Indro Montanelli (1909-2001) dejó una serie de cuadernos manuscritos a modo de diario. Ahora La Esfera de los Libros los publica bajo el título Cuentas conmigo mismo. El probablemente más grande periodista italiano del siglo XX lega así su particular visión de Fellini, Agnelli, Kissinger, Borges o Berlusconi, entre otros muchos. Estas páginas apasionantes contienen una biografía que, con las de de Curzio Malaparte (1898-1957) y Oriana Fallaci (1929-2006), representa, por sí sola, la sinopsis en quintaesencia de la historia más reciente de Italia.
“Desde que empecé a pensar, estuve convencido de que iba a ser periodista. No había otra elección. Yo no he decidido nada. El periodismo decidió por mí”. Con esta declaración de intenciones se abren unas memorias que nos llevan desde Fucecchio, su localidad natal, a Eritrea, España, Alemania, Finlandia, las repúblicas bálticas y un rimero de corresponsalías sin más hilo conductor que el peligro y la cobertura de los hechos decisivos.
Fundador de Il Giornale y La Voce, así como firma imprescindible en el Corriere della Sera, Montanelli fue, a diferencia del “archiitaliano” Malaparte, un caso atípico en su país. Lejos del arquetipo de italiano, “siempre en auxilio del vencedor” -son sus palabras-, el reportero desechó las prebendas de un fascismo al que se sumó con entusiasmo y que le acabó brindando la cárcel.
Nunca renegó de su hoja de servicios. Octogenario ya, confió haberse enrolado en la campaña “civilizadora” de Abisinia “al igual que hizo toda la juventud [italiana] que sentía algo en el cuerpo”; de buscarse algún culpable, éste no hubiera sido otro que Kipling. Mucho después, rehusaría dos cargos especialmente golosos en un país que le hace escasos ascos a la confitería pública: el nombramiento de senador vitalicio y el de director de Il Corriere Della Sera.
La defensa de la libertad de prensa le gratificó con cuatro balazos de las Brigadas Rojas y un Premio Príncipe de Asturias como “un ejemplo y un espejo permanente de ética profesional, independencia de criterio, defensa de la libertad y servicio a la convivencia democrática a través de la comunicación”. El primer hecho tuvo lugar en Milán, el 2 de junio de 1977. Es alcanzado en las piernas, por la espalda, por varias balas de revólver. “¡Tengo que morir de pie!”, se dijo a sí mismo, en reflejo inconsciente de las baladronadas del veintenio fascista. Y ello le salva la vida. De haber caído, probablemente hubiera recibido el último disparo en el abdomen.
Pero Montanelli ha legado mucho más que eso. Confeccionó el guión de una obra maestra del cine, El general della Rovere, y enamorado de la historia desde el instituto, donde destacó también en lengua italiana, latín y griego, redactó más de cincuenta libros. Algunos de ellos constituyen monografías valiosas como Italia en camisa negra o La Italia lictoria. Por otro lado, sus historias de griegos y romanos deberían ser lecturas obligadas en este nuestro bachillerato tan ayuno de clásicos. Una década después de su desaparición, ajusta cuentas con la historia más reciente de Italia.