Ryszard Kapuscinski promulgó y defendió en todas sus conferencias los valores más profundos y más nobles de esta profesión. Valores hoy en desuso dado que en la actualidad, priman por encima de todos ellos la velocidad, la primicia y la exclusiva. Prima la prisa; prima la competencia; prima la rentabilidad del grupo empresarial. Por encima de lo que él entendía como el verdadero sentido y función de la doctrina periodística y que yo comparto plenamente. No entendía poder ejercer el periodismo, sin perspectiva y mucho menos aún sin una “intención”; para él, era fundamental el deseo de cambiar algo, de conseguir modificar el estado de cosas con la narración de los hechos. Y ponía como ejemplos a Gabriel García Márquez o Ernest Hemingway.
Los derroteros por los que discurre la profesión en estos tiempos, en cambio, son otros muy diferentes. La mentalidad reinante en el gremio está llevando a una superficialidad y una deshumanización de la profesión que se aleja de aquellos ideales y conceptos sobre los que el polifacético historiador y escritor polaco, entendió que debía fundamentarse el buen ejercicio periodístico. El buen periodista.
Hoy todos los medios están masivamente y al mismo tiempo en la Guerra de Libia, cuando estalla, o en el volcán de la isla de El Hierro cuando erupciona, o en el juicio de Marta del Castillo en Sevilla cuando los acusados acuden a declarar.
Se busca el suceso, lo inmediato, la noticia que sale a la superficie a ojos de todos, sin medida, sin perspectiva y sin otorgarle la mesura y proporcionalidad debidas. A ciegas. Corriendo. Sin apenas valoraciones y reflexión. Los medios son una especie de restaurantes fast food de la noticia. Un basto buffet libre con muchas opciones pero que sirve comida de baja calidad; noticias de baja calidad. Que emplata “fastnews” a velocidad de vértigo pero sin profundizar; sin ser elaboradas a partir de materias primas e ingredientes escogidos y tratados adecuadamente; noticias de marca blanca.
Las enseñanzas que nos dejó y que blandió Ryszard Kapuscinski, en contra de este concepto hablaban de otra cosa. Hablaban de buscar la noticia que subyace, las sensaciones más escondidas, hablaban de la investigación y de la indagación, de la curiosidad para obtener contenidos más allá de lo que se ve, más allá de lo que flota en la superficie; hablaba del periodismo de buzo. Ese que saca a flote los tesoros escondidos en el fondo del mar. El de la “imponderabilia” (concepto acuñado por él mismo); el que “huele” y anticipa la noticia en el ambiente, en el contexto más subyacente. Y que luego la pone en conocimiento y comparte con el resto de seres humanos. Contextualizada. Para cambiar la realidad, mejorarla o incluso para anticiparla. O para que evolucionemos; o para que aprendamos; o para conmovernos… Pero siempre con una intencionalidad, entendido este concepto en el más noble y constructivo sentido de la palabra. Con sentido.
Hablaba del periodista que adivina el futuro, en lugar de correr tras él…
César Fernández Rollán