con la RAE hace más de un año para solicitar la modificación o actualización de las acepciones de periodista, con razones similares a las expuestas. De momento, los cambios en la edición digital no se han efectuado aún. Esperemos que sea pronto pues el periodismo, bien ejercido, es siempre legal y esperemos que nunca necesite de autorización.