Me decía un joven periodista: “En la Facultad me enseñaron que sobre los periodistas tenía que prevalecer la autonomía en su trabajo, pero creo que falté a clase el día en el que explicaron que ser autónomo es otra cosa”. Y así es hoy el periodismo, un juego de palabras entre ser autónomo y ser autónomo.

En el ejercicio del periodismo, ser autónomo es un plus, pero parece que no siempre se asocia ello a la seguridad laboral del periodista.

Según leemos en el último Informe Anual de la Profesión Periodística, que promueve la APM, aunque los medios digitales se van consolidando poco a poco como entornos laborales habituales tanto para los periodistas contratados como para los autónomos, el peso de los medios convencionales es indudable.

Así, de los periodistas contratados el 80% lo hace en digitales (diarios, redes sociales y radio o audio digital), por el 61% que lo hace en convencionales (televisión, radio y diarios en papel); una diferencia que aún se acentúa más en el caso de los autónomos.

La figura del periodista autónomo ha entrado con fuerza en el mundo de la comunicación. Un periodista que debe hacerse cargo de su propia seguridad social, etcétera. Un periodista freelance, llamado, a veces, a la precariedad, sin la seguridad de una nómina fija al mes. Y, en todo caso, siempre peor pagado que el periodista contratado.

Las cifras nos dan una idea interesante del panorama actual. De los encuestados en el informe citado, en Periodismo 361 son contratados frente a 116 que son autónomos, pero en Comunicación (corporativa) 262 son contratados y 72 autónomos, lo que pone de relieve que en el periodismo convencional el periodista está algo más desasistido que en el de comunicación.

Hasta el salario los autónomos lo llevan peor. Los porcentajes de profesionales autónomos que ingresan menos son mucho mayores: la mitad de los periodistas freelances y el 38% de los comunicadores ingresan menos de 1.500 euros mensuales. Ese es otro techo de cristal, además del de género, que debería revisar la autoridad competente, sea cual sea.  

Con todo, porque no sean todas malas noticias, uno de los aspectos más positivos que revela la última encuesta profesional es el importante descenso de los falsos autónomos en periodismo, es decir, aquellos periodistas dados de alta como autónomos y que trabajaban integrados en la estructura de un medio informativo, cumpliendo horarios y en muchos casos con lugar de trabajo propio, pero sin estar dados de alta.

En los últimos cinco años, y en gran medida como consecuencia de la ofensiva de la Administración contra esta figura laboral fraudulenta, los falsos autónomos en periodismo pasaron del 20 al 6%. Junto con ellos, el porcentaje de autónomos que colaboran en más de una empresa también creció significativamente en el último lustro.

En cuanto a la elección de la condición de autónomo, y al igual que se señalaba en el Informe del año pasado, se aprecia un incremento en el de autónomos que lo son por elección propia (del 25 al 35%, entre 2018 y 2022), aunque siguen siendo muchos más quienes se vieron forzados por las circunstancias. Sí puede señalarse que entre los autónomos “por vocación” abundan los autónomos menores de 29 y entre 30 y 44 años.

En línea con lo anterior, debe destacarse que la principal ventaja del trabajo autónomo consiste en “organizarme yo mi propio trabajo”, que cita el 79%, por delante de “no estar supeditado a las imposiciones organizativas de otros”.